El Último Deseo de Cupido

✨Capítulo 55– Emilia en modo conquista

(O de cómo el ataque frontal desestabiliza cualquier juego silencioso)

Había una energía extraña en la oficina. Esas vibraciones imperceptibles que no aparecen en los correos ni en las presentaciones de PowerPoint, pero que todos sienten. Como si el aire tuviera algo más espeso. Más cargado.

Emilia, por su parte, brillaba. Literalmente. Llevaba un vestido verde esmeralda que le quedaba perfecto, labios rojos, y ese tono de voz con el que parecía entonar una melodía que solo ella sabía interpretar.

—¿Plan para almorzar? —preguntó con una dulzura tan cuidadosamente premeditada que resultaba ofensiva—. Pensaba invitarte, Fabián, si me lo permites. Algo rápido, nada formal.

Giovanna fingió estar ocupada revisando un correo. Fabián titubeó.

—¿Solo tú y yo? —preguntó él, bajando un poco la voz.

—Claro. Necesitamos tiempo de calidad para revisar el enfoque de la segunda etapa, ¿no? —respondió ella, mordiéndose apenas el labio.

No era una sugerencia. Era una jugada.

Fabián miró de reojo hacia donde estaba Giovanna. Pero ella no levantó la vista. Fingía estar absorta en el monitor, aunque su estómago ya le estaba jugando una mala pasada.

El almuerzo fue en un restaurante pequeño, elegante, con manteles de lino blanco. Emilia había hecho una reservación. Había elegido incluso el vino. No estaban hablando solo de trabajo. Ella lo sabía. Fabián también.

—¿Recuerdas cuando trabajábamos juntos en la agencia de Barcelona? —dijo, con voz melosa—. Todo era más… simple. Menos interferencias, ¿no?

—Emilia…

—No me malinterpretes —lo interrumpió—. Solo digo que algunas conexiones no se apagan con el tiempo. Algunas, si se cuidan, pueden reactivarse. Volver a hacer magia.

La palabra resonó. Magia. Como si el universo tuviera un humor negro.

Fabián se pasó la mano por el rostro, incómodo.

—No creo que eso sea lo que está pasando aquí.

—¿Y tú qué crees que está pasando aquí, Fabián?

Él no respondió. No en palabras.

Pero al volver a la oficina, lo hizo con la mandíbula apretada y los hombros tensos. Como si viniera de una batalla en la que no había elegido pelear.

Giovanna lo notó al instante. Le bastó un vistazo.

—¿Todo bien? —preguntó sin levantar la voz.

—Sí —respondió él, demasiado rápido—. Solo… muchas cosas a la vez.

Esa noche, Fabián le escribió un mensaje que tardó cinco minutos en redactar y tres horas en enviar:

” No estoy jugando con nadie. Y mucho menos contigo. Solo necesito un poco de tiempo para ordenar esto. Lo que siento. Lo que quiero. Pero tú… tú no eres parte del ruido, Gio. Eres la parte que me da calma.”

💘—>: Calma… ajá. Me encantaría saber qué manual usa este muchacho para confundir calma con caos.

Giovanna leyó el mensaje en la penumbra de su habitación, mientras la ciudad dormía.

Emilia había movido sus piezas. Y ahora, le tocaba a ella decidir si jugaba… o si se retiraba con dignidad.

Giovanna dejó el teléfono sobre la mesita de noche, junto al vaso de agua que no pensaba beber. No contestó el mensaje. No porque no tuviera qué decir, sino porque, por primera vez en semanas, no sentía urgencia de responder.

Había aprendido algo: a veces no ganas moviendo la pieza, sino quedándote quieta y dejando que los demás revelen su juego.

Al día siguiente, en la oficina, lo miró solo lo justo, midiendo la temperatura del ambiente como quien prueba el agua antes de entrar. Fabián hablaba con Emilia en la sala de reuniones, pero sus gestos no eran de comodidad. Giovanna no intervino. No lanzó miradas, no hizo comentarios, no dejó pistas. Solo observó. Y en esa quietud, recobró un poder extraño: el de ver sin ser vista.

💘—>: Y aquí estoy yo, Cupido, el eterno culpable y testigo, flotando como humo entre ellos.

No crean que me he retirado; yo jamás me retiro. Pero hay momentos —pocos— en los que mi mejor jugada es no tensar la cuerda. Que el silencio haga su trabajo. Que los hilos invisibles se enreden solos.

Porque si algo sé, es que el amor no solo se gana con flechas; a veces, se gana dejando que el otro descubra quién le da calma… y quién le da ruido.




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