El Último Deseo de Cupido

✨Capítulo 57 – Respiro.

(O de cómo una copa con amigas puede ser más terapéutica que cien sesiones de coaching)

Era viernes y el cielo de la ciudad tenía ese tono dorado que parecía invitar a bajarle el ritmo a todo. Giovanna aceptó sin dudar cuando Clara, su amiga de las carcajadas fuertes y los vestidos de flores, le propuso una noche de tapas y vino. La tercera en el grupo, Isa, trajo un termo con gin tonic “del bueno” y una lista de temas vetados: no se habla de trabajo ni de hombres que confunden.

—¿Y si yo quiero hablar de mí? —bromeó Giovanna mientras se acomodaba en una mesa del bar con faroles cálidos y sillas de mimbre.

—De vos sí se puede. Pero solo si también hablas de cosas absurdas, como tu obsesión con las libretas nuevas —dijo Clara, alzando la copa.

Rieron. Brindaron. Y, por primera vez en varios días, Giovanna se sintió liviana. No vacía. Liviana. Como si todo lo que la había ido apretando por dentro se hubiera disuelto un poco con cada sorbo.

💘—>: Nota mental mía: tal vez debería lanzar más flechas en bares y menos en oficinas. El vino hace el 70% del trabajo.

—¿Y Fabián? —preguntó Isa más adelante, cuando ya llevaban tres rondas y los tacones empezaban a doler.

—Fabián... está. Como un capítulo a medio escribir —respondió Giovanna, removiendo los hielos de su trago—. Pero decidí cerrar el libro por hoy.

—¿Y si lo termina otra persona? —dijo Clara, medio en broma.

💘—>: El silencio fue breve. Pero hermoso. Y yo, desde mi rincón invisible, lo anoté: esta mujer sabe más de finales dignos que muchos protagonistas que he intentado juntar.

—Entonces, no era mi historia.

Más tarde, cuando caminaba sola hacia su departamento con el aire fresco acariciándole la cara y los zapatos en la mano, Giovanna sonrió. No porque todo estuviera resuelto, sino porque se sentía otra vez al mando de sí misma.

💘—>: Y para mí, eso es peor que cualquier blindaje: las flechas rebotan en quienes ya se han recuperado.

Esa noche, no pensó en mensajes sin respuesta ni en almuerzos compartidos entre líneas. Pensó en lo que quería para su vida más allá de cualquier él. Pensó en escribir otra vez. En comprarse esa planta que no sabía si iba a sobrevivir. En planear un viaje sola, quizás.

En no perderse de vista nunca más.

Fabián estaba en su sofá, con la luz baja y el televisor encendido solo para hacer ruido. No miraba la pantalla; miraba el celular.

No había mensajes nuevos.

💘—>: Señor, si va a refrescar la pantalla cada diez segundos, por lo menos hágalo con estilo.

Habían pasado tres días desde la última conversación con Giovanna. Bueno… “Conversación” es mucho decir. Él habló, ella escuchó, sonrió como si lo entendiera todo, y después cambió de tema.

Desde entonces, silencio.

Fabián se acomodó, estiró las piernas y se sirvió un whisky. Le gustaba pensar que era un gesto casual, pero lo hizo justo después de mirar su foto con ella.

💘—>: Esa foto… la tomé yo, ¿sabían? Bueno, no literalmente con una cámara, pero sí con una flecha. Que ahora está oxidándose en un cajón.

Se preguntó dónde estaría. No la imaginaba en su departamento viendo series. No. Ella no era de quedarse quieta mucho tiempo. Tal vez estaba con Clara, o con esa amiga que siempre decía verdades incómodas. Tal vez riéndose. Tal vez sin pensar en él.

Acertó. Y sí, eso le molesta más de lo que admite.

Su celular vibró. Se lanzó a tomarlo… notificación de una app de comida. No mensaje de ella.

Fabián soltó una risa corta, de esas que más que risa son un escudo.

Sabía que había jugado demasiado con su paciencia.

No era que no la quisiera. Es que no supo mostrarlo. Y cuando lo intentaba, le salía tarde, o raro, o con palabras que no ayudaban.

💘—>: La traducción emocional no es para todos, Fabián. Y créame: usted habla un idioma muy distinto al suyo.

Al final, apagó el televisor y se quedó a oscuras. Whisky en mano, celular boca abajo. No esperaba un mensaje esa noche. O eso se decía.

💘—>: Yo, desde mi rincón invisible, lo miraba y pensaba: Este cree que la historia está en pausa. No sabe que ella ya pasó de página de sus miedos.

Y si me conocen, saben que aquí es cuando me divierto más.




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