Por momentos nos damos cuenta que nos quejamos de tantas cosas en la vida, cosas tan sencillas de resolver, de hacer, de conseguir, pero nos sentamos a llorar por eso, a sabiendas que en realidad no tiene sentido hacerlo.
Mientras otros luchan por vivir, o por vivir relativamente normal, sin prejuicios, o que los vean extraño por las secuelas que puede dejar la lucha contra la muerte.
—Siempre quise volver— Dice Samara saliendo del lugar ya para irse a su carro, mientras León la miraba riendo.
— Me gustó mucho esto mamita— Gritaba emocionada la niña saltando—. Quiero volver otra vez, Leo.
—Prometo que volveremos algún día — Respondió León tomándola de la mano para que dejase de saltar como cabra loca, y ayudándolas a subir al carro, se montó el, y terminó diciendo—. Pero por ahora no será, pequeña.
— ¿A dónde vamos ahora? — Preguntó Ariel.
El sonido del motor del carro, el sonido del aire acondicionado encendido, la vibración leve del carro, eran mas perceptibles por León, más de lo que él mismo pensaba y, escuchar esa pregunta cada instante, solo producía en él aún más miedo y nervios a lo que pasaría, y si no tendría tiempo de llegar a la siguiente parada aún con Samara con vida.
Podía sentir cómo su pecho se apretaba cada vez que escuchaba esa pregunta.
— Creo que iremos a la casa de Mártir.
—¡La biblioteca, claro! —Exclamó Samara con alegría. Parecía como si hubiera escuchado el nombre de un paraíso, o como si hubiera escuchado que la llevarían a sanarse de su enfermedad. No sabía qué pasaría después, pero si de algo estaba segura era que llegaría con vida al lugar que le traía a su mente tantos buenos recuerdos.
Las casas que relativamente estaban igual a como ellos las recordaban, estaban a los lados de la vía por donde iban, incluso pudieron ver en una esquina de una cuadra, la misma casa de color azul con el jardín seco y un árbol inmenso en frente, seco también, aquel que enseguida recordaron cuando jóvenes que, estaba de igual forma, lucia de la misma manera.
Mientras iban por el camino podían recordar tantas cosas de su pasada juventud, donde eran tan felices con tan poco.
Se detuvieron ante una gran casa bibliotecaria, de nombre LA CASA DEL MÁRTIR, donde tenía un gran portón de rejas hechas a hierro forjado, con unas paredes de no más de metro y medio de alto.
Entraron, y fueron recibidos por un hombre de seguridad, el cual les preguntó el motivo de su visita, a lo que León susurro al hombre:
— Últimos deseos de vida.
El guardia de seguridad comprendió la situación y les dejó entrar sin más, mencionándole que había ciertas secciones que estaba cerradas por motivos de cambios de estanterías y libros.
Era una biblioteca inmensa, con más de 120 pilas de estantes y más 30 secciones diferentes, donde podían encontrar hasta lo que no había salido aún a la venta.
Ariel la miró perpleja, y les preguntó:
— ¿Por qué vinimos a una biblioteca?
—Aquí tu mamá y yo hicimos una locura.
—¿Qué locura?
—Cuando estábamos estudiando, nos enviaron a este lugar a buscar unos libros importantes y necesarios para estudiar lo que pedían, pero no sabía que ella vendría también, así que vinimos un grupo, el mismo que estaba en la feria donde conocí a tu madre...
AÑOS ANTES...
—Son dos libros nada más —Dijo león a todos mientras iban caminando para entrar.
—Pero es una biblioteca muy grande vale, ¿tú no has entrado ya? — Refutó uno de los muchachos que estaban con él.
Al entrar, pudieron ver que había un cambio, más estantes, y, por ende, más libros.
— Pero mira tú eso — Dijo sorprendido uno de ellos.
—Solo preguntemos a la recepcionista y ella nos dirá donde están los libros que buscamos y ya.
Mientras caminaban a la recepción, vio a Samara pasar por entre los estantes, y con una sonrisa corrió hacia ella, para poderla ver de frente.
Pero ella no le había visto, por lo que al tenerlo en frente se sorprendió demasiado y le dio un abrazo, diciéndole:
—Me alegra mucho verte León. Mis padres no me han dejado salir, de clases enseguida me van a buscar y ya casi no hago nada sola. ¿qué estás haciendo aquí?
— Vinimos a buscar unos libros que nos pidieron en clase, ¿y tú?
— ¿Vinimos? Ósea que no viniste solo. Yo vine a buscar una novela, "la Casa De Al Lado", quiero leerla mientras esté encerrada; pero deberías de irte porque ahorita viene mi papá y si te ve a ti aquí, me va a matar.
Rieron por un momento, pues león no podía disimular la alegría que le producía ver a su niña linda, sus ojos brillaban como dos estrellas con todas sus fuerzas, sus mejillas sonrojadas por la emoción, pero entendía la situación, y lo menos que quería él, era que fuesen a castigar aún más a su amada.
Se fue corriendo porque vió enseguida que su padre venía entrando, luego de darle un beso en la mejilla.
Todos los chicos lo llamaron diciéndole que ya sabían donde estaban los libros, que solo debían ir a la sección 5-3, y que los libros estaban en la pila 6b.
Se fueron corriendo, aunque sabían que estaba prohibido, y Samara los miró sonriendo, porque ella quería estar con ellos, pero su padre al verla reír con ellos, la tomó del brazo y le dijo que irían a recepción para decirles que ya habían conseguido el libro y que debían de irse del lugar.
—Oigan, la 8 está llena de revistas para adultos, deberíamos de ir a verlas mientras no hay nadie vigilando — dijo uno de ellos con una risa picara, a lo que unos aceptaron pero, León no aceptó, por lo que se quedó buscando los libros.
Mientras leía las portadas de los libros, de un momento a otro vio hacia atrás, y un librero que estaba detrás de él estaba por caerle encima, así que corrió enseguida y salió de ahí.
Miró cómo el estante cayó sobre el otro, y fueron cayendo todos los que estaban al frente, pero lo que más le dolió fue mirar a Samara y su padre que los vio.