Antes del día.
-No puedo esperar más, sólo dime ¿Qué pasa?
No podía con la emoción que sentía.
-De acuerdo...
-No hagas esto más de suspenso. -Dice Gabriela.
-Voy a casarme.
Sonrío sin evitarlo, decirlo en voz alta me emocionaba bastante.
-¡¿Estás hablando en serio?! -Dice sorprendida.
Le doy un asentimiento aún sonriendo.
-¡Esto es muy emocionante!
Gabriela se pone de pie y de inmediato me abraza, se separa y me observa.
-Me da mucho gusto escuchar esto. -Vuelve a abrazarme y después regresa a su lugar. -¿Cuándo será la boda?
Ahí está de nuevo esa pregunta.
-Aún no hemos hablado sobre eso, pero lo más seguro es que sea hasta el próximo año.
-Tal vez para ese tiempo ya tenga acompañante. -Sonríe divertida.
-Espero que ya te decidas por alguien.
-Si... tal vez lo mejor es estar soltera. -Ríe levemente. -Y... ¿Dónde está tu anillo?
-Daniel fue más original al pedirme matrimonio, así que por el momento no existe tal anillo.
-Es una lástima, sería increíble ver cómo resalta el anillo en tu mano.
Cuando salí de la universidad me dirigí a casa, y cuando llegué, encontré unas lindas rosas rojas en la entrada.
Eran realmente hermosas.
Espero que las rosas te recuerden lo mucho que te amo...
-Daniel.
Era un lindo detalle de su parte. Era una de las tantas cosas que amaba de él.
-Gracias por las flores, amor. –Digo con el celular en mi oído.
-No agradezcas, sabes que me gusta darte flores siempre que puedo. -Su voz llega hasta mi interior. -¿Te parece si paso por ti esta tarde?
-Sí, me parece bien.
Cada vez que mi madre me miraba sentía que iba llorar. La noticia de mi compromiso la sorprendió bastante.
Creí que Alex fingía estar feliz por mi compromiso con Daniel, pero era lo contrario, el realmente se alegró al saber la noticia. Alex ya estaba buscando el traje que usaría para aquel día, desde que Daniel le pidió que fuera su padrino.
-Listo. –Daniel coloca las palomitas en el centro de la cama. –Ya puedes reproducir esa aburrida película.
De mi sale una risa.
-Podemos ver otra.
-No, esa está bien. –Se acuesta a mi lado. Observa mi rostro confundido. –Es que me gusta observarte mientras miras algo que te gusta.
-De acuerdo... –Vuelvo a reír.
Miramos la película, aunque bueno, realmente la que miró la película fui yo, la mayor parte del tiempo, Daniel me observaba.
Cuando la película terminó observo a Daniel, y en un movimiento rápido él ya estaba besándome y yo dejándome llevar.
Ese día era seguro que pasaría la noche en su departamento.