El último día

CAPÍTULO IX

El ultimo día.

-Suerte en tu examen hoy. -Dice Daniel antes de que yo bajara del auto. -¡Te amo!

Lo observo y sonrió. Vuelvo a subir al auto para besarle por última vez antes de ir a clases.

-Gracias, yo te amo más.

Daniel vuelve a besarme, de una forma tan tierna, tanto que por poco me convenzo de no entrar a clases para estar con el todo el día.

-Tengo que irme. -Me da un beso rápido en los labios. -Te veo en la tarde, tengo una sorpresa para ti.

Sonrió al escuchar la palabra sorpresa.

-Suena emocionantes. –Lo beso de nuevo. –Nos vemos más tarde, te amo.

-Te amo.

Salgo del auto y camino a la entrada del edificio. Después de hacer el examen, el profesor calificó los exámenes tan rápido, así que los entregó en ese mismo momento.

-Felicidades, fuiste la más alta de la clase. -Dice Ana sonriendo sinceramente.

-Gracias, de algo tenían que servir las desveladas. –Bromee.

-Claro, creo que a mí no me funcionaron. –Dice Ana mirando la calificación de su examen.

-Es un ocho, no reprobaste, eso está perfecto. –Le doy ánimos.

Ana vuelve a mirar su examen, pero esta vez de una mejor manera.

-Tienes razón.

Al llegar a casa lo primero que hice fue ir a mi habitación y dormir por lo menos una hora. Mi cuerpo pedía un descanso después de estar despierta toda la noche estudiando para el examen.

Cuando desperté, fui directo a la cocina a buscar algo de comer.

-Eso es mío. –Dice mi madre dándome un leve golpe en la mano. Cuando se trataba de sus pequeñas zanahorias, era toda una loca.

-¿Alex sigue en la universidad? –Pregunto tomando otra pequeña zanahoria sin importar que mi madre me vea tomándola.

-No, hace un rato llegó, pero Daniel pasó por él y se fueron juntos.

-¿A dónde? –Volví a preguntar.

-¡Ah! No lo sé Halana. –Dice mi madre desesperándose por tantas preguntas. –Solo sé que se fue con Daniel.

Después de prepararme un sándwich, fui a ver televisión con mi madre en la sala.

Cuando me levanté para llevar el plato sucio a su lugar, mi celular sonó en alguna parte de la sala.

-¡Halana! ¡Tu celular! –Gritó mi madre desde la sala.

-¿Quién es? –Pregunté.

-No lo sé. –Vuelve a gritar. –Seguramente los chicos o Gabriela.

Regresé de inmediato a buscar mi celular.

-Hola amor. –Respondí al ver que era Daniel el que llamaba.

-Disculpe. –Dice una voz desconocida para mí. – ¿Conoce al dueño de este celular?

-¿Quién es? ¿Por qué tiene el celular de mi novio?

-Tranquila señorita. –Responde la persona del otro lado de la línea telefónica. –Soy un paramédico, su novio y su acompañante tuvieron un accidente automovilístico, estamos de camino al hospital.

Mi corazón comenzó a latir de manera desenfrenada, sentí que ya no podía permanecer más tiempo de pie.

-¡¿Cómo están?! –Dije desesperada derramando lágrimas.

Mi madre se percató y de inmediato se puso de pie a mi lado para escuchar la conversación.

-Es mejor que vaya al hospital.

Cuando colgué volví a llorar; Me sentía muy asustada.

-Halana, ¿Qué pasa? –Pregunta mi madre queriendo llorar al verme de esa manera.

-Daniel y Alex... tuvieron un accidente. –Lloré de nuevo al escucharme decir esas palabras en voz alta.

-¡¿Están bien?! –Pregunta gritando.

Me puse de pie y tomé las llaves el auto de Alex. Mi madre iba detrás de mi.

-¡No lo sé! El paramédico no me lo dijo. ¡Tenemos que ir al hospital!

El camino fue eterno, por más que mi madre intentara conducir rápido, parecía que no llegábamos.

Cuando llegamos al hospital, pregunté por Alex y Daniel, pero la enfermera aún no sabía nada de sus estados.

Aproveché para llamar a los padres de Daniel y decirles lo sucedido.

Estuvimos esperando cinco minutos, que parecieron horas, cuando de repente apareció el doctor y dijo los nombres de los chicos.

Los padres de Daniel, mi madre y yo nos pusimos de pie de inmediato para acercarnos al doctor y preguntar por ellos.

Ese día mi alma y mi corazón se rompió por segunda vez, sólo que esta vez fue doble y mucho más dolorosa que la primera vez.

Los padres de Daniel al escuchar las palabras del doctor se abrazaron muy fuerte, tanto que puedo jurar que escuché como sus corazones se quebraban al mismo tiempo.

A mi madre por un momento no le funcionaron las piernas, y cayó al suelo, dejando salir un grito de dolor junto con lágrimas que corrían por sus mejillas.

Me puse de rodillas a su lado y la abracé con tanta fuerza. Me dolía ver a mi madre así. Me dolía ver a los padres de Daniel así. Me dolía sufrir por todos.

Los había perdido. Para siempre.

 




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