El Último DÍa De La Tierra

027

Presionaba a Lía dormida contra mi cuerpo durante el viaje a Rayo, un pueblito agricultor cercano a uno de los condados de Roraca. La mirada preocupada de Leo cada cinco segundos se enfocaba en el retrovisor, supongo que quería cerciorarse de que tan mal estaba.


 

El pelirrojo y los otros dos chicos nos acompañaban, Leo le había exigido a Luke que se mantuviera lejos de mí, estaba reacia a creer que un padre fuese capaz de negociar con su hija. Incluso si mí sangre no fuera O negativo y alguien me ofreciera lo que fuera por Lía, incluso si ella fuera mí salvación, jamás pondría mí bienestar por encima de ella. 


 

Me encerre en la habitación acurrucada con Lía una vez llegamos a la nueva casa, mí corazón se encogía al ver a mí pequeño ángel dormir. Era incapaz de creer que Luke, alguien que decía que Lía lo era todo para él, hubiese sido capaz de negociar con su hija. Al ver la pequeña nariz respingada, esos ojos dulces y esa pequeña boquita rosada, me preguntaba: ¿Había sido tan fácil para él negociar con su propia hija? 


 

Al ver a Lía, la sonrisa que formaban sus labios mostrando un diente faltante, al ver sus pequeños ojos destellar de emoción, al verla contarme algún cuento que su mente curiosa e imaginativa creó, me seguía preguntando: ¿Si quiera se fijó en ella cuándo hizo aquel trato?


 

¿Cómo un padre era capaz de...? 


 

¿Cómo Luke pudo ser capaz?


 

No sé cómo fue tú papá capaz de pensar si quiera en darte a esos tipos pero algo te puedo prometer y es que...—Mordí mi labio intetando callar el sollozo que amenazaba con salir—Mamá jamás te lastimaria, mamá prefiere morir antes que tú preciosa sonrisa se pierda, Lía—Le aseguré besando su pequeña nariz un par de veces, acaricie sus mejillas gorditas—Mamá te ama, cielito


 

—Y Leo jamás permitiría que alguna de las dos pierda su sonrisa—Giré mi cabeza para fijarme en Leo apoyado en la puerta con los brazos cruzados, dio un par de pasos para acercarse a mí pero negué con la cabeza, con cuidado me puse de pie y me arroje a su cuerpo.


 

—Mirala, Leo. ¿Cómo alguien es capaz de hacerle daño? ¿Cómo alguien que...Cómo puedes si quiera pensar en lastimarla?


 

—Hey, tranquila, nadie va a lastimarla—Me aseguró pero eso no era cierto, si Luke había abierto su bocota lo más seguro era que habían más idiotas buscando a mí hija o...a mí.


 

—Si Luke ya abrió su bocota lo más probable es que la estén buscando...Leo, no puedo perderla, si algo le pasa...prefiero morir antes que perderla


 

—Hey—Sujeto mis mejillas y con sus pulgares las acarició—Nadie va a morir por que yo voy a cuidarlas ¿De acuerdo?


 

Asentí.


 

Creía en sus palabras.


 


 


 


 


 


 


 


 

Habíamos ido a un centro comercial a unos diez kilómetros por comida y si corriamos con suerte municiones, me detuve en una de las tiendas cercanas al punto de encuentro. Sonreí y me acerqué a la puerta, le di una patada rompiendo el vidrio y pase. 


 

Me fije en cada uno de los accesorios hasta que uno llamó mi atención, lo tomé y lo guardé en el bolso que llevaba. Salí y me dirigí al punto de encuentro, ya todos estaban ahí menos yo.


 


 

De regreso a casa me mantuve en la camioneta mientras Nathan y los otros chicos bajaban las cosas, sonreí cuándo la puerta fue abierta y el olor cítrico y masculino de mí novio me golpeó—¿Planeas quedarte ahí?


 

—Planeaba que tú me sacaras de aquí—Una pequeña sonrisa tiró de sus labios y se acercó para besar los míos, estaba siendo dulce e intercalava besando primero el de arriba y luego el de abajo.


 

—Planeo hacer muchas cosas está noche contigo—Susurró mientras escondía su cabeza en mi cuello y su nariz lo acariciaba—Debes estar lista a las ocho


 

—No tengo...


 

—Ya me encargué de eso—Sonrió con arrogancia, ¡Dios! ¿Porqué tenía que ser jodidamente ardiente? Giré los ojos y lo empuje por el pecho, me regaló una sonrisita de lado antes de dirigirse a dar órdenes.


 

—¡Mami!—Chilló mi pequeña mientras corría en mi dirección tirando de la mano de Mía.


 


 


 


 


 


 


 


 

De acuerdo, el vestido rojo no era la única cosa de infarto en el lugar, no. Leo en ese puto esmoquín negro con su cabello peinado hacía atras dejando a la vista su frente era de infarto, mis piernas temblaron cuándo una sonrisa de lado cruzo por sus labios.


 

Ave María Purísima ten piedad de mí alma.


 

Leo había tomado una de las salas que tenía la casa y la había preparado para una pequeña cena, el lugar olía a frutas y había una canción de fondo que hablaba sobre lo mucho que el cantante amaba y deseaba a una chica. El lugar estaba iluminado tenuemente por luces blancas que colgaban de las paredes y en el centro había una mesa para dos con un par de platos servidos.


 

—Sabía que no me equivocaba con ese vestido—Dijo frente a mí mientras sus manos se deslizaban por la piel descubierta de mí espalda que mostraba el escote del vestido, me mordí el labio cuándo apretó mi trasero.


 

—Mi fantasía de verte con un traje se cumplió—Musite contra su oído, su cuerpo se tenso y no pude evitar soltar una risita ante ello.


 

—No tientes tú suerte, nena—Su voz ronca enviaba una corriente placentera por todo mi cuerpo, ¡Joder! Si me mojaba con tan sólo hablarme al oído—No tienes idea de cuánto deseo arrancarte el vestido con los dientes


 

Que me quitará la ropa era lo que más deseaba.


 

La cena estuvo tranquila, él me contó un par de anécdotas de su vida con esos bonitos ojos brillando y yo le conté cómo había sido mi vida en la universidad y cuidando a Lía. La forma en que me observaba mientras le contaba cómo casi me desmayaba cuándo supe que estaba embarazada, la sonrisas que iluminaban su rostro, hacían que mí corazón se sacudiera.




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