El último dia de los dioses

Capítulo I

Después de unas largas dos semanas, Kayden Nazir y su padre Frank por fín  terminaron los detalles finales del carruaje del noble Browntop, miembro de uno de los clanes más influyentes en el este de la capital del reino de Tecra.

Con tan sólo 14 años cualquier niño perteneciente a la clase obrera del reino; campesinos y artesanos, estaba en edad de trabajar como cualquier adulto, y Kayden no era la excepción. Era un niño muy delgado, aunque algo alto para su edad, sus mejillas marcadas resaltan sus oscuros ojos marrones. Para cualquier carpintero no sería el aprendiz ideal, pero para su padre e igualmente su jefe él era diferente y sabía cómo aprovechar sus verdaderas habilidades al máximo.  

El negocio de los Nazir era uno de los más reconocidos en el este de la ciudad, con acabados exóticos destacaban los carruajes únicos del carpintero Frank Nazir por las carreteras adoquinadas. Pero al contrario de lo que parecería ser un negocio muy lucrativo, la realidad era muy diferente.

Frank Nazir, era un hombre alto y de porte atlético, fue miembro de la armada real, donde se desempeñó como carpintero en un navío de primera línea, los barcos más grandes del reino. Pero había una cosa que diferenciaba a Frank y sus hijos de cualquier Tecro, algo que los hace pertenecer a una clase aún más baja que la plebe. Su ascendencia Saradina; el reino del desierto, se reflejaba en su tez, dándole un bronceado color café, que contrastaba con la mayoritaria tez clara, usual en los habitantes de Tecra.

—Señor Browtop, ¿Qué le ha parecido el color del terciopelo?

—Algo anticuado, pero me sirve.—contestó el señor Browntop con un tono de desagrado—Sin embargo le recuerdo que he traído yo mismo al notario real para cerrar el contrato de venta.

—No se preocupe señor—murmuró Frank—, disponga usted el presupuesto oficial, ahí encontrará todos los gastos.

Aunque Kayden no entendía por qué el notario real era un problema para su padre, ya tenía en mente alguna suposición, pues era bien sabido que la firma de uno valía unos cientos de Tecrones, la moneda de cambio utilizada en todo el reino.

—Pues todo parece estar en orden señor Browntop, ¿Procederá con la compra?

—Si usted ha dado vuestro visto bueno, por supuesto que lo haré—contestó el señor Browntop al notario real.

Después de firmar los papeles correspondientes, se había completado una gran venta en varias semanas para los Nazir. Kayden pensó que era lo mejor que les había pasado en mucho tiempo, sin embargo la cara de su padre de regreso a su hogar reflejaba una gran decepción.

—Padre, ¿Qué sucede?

—Pues hijo, no vale la pena tratar de ocultarlo, la ese notario real nos ha quitado casi todas las ganancias.

—Pero ¿Por qué? Si ha sido el señor Browntop quien lo ha traído, su deber sería pagar sus servicios.

—Si fuésemos nobles tal vez hijo, la ley es clara en esto; si un noble no se siente seguro al comprar a un artesano, puede optar por un notario real para que lo ayude, sin embargo es deber del artesano pagar por estos servicios.

—¿Es que piensan que somos vacas?, es obvio que eso sólo beneficia a Browntop—resoplo Kayden con mucha ira.

—Seguramente—dijo el padre después de una larga carcajada—, pero así son las leyes hijo, y si no queremos terminar en la horca, es mejor no hacer locuras.

—¡Aunque terminemos en la horca, deberíamos hacer algo!—gritó con muchas energías el pequeño.

En ese momento ese grito hizo paralizar al barrio entero, las casas de madera algo viejas del barrio de artesanos, con sus fachadas desgastadas y sus viejos letreros quedaron enmudecidos cuando un sacerdote junto dos caballeros iluminados que lo acompañaban, se detuvieron delante del joven.

—Si he escuchado correctamente lo que habéis escupido por vuestra boca pequeño arenoso, ¡Estaréis en graves problemas!

—¡Perdonadme mi señor, prometo que le daré un castigo ejemplar por su irreverencia!

—¡Claro que recibirá un castigo ejemplar, pero no será por la mano de otro arenoso!, ¡Guardias llevenlo al orfanato de la iglesia!—sentenció el sacerdote.

Frank se colocó de frente a su hijo dándole a entender que no se lo llevarían fácilmente.

—¡Señor, prometo que me encargaré, no se preocupe!—inquirió el angustiado padre.

—¿Sabe? He reflexionado, no me interesa marchar mi alma con dos asquerosos arenoso, que Decam tenga piedad de vuestras almas—comunicó un poco más sereno el sacerdote.

—¡Sus almas no admiten más manchas, así como están es suficiente!—gritó Kayden dejando anonadados a todos en el lugar.

Un silencio aterrador inundó el aire que respiraban los presentes, Kayden no se imaginaba que acababa de sentenciar su vida. Los sacerdotes de la iglesia Decamia son muy radicales con cualquiera que muestre desacuerdo con las leyes, y es de esperarse, pues amenaza su poder en la sociedad.

Frank inmediatamente tomó por el brazo a su hijo y un puesto de verduras a su lado se convirtió en su mejor arma para obstaculizar a los caballeros en la recién comenzada huida. Los dos caballeros iluminados, imponentes con sus pesadas armaduras plateadas, les costó sortear el desorden formado por Frank, sin embargo se resolvieron en seguirlos de todos modos. En la siguiente esquina Frank aprovechó un balde de agua para crear un pequeño pantano en el suelo, que se convirtio en fuente de risas cuando los grandes caballeros se deslizaron hasta toparse con la pared.

Después de cruzar varias calles sin divisar a sus perseguidores Frank retomó el rumbo hacia su hogar. Al llegar a la casa le sorprendió ver que sus otros tres hijos y esposa no se encontraban.

—Seguro están en el río—murmuró Frank

—¿Quienes?

—Tu madre y hermanos, pero no importa, ya los encontraremos de camino.

—¿A dónde vamos padre? Esta es nuestra casa.

—Y si no quieres que sea también nuestro cementerio busca tus cosas—reflexionó Frank sin dejar de recoger cosas en una bolsa—, escúchame bien hijo, no tenemos mucho tiempo, veras en Truma hay un viejo amigo mío, se llama Josias Shadid, es muy famoso en esa ciudad, lo encontrarás fácilmente.




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