El último dia de los dioses

Capítulo 2


 


 

¿Por qué nos pasan estas cosas?"

El camino a casa no fue nada fácil, las preguntas, los miedos, y el futuro nublaban su mente. Por más grave que fuese el delito, siempre un juez le daba al pueblo opción de pedir o no su ejecución, pero el único que no obtuvo ese beneficio fue su padre.

Sin su padre las cosas serían diferente, si sus hermanos y madre a duras penas sobrevivían con lo poco que ganaba Frank en taller, aunque él supiera del arte un poco, nunca fue atento con los procesos, a decir verdad, no le interesaban, pero en ese  momento se culpaba por no haber prestado más atención.

¿Qué sería de ellos ahora?, no lo sabía, pero si de algo estaba seguro era en las palabras de su padre, era la única opción que tenía.

”Busca al capitán, y ve a Bele."

Las calles ya no lucían tan brillantes y vibrantes como antes, el sol comenzaba a pintar la escena de un triste color naranja que amenazaba con traer una tormentosa noche. Kayden sólo podía concentrarse en las líneas que separaban los adoquines del suelo mientras sus lágrimas los impactan constantemente, no había levantar la cabeza, mucho menos para correr. Pero cuando tuvo la percepción de estar cerca de su hogar un humo negro se apoderó del ambiente.

Lo que fue su hogar por tantas noches, ardía en el atardecer más desgarrador que le tocó vivir hasta ese momento, su cuerpo se paralizó, y sólo se limitó a observar cómo la estructura cedía ante las brasas. Una delicada mano cubrió su boca arrastrándolo hacia la sombra de un callejón. No había fuerzas para resistirse.

—¡Hijo!, ¡Hijo, reacciona! 

—Desesperada,  Victoria la madre de Kayden, buscaba traerlo del trance en el que se encontraba.

—Mamá... Papá...

—Lo se hijo, lo se todo, pero ahora no hay tiempo de lamentarse, este ya no es un lugar seguro para nosotros.

“Nunca lo fue...”

Victoria, una bella mujer delgada, un largo cabello castaño, ojos pardos y una delicada piel blanca algo bronceada por el sol; común entre los habitantes de las costas de Tecra.

Tomó a su hijo del brazo y colocando un turbante sobre su cabeza lo sacó de la cruda escena que llenaban sus ojos, caminando rápido entre las sombras  que aún se dibujaban por la escasa luz del sol hasta ese momento. Las casas de ladrillos y piedra, alternaban en colores mientras se acercaban a su destino, indicando que se encontraban en una zona donde la plebe de la ciudad estaba mejor acomodada, por lo general reservada para ilustres artesanos y grandes militares, aun así estaban lejos de estar a la altura del barrio más pobre de los nobles.

Una enorme mansión apareció ante sus ojos al subir la mirada, revestida de estuco y pintada de un color rosa con columnas blancas, la casa mansión de dos pisos parecía gritar que su dueño vivía muy bien. Victoria dio tres discretos toques a la gran puerta y en pocos segundos una pequeña mujer con uniforme de sirvienta los dejó entrar al gran salón principal. Bellamente decorado, tenía muchos finos detalles en todas las esquinas, un gran candelabro que iluminaba el lugar y una escalera que caía como una cascada por debajo de este.

Al cabo de unos minutos sus otros tres hermanos aparecieron por uno de los pasillos que quedaban al fondo. Samuel, Kia, Namira, de 20, 19, y 12 años respectivamente corrieron entre lágrimas a abrazar a su hermano. Entre los sollozos, Kayden pudo ver a su abuelo en el segundo piso, este con su cabellera blanca y pesada contextura comenzó a descender del tope de las escaleras.

Víctor Clark, su abuelo, era un hombre muy estricto, había logrado una importante carrera militar, específicamente en la armada, donde en algún momento se ocupó de hacerle la vida imposible a su difunto yerno, ya retirado aún daba clases en la escuela naval, donde su experiencia era muy valorada.

—Ven a mi despacho Kayden, debes contarme todo.

Kayden aun con la mirada fija en el suelo y mientras por su mente aun pasaban las imágenes de todo lo había sucedido, se dirigió al despacho de su abuelo, se sentó frente a su gran escritorio rodeado de estanterías repletas de libros, seguramente novelas baratas, ya que toda la información valiosa sólo podía estar en manos de la iglesia y los nobles. 

—Tu padre fue acusado de blasfemia por la iglesia, ¿Es cierto?

—Yo... —Kayden no pudo retener más sus lágrimas—. ¡Fui yo! ¡Yo lo dije!

—¡Kayden! ¡Basta! 

—Interrumpió su abuelo—. De nada sirve llorar, tu padre no volverá. Así que asume que eres un hombre y dime qué fue lo que sucedió.

—Dis... ¡disculpe señor!—excusándose Kayden secó sus lágrimas y se repuso—. Yo insulte al sacerdote, fue mi culpa, mi padre sólo me defendió pero...

—Entiendo, tranquilo no hace falta que sigas, tu padre nunca fue de mi agrado pero con el tiempo lo acepté. También me duele que se haya ido. 

Después de un silencio donde el viejo  parecía rendir sus respetos a su yerno, se levantó y tomó un libro de uno de sus estantes, detrás había una bolsa pequeña, al colocarla sobre la mesa el sonido metálico de las monedas dentro denoto una gran cantidad.

—Mañana, partirán antes del amanecer, tu tío Rolf los estará esperando en el puerto de Truma. Con esto pagarán la ciudadanía de todos y podrán trabajar en la ciudad, seguramente encuentran algún taller cerca de la casa de tu tío.

—Abuelo, mi padre me dijo algo antes de morir. Que buscará a Josias... 

—¡¿Shadid?! ¿En qué estaba pensando Frank? Bueno no importa, tu hermano entonces lo buscará con Rolf.

—¡No! Digo... es que tengo que entregarle algo —murmuró Kayden despertando la curiosidad de su abuelo.

—¿Qué tienes que entregarle? Igual lo hará tu hermano mayor—sentenció Víctor con mucha determinación.

—Es que... ¡Debo hacerlo yo! Mi padre me contó sobre una ciudad en las montañas y debo—Kayden tapó su boca con sus manos en cuanto se dio cuenta del grave error que había cometido.




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