El último dia de los dioses

Capítulo 4

—Baje el arma joven Nazir—advirtió el mayordomo apuntando a Kayden con un mosquete.

—¡No, déjalo Calvin, apuesto mi fortuna a que este inútil ni a esta distancia me da!—Levantándose lentamente gritó Josias.

—Me vuelve a subestimar señor—amenazó Kayden.

—¡Vaya! El chico también tiene lengua, veamos si tus amenazas están a la altura de tu valor... ¡Dispara!

Luego de un segundo donde Kayden pensó en la posibilidad de acabar la vida del obstinado anciano, Kayden suspiró y extendió su otra mano.

—Sólo quiero el amuleto.

—¡¿De que amuleto habla Calvin?!, no intentes huir chico, pruebame que no eres tan idiota como tú padre y ¡Muestra algo de valor!

—Señor, en la mochila del joven estaba esto: el amuleto de la casa Nazir.

—¡Ja! ¿El cobarde de tu padre lo conservó? Da igual, sus posiciones fueron expropiadas cuando desertó—explicó el capitán—. Ya no existe la casa Nazir.

Un nudo se formó en la garganta de aquel chico, este camino, su único camino parecía cerrarse cada vez más.

“No hay vuelta atrás”

—No me dejaré engañar por tus palabras viejo moribundo, ¡Lo averiguaré por mi mismo!

—!No me hagas reír! —bufo Josias—. La razón de que tu familia no hayan sido encontrados por mis escorpiones, es que ya bastante tenía con que el inútil de Phra'ik huyera, también se tenía que llevar a la única hija de Víctor. —¿Phra'ik?

—Si Phra'ik, ¿O como es que era su nombre Tecrano?

—Frank mi señor—corrigió el mayordomo.

En Tecra se creía en un dios diferente de los que adoraban los Saradinos, una razón importante del odio que les tienen, por eso, para que un Saradino pudiese vivir y casarse en sus tierras debía renunciar a sus dioses y bautizarse en el Decam, con esto se les daba un nuevo nombre de acuerdo a su tradición.

—A si Frank, o como se llamará, metió a tu madre en un delito contra la seguridad de la organización, razón suficiente para que fueran asesinados.

—¿Por qué no lo hiciste?

—No me importa matar a un mugroso nieto de Víctor, ¿Pero a su única hija? —Josias hizo una pausa después de decir eso, dando a entender que no sería una decisión agradable.

El mayordomo Calvin aclaró su garganta interrumpiendo nuevamente la conversación de los dos.

—Mi señor, permítame aconsejarle que asesinar al joven Nazir, no sería conveniente, con todo el alboroto seguro ya varios vecinos están afuera tratando de saber que pasa. Además si se supiese que mató usted a otro Saradino no sería bien visto.

—Como hubiese amado acabar con tu vida, ya que la iglesia me quitó el placer de quitarsela a tu padre —sentenció Josias—. Ven a mi despacho, ya tengo la manera de deshacerme de ti.

—Ni lo sueñes, entregame el amuleto y me iré.

—Joven Nazir, por recomendación de su abuelo, y en parte mía le sugiero que pase. No solo tiene detrás de usted a los escorpiones, la iglesia y el caballero Gael también demandan su cabeza.

Al escuchar el nombre del caballero iluminado, Kayden comprendió que a pesar de que el capitán quería matarlo, tendría más posibilidades contra él.

“Quizás aquí encuentre más respuestas que por mi cuenta”

Kayden asintió y se adentró junto a los dos señores en la mansión.

—Calvin encargate del desastre—ordenó el capitán.

—Enseguida mi señor. ¡Mary, Celia!

Rápidamente las dos señoritas que se ocultaban en la cocina, presas del miedo, acudieron a la sala principal. Dos jovencitas de veintitantos años de piel bronceada y muy presentables. Se apresuraron a recoger el desastre que dejaron las balas a su paso, ante la asombrosa vista Kayden se distrajo un momento de la tensa situación.

—¡Eh! Niño muevete, están fuera de tu alcance—dijo Josias y luego una sonora carcajada le trajo toda la rabia que había estado sintiendo hace un momento.

El despacho del capitán Shadid era muy parecido al de su abuelo, estanterías repletas de libros y medallas por todos lados rodeaban el fino escritorio barnizado de blanco.

—Siéntate. ¡ah! Pagarás por este dolor de cabeza.

Kayden fingía estar serio mientras por dentro disfrutaba del dolor del viejo. Sin embargo, aún estaba en cascada de pensamientos cuestionando cómo saldría de todo esto.

—Bueno...

—Kayden. Kayden Nazir

—Ah si, Kayden. Seguro es un Tecranismo para ¿Kadar tal vez?, no importa, escucha, te explicaré en que estas metido y luego podrás decidir... ¿Cómo morir, quizás?

—No moriré tan fácil

—Si claro, quizás dures lo mismo que tu cobarde padre.

—¡Mi padre no es ningún cobarde! ¡Murió protegiéndome!

—¿Ah sí? Ese inútil se quiso redimir a última hora, igual no dejará de ser un cobarde.

—No se de quien este hablando, ese no es mi padre, él no es ese tipo de hombre.

—Yo te diré quien es tu padre, ¿Conoces de Bele, no?—Al ver a Kayden asentir prosiguió—. Tu padre Phra'ik nació allí, igual que yo, bella ciudad,  nada que ver con este revolcadero de cerdos asquerosos. En fin, resulta que al principio tu padre no era tan inútil, tanto que lo enviaron a ser mi aprendiz, y vaya que tienes que ser bueno para ser mi aprendiz. Luchaba muy bien y tengo que reconocer que quizás hay algo de eso en ti, se graduó en la armada real como teníamos previsto. Pero no sabemos porqué le gustaba tanto reparar barcos, una manera de desperdiciar sus habilidades claro está. Luego se le ocurrió la brillante idea de casarse con tu madre, y dejar todo por ella. Como no se lo permitimos claramente, a las brillantes ideas de tu padre se le sumó una mejor: escapar. Vaya que era inteligente, no sólo se hundiría en la pobreza él, si no que arrastró a la amada hija de mi único amigo en su miseria. En Bele no cayó bien esta noticia, me ordenaron llevar su cabeza en una caja, ¡Al igual que mi reputación!, oh pero por fin Decam me liberó de ese inútil.

Kayden no sabía como reaccionar, quería gritar que todo eso era mentira, pero al mismo tiempo aclaraba muchas de sus dudas. La razón de vivir en una ciudad donde no eran bienvenidos, si su abuelo era un gran militar y al parecer su padre también, ¿Por qué eran tan pobres?, un artesano no debería vivir tan mal como ellos lo hacían. Kayden a pesar de ser un niño se daba cuenta de eso, y por fin una verdad dura, pero una en la que podía confiar se le presentaba.




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