Merryl.
La ciudad estaba completamente llena, casi no había espacio para moverse. Miles de ropas de distintos colores adornaban cada calle. Los gritos, risas y conversaciones eran lo que marcaba el ambiente. Había miles de mercaderes vendiendo sus extravagantes joyas y mercancías, otros vendiendo comida exótica de algún lugar lejano. En algunas plazas se podían ver bailarines, artistas y músicos de distinta índole.
Para Merryl era algo nuevo y emocionante. Nunca había visto a tanta gente reunida en las calles
En una pequeña carroza tirada por unos caballos reales, Namari, Kaman, Gerak y Merryl iban montados uno frente a los otros. Por fuera iban las criadas y varios guardias, protegiéndolos, sin embargo, también disfrutando del ambiente festivo que se respiraba en cada paso.
La carroza por fin se detuvo en una de las plazas principales. Merryl quedó sorprendido. Ver todo aquello desde abajo era aún más sorprendente, más que nada por su corta edad y estatura.
—¡Vamos, Merryl! —gritó Namari—. Tienes que probar el pastel de chocolate de Itopia.
Ella tomó la mano de Merryl y empezó a correr hacia algunos puestos de la plaza. Una de las criadas les gritó que se detuvieran, pero al no hacer caso, todas tuvieron que correr tras ellos, seguidos por los guardias. Gerak y Kaman solo se limitaron a mirar desde la distancia con una sonrisa honesta.
Namari y Merryl pasaban de puesto en puesto. El pastel de chocolate fue el más delicioso que Merryl había comido alguna vez. El vendedor les dijo que era una receta secreta de su abuela, quien la aprendió de su propia abuela, y seguido así en una larga tradición de generaciones incontables.
Ante aquel hermoso sabor, repitieron la porción unas cuantas veces mientras escuchaban una historia del vendedor. Era sobre su tierra; sobre como su padre, para vengarse de un guardia que le rompió la nariz en una ocasión, mezcló en uno de sus pasteles una «hierba mágica», lo que provocó que el guardia corriera desnudo en los pasillos del castillo y bailara así frente al rey.
Namari y Merryl escuchaban cada palabra con chispa en sus ojos, imaginando cada una de ellas como si ellos fueran los protagonistas. Los guardias que escuchaban la historia reían, aunque no le creían en absoluto. La verdad era que sí había ocurrido; pero el mercader omitió la parte de la golpiza que le dieron a su padre que lo dejó ciego. Las criadas escuchaban con un gesto de incredulidad total, aunque también compraron una porción de ese pastel, la que les cambió su semblante.
Prosiguieron la marcha.
El grupo daba vueltas entre los mercaderes, músicos y artistas que alegraban el ambiente. Merryl vio joyas de tantos colores y que brillaban con una intensidad asombrosa cuando el sol daba justo en el centro. Hubo varios músicos que cantaban historias de los caminos, sobre monstruos que podían verse en algunos lugares, canciones que se burlaban de algunos reyes; y pasando también hacia lo obsceno en muchas ocasiones. Merryl no entendía muchas de estas canciones. Aunque las mismas sí hacían reír a los guardias y a las criadas; salvo por Kaman y Gerak quienes parecían no inmutarse con nada.
Pasando las horas, y pasando también las calles, llegaron a una masa de personas que se veía mucho mayor a las anteriores. Era un círculo que contemplaba algo.
—¿Qué ocurre allí? —preguntó Merryl, genuinamente sorprendido.
—Es un torneo de luchas —contestó Namari.
—Es un torneo de caballeros —intervino Kaman, quien se había parado junto a ellos—. Es uno de los grandes eventos del festival.
Merryl escuchó aquello con cierto brillo en los ojos. Pensó en que no podría abrirse paso entre toda aquella masa de personas. Namari lo vio de reojo y entendió.
—Hermano, ¿puedes llevarnos hasta allí? —preguntó Namari, apuntando con un dedo hacia delante.
Kaman dio un pequeño vistazo hacia su hermana. Pensó unos segundos hasta que se agachó e impulsó a su hermana sobre sus hombros.
—Gerak, lleva al muchacho —dijo Kaman.
El guardia hizo lo mismo con Merryl. Empezaron a abrirse paso entre la multitud, lo que no fue tarea difícil, ya que la mayoría de las personas ya reconocían al hijo del rey. Llegaron rápidamente a una primera fila para ver el combate.
El espacio era un anfiteatro circular con varias escaleras que daban a un espacio de arena y con paredes de mármol que cubrían todo. Había una serie de gradas construidas para las personas que querían ver el combate; aunque estaban todas ya repletas.
Al fondo ya se podía ver a dos caballeros con armadura. Merryl quedó atónito ante el tamaño de esas dos personas. Uno media dos metros y cinco, y el otro media solo cinco centímetros más. Ambos vestían armaduras exageradamente gruesas y pesadas. El primero de los caballeros tenía una gran armadura dorada con una capa roja en su espalda; y por lo que podía ver Merryl una cabellera negra corta. Y el otro vestía una armadura plateada junto con una capa azul partida en dos. No tenía cabello, pero sí una barba de color café oscuro. Cada uno de los caballeros tenía a su lado una enorme espada con una empuñadura tan larga como el antebrazo de Merryl.
Junto a estos dos gigantes, se podían ver además varias personas ocupando un espacio central en la arena.
—Creo que llegamos justo a tiempo —afirmó Kaman—, están a punto de comenzar.
Una de las personas que estaba de pie en el espacio central de lo que era la arena, tomó aire y gritó.
—¡Bienvenidos todos al primer combate del festival! —comenzó con entusiasmo—. Este año tenemos combates espectaculares para acompañar toda la alegría. Tenemos combates que los harán estremecer, suspirar, sentir terror y angustia, que los harán levantarse de los asientos alabando al ganador.
El presentador giraba en círculos para dirigirse a cada uno de la audiencia. Hacía gestos exagerados, como si estuviera manejando una espada. Daba saltos, giraba sobre sí y más. Todo el público aplaudía fervientemente ante el carisma del hombre. Merryl jamás había visto a tanta gente aplaudir y gritar. Incluso las personas que parecían nobles por su aspecto aplaudían de manera entusiasmada.