El Último Dios

Capítulo 2, parte 8: Noticias.

Merryl.

Todos estaban reunidos en la habitación de Merryl esperando las noticias. La noche estaba cayendo una vez más. Otro día iba pasando. Había cierto nerviosismo en el ambiente. Aún había muchas preguntas sin respuestas.

La habitación de Merryl no era grande. Lo suficiente para que todos pudieran estar allí de forma cómoda. Era una sala circular en su mayoría, con ciertos espacios que daban hacia bordes monótonos. No tenía muchos muebles dentro. Una cama, un pequeño escritorio y un sofá eran los pocos muebles que adornaban el lugar. Las paredes eran de ladrillos pintados de colores negruzcos. La luz era proporcionada por medio de una ventana junto a cortinas de colores violetas. La mayoría de las habitaciones eran de esta manera, en especial las del servicio.

Merryl estaba recostado en el sillón con su cabeza en los respaldos y sus pies entrecruzados. Miraba al techo de madera y jugaba con su pie derecho para no caer dormido.

El único sonido que había en la habitación era el golpeteo de las yemas de los dedos de Celdrik sobre la mesa de madera. Dejaba caer cada dedo por separado, produciendo un pequeño sonido rítmico.

—Esto está tardando mucho —dijo Morth, quien estaba apoyado al lado de la ventana de la habitación, la cual dejaba pasar una pequeña brisa cálida que hacía que el ambiente fuera más grato—. ¿Es normal, Merryl?

—No lo sé —dijo mientras se incorporaba sobre él mismo—. Nunca he solicitado nada de la orden hasta ahora. La mayoría de las veces que usé a mi águila fue para reportarme.

—¿Y el resto de las veces? —preguntó Celdrik.

—Para pedir comida sin tener que recorrer todo el castillo —respondió con una pequeña sonrisa, y evadiendo la mirada por vergüenza.

Desde la cama, Lettah soltó una pequeña carcajada. Ella estaba recostada en el respaldo del catre. Aunque dormitaba, estaba atenta a lo que ocurría. Era lo normal en ella, en especial cuando dormía en bosques. Antes la apodaban «La Serpiente», pues podía reconocer pequeñas vibraciones mientras dormía. Claro, eso fue antes de que su apodo fuera «La Mensajera». Aunque también la llamaban «La Fantasma de los Caminos».

—¿No tienes miedo? —preguntó Morth.

—Sí, pero no tiene sentido estar inquietos al respeto —dijo Merryl, rascándose la cabeza—. La carta llegará eventualmente. Lo único que podemos hacer es pasar el rato, y lo mejor para eso es hablar con tranquilidad entre nosotros.

Morth dudó un poco de aquella respuesta. Se mostraba preocupado. Tenía los hombros tensos y sus brazos cruzados. Miraba la ventana y las estrellas que empezaban a iluminar una porción del cielo. La vista era hermosa, una parte anaranjada y la otra negra con pequeños puntos luminosos que iban apareciendo poco a poco. Se relajó, pero sin dejar de mostrar miedo.

—Si vamos a hablar… ¿Puedo preguntar algo? —dijo con vergüenza.

—Ya has preguntado varias cosas —bromeó Merryl—. Solo hazlo. Estamos en buena compañía.

—¿Qué se siente viajar por todo el mundo? —preguntó con interés y brillo en sus ojos.

Merryl se echó hacia atrás, con su espalda en el respaldo. Miró una vez al techo y pensó. Extrañaba viajar por el mundo. Recordó el colorido tono de Rosea, las planicies de Karmino, el olor de la bruma y la marea del Gran Puente, y la nieve que se metía entre sus botas en Ogkaldt. Eran buenos tiempos junto a su padre y viajeros que conocían cada cierto tiempo. Recordó a Namari y a su hermano. Suspiró, pero no en señal de enojo o molestia: era más bien como una forma de felicidad. Se incorporó una vez más.

—Pues, depende de la compañía —respondió con una sonrisa pequeña en sus comisuras—. Pero siendo sinceros, tengo muchos buenos recuerdos de cada lugar que visité. Creo que la mayoría de las enseñanzas que aprendí fueron durante mi viaje con mi padre.

—Ya… A mí también me gustaría conocer el mundo —dijo Morth con cierta melancolía.

—Aún eres joven. De seguro la oportunidad se presentará cuando menos te lo esperes —dijo Merryl, tratando de alentarlo.

—¿Y si el día de mañana me envían a combatir? —replico con suavidad—. Se acabaría mi oportunidad para siempre.

Merryl vio a su nuevo amigo mientras este cambiaba su mirada a una de abatimiento. No era fácil responder a ese tipo de comentarios. Su padre se lo había enseñado. Había cosas donde no podría intervenir, por mucho que quisiera. Era algo que frustraba a Merryl.

—No puedes vivir tu vida pensando que eso pasará —dijo Lettah—. Yo solía pensar como tú, que cualquier día iba a morir, por lo que no importaba lo que hiciera. La vida es cruel, injusta, cruda en casi todos sus sentidos; pero, si encuentras un motivo para pelear, créeme que todo se hace más sencillo.

—Lettah tiene razón —dijo Merryl, mientras se ponía de pie y levantaba sus brazos para estirarlos—. Cuando tienes un motivo para pelear, cuando tienes ese algo que proteger, vas a salir vivo de cualquier pelea.

Morth miró a todos. Cambió su semblante a uno más tranquilo. Su cara seguía mostrando preocupación, pero sus ojos dejaban ver algo de paz. Merryl no sabía si las palabras de Lettah llegaron al corazón de Morth, pero confió en que así fue.

Pero ahora era Celdrik quien tenía una mirada perdida.

—¿Pasa algo, Celdrik? —dijo Morth preocupado, mientras daba unos pasos hacia su amigo.

Celdrik suspiró con pesar. Volteó para ver hacia la puerta y cerró los ojos. Trataba de evitar la pregunta. Jugaba con sus dedos en señal de nerviosismo.

—Me gustaría tener ese motivo para pelear —dijo suavemente y con melancolía. Se había incorporado un poco en sí, pero no vio a nadie a los ojos. Negó con la cabeza para sí mismo—. Después de lo que ocurrió con mi esposa… Pero no quiero hablar del tema, no por ahora.

—No te preocupes —dijo Merryl mientras se acercaba y le daba pequeñas palmadas por su espalda—. Para eso estamos aquí.

Merryl vio a su amigo. Parecía de mejor ánimo. Celdrik viajaba junto a él para encontrar un nuevo objetivo en su vida. Un nuevo sueño.




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