Tylon y Lina.
La noche llegó para Tylon y Lina. La esperaron durante horas.
Habían logrado llegar al tejado en donde presenciaron la muerte de los nobles del reino vecino. Lograron llegar allí con muchas dificultades. Por suerte, ambos sabían moverse con sigilo por la ciudad. Los callejones fueron sus amigos y las sombras sus mayores aliados. Aunque no fue sencillo mover a un niño dormido en una ciudad llena de guardias que buscaban ansiosos. Por suerte, el ocaso había disminuido el número de patrullas en la ciudad.
Solo quedaba un problema: cómo huir.
Aún no lo pensaban. Ni siquiera habían discutido al respecto. Seguían en el proceso de duelo. Cada uno estaba atrapado en sus pensamientos y traumas. Llorar no era una posibilidad, aún.
Tampoco habían pensado cómo explicarle a su pequeño hermano, que seguía en su mundo onírico, lo que había pasado. ¿Cómo se le explica el concepto de muerte a un niño? No sabían cómo explicarle la horrible realidad en la que iba a tener que vivir cuando despertara.
Los hermanos estaban recostados en las salientes. Por suerte, sin visión de ninguno de ellos desde el suelo. Estaban uno frente al otro. Separados por unos pocos metros y sin mirarse.
Lina miraba las estrellas y las nubes poco visibles en el cielo.
Tylon miraba a su pequeño hermano mientras seguía descansando.
Tylon quería a Quallin como si fuera su propio hermano. Por unos momentos cerro los ojos y trato de recordar su vida pasada. Aunque fue un intento en vano. ¿Tenía un hermano mayor que lo miraba como él a Quallin? ¿Cómo se llamaban sus verdaderos padres? Pero nada le vino a la cabeza. Y sabía que no encontraría respuestas.
Su padre adoptivo fue sincero desde el primer momento. Recordaba la historia. Se la relató cuando cumplió doce años, la edad donde en Alsana consideraban que los niños se convertían en adultos.
Hace catorce años la guerra entre Karmino y Alsana estalló. Las muertes de ambos bandos sumaban miles de muertes, y la estabilidad económica bajaba con cada batalla.
Lo peor era la historia que existía detrás.
En la antigüedad, la Compañía Carmesí logró la fama ayudando a Alsana a cortar las cadenas que el imperio de Bellum tenía sobre estos últimos. A raíz de esto, Alsana les proporcionó una porción de tierras como una recompensa a los mercenarios. No era una porción extensa, pero sirvió para cumplir los sueños de monarquía de los Nueve Grandes de la compañía.
Con este hito, Alsana fue el primer reino en lograr la independencia de Bellum. Seguido por Rosea y Entia, siendo estos los últimos en liberarse. A estos dos se sumó Karmino, en honor a la Compañía Carmesí.
Así se formaron los reinos que han perdurado hasta el día de hoy en el continente.
Pero ambos reinos que alguna vez fueron aliados ahora luchaban.
Alsana estaba desesperada. Buscaba que nadie interviniera en el conflicto. Querían exterminar a las personas que les dieron su libertad con sus propias manos.
Karmino no iba a permitir que los borraran de la existencia. No luego de cumplir sus sueños. Para aquello, recurrieron a Rosea. Aprovecharon la presión de Alsana sobre el Reino de las Flores para atraerlos a una alianza: El Pacto de la Flor Roja. Llamado así por ser celebrado durante la época del festival de Rosea, y el color característico de Karmino.
De esta forma comenzaron las Guerras del Pacto.
Alsana no pudo resistir. Los ataques venían por ambos frentes sin descanso. Terminó por rendirse cuando sus enemigos llegaron a la Capital del Sol: el lugar donde estaba el palacio real; a lo menos uno de ellos.
Ambos reinos ganadores se expandieron. Karmino hacia el este y Rosea hacia el oeste.
Pero el reino de Alsana no perdió. Ganó odio hacia sus vecinos. Ganó una cicatriz que perduraba hasta los días presentes. Se sentían traicionados. Y la traición no se borra de la memoria de nadie.
La historia no terminaba aquí. Una guerra no es una guerra sin la muerte de los inocentes. Tylon no recordaba su nombre original, solo sabía que tenía su nombre actual en honor a su padre adoptivo.
Fue Ylon quien hizo arder el pueblo donde Tylon nació. Nadie vivió, solo un niño que lloraba bajo los escombros. Desde corazón del general nació la compasión al ver los cadáveres que protegían a su hijo. Fue un sentimiento que le produjo un dolor que ninguna espada podría replicar. Tomó al niño en sus brazos y lloro. Pidió perdón entre gritos. Prometió que iba a dar su vida a cambio de la que acababa de arrebatar.
Y allí estaba Tylon ahora, sentado en el suelo de un reino que lo quería muerto. No solo a él, sino también a los pocos que apreciaba. No podía permitir que la muerte de su padre y madre fueran en vano.
Se arrastró hasta quedar frente a su hermanastra. Ella parecía no notar su presencia.
—Tenemos que irnos —susurró lo más bajo que pudo.
Lina bajó su cabeza y vio a Tylon con tristeza. Volvió a dirigir su mirada hacia otro lado.
—No —dijo también con un susurro—. No hay forma de escapar. Solo ríndete, y espera a que nos encuentren.
—¿Y eso es lo que quieres? —preguntó Tylon con decepción—. Luego de que ellos se sacrificaran.
—Eran mis padres, no los tuyos —dijo Lina con molestia—. Tú no tienes derecho a decir eso.
—Eran mis padres también —dijo con tranquilidad—. ¿Crees que eres la única que sufre? Llevo toda mi vida sufriendo sin saber nada sobre mi pasado, y sufro ahora mismo con la muerte de las personas que más quería. Sufro ahora porque no quiero dejar que Quallin sufra el mismo destino. Deja de ser una egoísta por una vez en tu vida, y piensa en alguien más por primera vez.
Lina abrió los ojos casi por completo. No esperaba a que su hermanastro tomara tanta valentía. Su corazón una vez más palpitaba con determinación y ganas de vivir. Sabía que las palabras de su hermano eran verdad. Quizás solo necesitaba que alguien se lo digiera por primera vez.