El Último Dios

Capítulo 2, parte 12: Nuevos amigos.

Merryl.

Ya llevan unos cuantos años como una Orden. Su autoexilio a ese gran trozo de piedra sobre el océano por algún motivo no sorprendió a nadie. Por lo menos, durante este tiempo, los avances que han logrado nos benefician a todos.

Delante de Merryl, la Fortaleza del Vacío se alzaba. Se quedó quieto mientras los soldados pasaban a su lado. Aguardaba a un costado del camino real junto a su caballo. El sol de la tarde ya se iba alejando hacia el oeste. La noche caería en pocas horas.

Había olvidado este lugar. Quedó impresionado una vez más, a lo menos en parte. La luz se reflejaba en las paredes y torres grises que se levantaban. El cielo azul parecía menos importante frente a la estructura misma. El verde del valle se combinaba casi de forma mimética con la fortaleza, y a esta se le unían algunos bosques y montañas a lo lejos.

La Fortaleza del Vacío se construyó como un puesto fronterizo para tener control sobre «El Vacío»: una gran rasgadura en la tierra que se extendía por todo el valle hasta el mar del oeste. La rasgadura era tan profunda que solo se lograba ver oscuridad, incluso aunque el sol la iluminara.

Al comienzo, la fortaleza en realidad era solo un puente improvisado. Todo mientras el imperio creciente de Bellum comenzaba a explorar territorios cercanos. Fue cuando descubrieron que existía una pequeña civilización llegando cerca de los territorios del norte que se decidió crear la fortaleza como tal.

En un principio, no era más que un lugar para mantener el control. Principalmente, porque era la única forma de cruzar de un lado hacia el otro de forma sencilla. El ancho de la rasgadura hacía imposible pasar hacia el otro lado sin un puente. A lo menos eso creían casi todos. Desde el imperio de Entia, el reino vecino, se podía caminar hasta el valle y escalar por la parte baja. Claro, considerando que El Vacío se extendía cientos y cientos de metros hacia arriba, por lo que escalar el mismo era complicado. Incluso imposible cuando se trataba de mover grandes ejércitos. Y desde el lado de Bellum, el proceso era el inverso: bajar por medio de escalada el risco para rodear todo el valle.

Con el paso del tiempo, mientras las relaciones comerciales entre Bellum y Entia empezaban a mejorar, el lugar se convirtió en un pequeño mercado. Comerciantes de ambos lugares se reunían para intercambiar especias exóticas, telas, animales, entre otras cosas.

Fue cuando Entia empezó su movimiento de independencia que la fortaleza cambió a un rol táctico militar. Esto fue el gran problema de Entia en su historia. Todos los conocían por ser los primeros en levantarse en armas contra Bellum, pero los últimos en liberarse. La fortaleza impedía el paso y los ataques. Y la inferioridad militar y tecnológica los condenaba. Ambos factores fueron lo que retrasó su libertad.

Luego de la independencia que logró Entia, el lugar volvió a ser un sitio de comercio y paso. Hasta que una nueva guerra comenzó.

El caballo relinchó y movió su cabeza. Merryl giró la suya también. Ya se veía el fin de la marcha. Se bajó de su caballo con un salto, cayendo sobre el pasto al lado del camino. Se dirigió a la cabeza de su caballo y lo acarició por sobre sus orejas. Gesto que el animal agradeció con otro relincho. El cazador sonrió, y de su pequeño bolsillo sacó un terrón de azúcar que volvió a hacer feliz al animal. Lo tomó por las riendas, y lo encamino detrás de los soldados restantes.

Mientras caminaba junto al equino, pudo ver mejor la fortaleza. El paso del tiempo sí la había afectado un poco. Algunas hojas de musgo salían entre algunos ladrillos. Pero en general conservaba toda su solidez. Era increíble que resistiera así sin ningún tipo de cuidados en el exterior.

La fila de soldados iba desapareciendo. Frente a Merryl, una puerta en forma de arco daba la bienvenida. Custodiando la puerta, un soldado recibía a todos. Cuando vio a Merryl, levantó su brazo y clavó la lanza que portaba en el suelo. Era un saludo militar para altos cargos; aunque algo impreciso.

—¡Señor cazador! —gritó con entusiasmo fingido—, nos informaron de su llegada. Sea bienvenido.

Merryl le dio un vistazo. Era joven, con apenas los años cumplidos para haberse alistado a los ejércitos de Bellum. El saludo denotaba que no tenía aún la disciplina suficiente, y la forma en que movió su arma denotaba la falta de manejo con la misma. Quizás solo le encomendaron una tarea sencilla, pensó.

—Baja el brazo —le dijo Merryl, moviendo la muñeca de arriba a abajo—. Me halaga, pero no soy tu superior.

El chico, con un poco de miedo, obedeció. Apoyo su arma en su hombro. Parecía que ya había tenido problemas con aquello en el pasado. Miró hacia otro lado, asegurándose de que no quedara nadie más, y con uno de sus brazos dirigió a Merryl hacia la entrada.

Ambos avanzaron por el túnel. Mientras iban pasando, el chico gritó algo hacia arriba con todo pulmón. Un sonido mecánico crujió entre las paredes, provocando que la pesada puerta de hierro bajara para aislar el sitio.

Del otro lado, la fortaleza se mostraba en sus entrañas. No era tal como Merryl la recordaba. Grandes edificios de varios pisos se levantaban rodeando un patio central inmenso. Había varios puestos, pero eran en su mayoría pequeños e improvisados. Había zonas que eran principalmente de entrenamiento junto a muchas cajas de suministros desperdigadas y apiladas a lo largo. Era, en esencia, una fortaleza militar.

Antes recordaba que allí se reunía gente de distintos ropajes y culturas. Ahora solo veía armaduras blancas, armas y, por sobre todo, jóvenes sin experiencia en combate real. Espero que Logam estuviera pensando en terminar con esta cruzada mientras él estuviera allí.

Se preocupó de nuevo. Llevaba toda la semana así. ¿Habrá sido buena idea dejar al resto en la capital? Tenía que volver rápido.

Sin embargo, había que concentrarse en lo que iba a ocurrir.




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