Merryl.
Merryl estaba quieto en la oscuridad del túnel con sus brazos cruzados. Un crujido entre los muros hizo temblar todo y el puente empezó a bajar. La luz comenzó a entrar por delante, cegando los ojos del cazador unos segundos. Las paredes dejaron de temblar, y el puente cubrió el abismo. Merryl se incorporó y comenzó a caminar hacia el otro lado.
El sol brillaba de forma extraña ese día, pero no hacía calor alguno. Había una pequeña brisa que daba en la cara de Merryl.
Mientras caminaba hacia el otro lado de la grieta, se acercó al borde de su camino. Dio un vistazo hacia abajo y vio solo negrura. Se preguntó por qué hizo aquello. Levantó sus cejas, y volvió al centro para recorrer el camino restante.
Merryl se quedó quieto viendo el paisaje unos segundos.
Una pradera se dibujaba ante sus ojos hasta el horizonte. Había un camino de piedra roja que marcaba el camino real en esta parte del territorio. Hacia un costado, la pradera se desviaba a un pequeño valle que limitaba con el Bosque del Silencio; una gran masa boscosa que se extendía por todas las Grandes Montañas. Allí estaba la Fortaleza del Alba.
El Bosque del Silencio adquiría su nombre de forma literal. Nadie entendía cómo funcionaba, ni siquiera los magos que recorrieron el lugar en busca de entender su funcionamiento. Una vez que se cruzaban los primeros árboles solo se podía oír lo que era parte del bosque; todo lo que no estuviera dentro era inaudible. Claro, a no ser que se volviera a salir del bosque. Era como si se pusiera una muralla entre los límites y no se pudiera gritar hacia el otro lado.
Merryl dejó de pensar unos momentos. Avanzó por el camino de piedra que se mantenía en buen estado. Miró hacia su izquierda. Allí estaba el bosque en el que se suponía que iba a hallar respuestas.
Esperaba que su viaje no fuera en vano.
Se detuvo cuando escuchó un silbido que venía desde una de las rocas a los lados del camino. Bostezó y avanzó hacia el lugar de donde provino el sonido. Cuando estuvo cerca, un hombre salió por la parte no visible. Vestía una capa con el símbolo de la Orden en su hombro izquierdo, al igual que Merryl.
El hombre, además, vestía un abrigo holgado junto a una camisa blanca por debajo. Tenía un cabello corto y rubio. Sus arrugas debajo de los ojos dejaban ver su mediana edad.
El hombre sonrió, y levantó sus brazos.
—¡Merryl, amigo! —gritó el cazador mientras se acercaba—. Hace mucho que no te veía.
—Siempre es bueno verte, Adalan —dijo Merryl, dándole un abrazo de camaradería—. ¿Cómo está Oma?
—Bien, ya no está tan enojada contigo.
—No se puede estar tan enojada por un vestido de bodas para siempre, ¿no? —preguntó Merryl, rascando su cabeza.
—Pues, por suerte, ella no —dijo Adalan sonriendo—. ¿Te parece si seguimos la charla mientras caminamos hacia dónde debemos?
—Me parece bien, vamos —dijo Merryl.
Emprendieron la caminata. El bosque no estaba lejos, era visible incluso desde la fortaleza. Era pequeño en comparación con otros existentes en Bellum y Entia. Eso facilitaría la búsqueda por la zona. Aunque lo importante estaba en el «corazón». Debía ser algo visible en su totalidad.
—Cuéntame los detalles —dijo Adalan mientras ambos seguían caminando—. La carta que me envió la orden no decía mucho de la situación que enfrentamos.
—Pues, si te digo: ser sin órganos, igual que un humano, que se regenera de un momento a otro de sus heridas y que además su piel es blanca como la nieve; ¿me creerías? —dijo Merryl en tono de broma.
—Cielos… —dijo Adalan sorprendido—. La carta solo decía que se encontraron indicios de una conspiración —dijo palpando su cabeza.
—Oh, sí, también intentó matarme —dijo Merryl algo más serio—. Por suerte, no era un problema mayor.
—Dime que es una broma —dijo Adalan con un semblante de seriedad—. Vaya, los tiempos que corren son extraños y violentos. Guerra entre Bellum y Entia, los sacrificios de los nobles en Alsana…
—Espera —lo detuvo Merryl—, ¿de qué hablas?
—¿No te enteraste? —preguntó de forma ingenua.
—No, estuve casi toda la semana en el camino.
—Supongo que tiene sentido —comenzó—. Hace casi una semana, en Alsana, se iba a celebrar una asamblea para restablecer las relaciones diplomáticas con Karmino. El rey, no recuerdo el nombre de ese idiota —hizo una pausa—. Como sea, el idiota apresó a los nobles que habían ido a negociar y los ejecutó públicamente. Además, tomó de rehenes a los pocos Roseanos que estaban allí, pobres mercaderes que no tenían nada que ver con el asunto. Unas horas después declaro la guerra a Karmino y Rosea.
—Dime que es una broma —dijo Merryl, imitando a su amigo. Adalan negó con su cabeza—. La última vez destrozaron a Alsana en poco tiempo. ¿Qué le hace creer que puede ganar esta vez?
—Sí, lo sé —dijo Adalan con preocupación—. Espera, espera —dijo mientras detenía el paso de Merryl—. Poco tiempo después de lo ocurrido se perdió la comunicación con el Cazador Imperial de Alsana. ¿Crees que tu intento de asesinato también esté relacionado con él?
—Es posible que haya más de un asesino —admitió Merryl—. ¿Crees que el cazador de allí haya sido asesinado? —terminó mientras se cruzaba de brazos y miraba hacia un costado.
—No lo sé, la orden advirtió a todos. Pensé que era para conocer si alguno tenía conocimiento de su paradero. Ahora que sé que intentaron matarte, caigo en cuenta que podría estar relacionado.
Merryl asintió y empezó a caminar. No había tiempo que perder.
—Supongamos que todo esto está relacionado —dijo Merryl—, ¿qué relación hay entre declarar una guerra entre reinos y matar a un Cazador Imperial? ¿Y qué relación hay entre eso y yo?
—Son buenas preguntas —dijo Adalan con seriedad—. Podemos ampliar un poco más el espectro, ¿cómo sabemos que los demás no están en peligro también?