El Último Dios

Capítulo 2, parte 18: La batalla en las Islas.

Tak.

Las Islas, nuestro hogar, jamás habían visto una guerra a esta escala. La pelea más grande alguna vez fue una pequeña familia contra otra pequeña familia. Tal vez esto nos lleve a algún sitio. Aunque siendo el lugar que es, lo dudo mucho. Rey o reina, no importa en lo absoluto.

La oscuridad bañaba todo en el campo de batalla. Incluso Tak y el resto sintieron un escalofrío cuando la luz desapareció. Pero, de alguna forma, no sentían la presión sobre ellos.

Tak sintió algunos toques y choques de cuerpos contra el suyo. Al parecer, nadie estaba preparado para lo que estaba ocurriendo. A pesar de todo, nadie gritó o hizo algún gesto de miedo al respecto. Había movimiento entre las tropas, pero era más que nada la impresión general de lo que estaba aconteciendo. Parecía, además, que el tiempo se había congelado. Las flechas no cayeron.

Tak sintió la mano de Amana en su hombro. Ninguno de los dos podía ver el rostro del otro. Ninguno quería romper el silencio que reinaba entre toda aquella oscuridad. Tak miró hacia donde estaba el Rey Bestia, aunque no podía verlo.

Al fin parecía que todo volvía a transcurrir como debían ser las cosas.

La muralla volvió a dibujarse entre las luces de las antorchas. Arriba, las figuras tenues se vislumbraban levemente. Apenas se podían ver, pero era lo suficiente para advertir que ellos sí estaban atemorizados. Habían bajado sus arcos y las flechas. El Rey Bestia, por otro lado, se veía furioso.

Relana dio un paso más al frente, su figura vestida de negro era más imponente que antes. Levantó su hacha hacia arriba.

—¡Es la última oportunidad! —gritó con una voz estruendosa que penetraba más fuerte en la cabeza de los enemigos—. ¡Si bajas tu arma ahora, prometo que te dejaré vivir a ti y a tu familia!

—¡¿De qué hablas?! —gritó el Rey Bestia, sacando parte de su cuerpo hacia delante y dejando ver su cara. Sus ojos abiertos confirmaban su furia—. ¡No sé qué clase de brujería has utilizado! ¡Pero no vas a salir viva de aquí!

El Rey Bestia fijó su mirada en Relana. La oscuridad no evitaba que aquellos ojos rabiosos se perdieran. Levantó su brazo una vez más y las siluetas de los arqueros volvió a aparecer en la oscuridad. Cada uno tensó su arco, y levantaron sus flechas apuntando hacia el ejército que atacaba su hogar. Las flechas volaron en un silbido amplificado por las penumbras.

Abajo, Aswalt tomó a Relana de su hombro y la puso detrás de sí, desviando con su escudo varias flechas que iban en dirección a ella. Tak se preguntó en qué momento llegó hasta allí. El resto de las flechas se dispersaron entre el resto del ejército. Muchos cayeron muertos, pero lo único que logró fue hacer que los ánimos y el odio aumentaran. Gritaron enfurecidos toda clase de insultos y amenazas. Sin embargo, Relana se separó de Aswalt y se levantó. Miró fijamente hacia arriba una vez más.

—¡Estás rodeado, estás acorralado! —gritó hacia arriba, empuñando su arma. Detrás de ella todos guardaron silencio para escuchar sus palabras—. No lo repetiré, si valoras la vida de tu familia y soldados, ríndete ahora. Te daré unos minutos para entrar en razón.

—¡¿Tú vas a darme unos minutos a mí?! —gritó furioso el rey desde las alturas—. No necesito pensarlo, mis hombres están listos para caer en la pelea. Espero que los tuyos también lo estén —gritó una vez más levantando su mano—. ¡Disparen! ¡Maten a todos los que osan levantarse contra mí! —gritó mientras bajaba de la estructura, perdiéndose entre la oscuridad.

Las flechas volvieron a caer en picada, pero esta vez, la respuesta fue mutua. La batalla se había reanudado.

Entre gritos y gritos, los soldados de ambos bandos caían muertos en el intercambio. Varios grupos comenzaron a movilizarse, llevando escaleras para comenzar a trepar el muro que cortaba el paso del ejército de Relana. Comenzaron la ofensiva.

Desde la retaguardia, un grupo de soldados empujaba una estructura con ruedas improvisada. Era el ariete para poder penetrar en los muros. Los soldados se abrieron para dar paso. La estructura tenía un gran tronco sujeto con cuerdas tensadas en varios puntos; y en su parte delantera una estructura metálica para golpear la puerta.

Tak aprovechó el momento, y junto a sus compañeros se alejaron hacia la compañía de la oscuridad. Ellos también tenían que cumplir su parte del plan.

Había un pequeño camino visible ante las llamas de las antorchas; caminaron con cuidado por el sendero. El camino iba en bajada, no podían ver nada. Se tomaron de sus hombros y prosiguieron hasta que el combate se perdía de vista. A salvos, Ert sacó una pequeña antorcha de su morral y la encendió cuando no había forma de saber los planes de infiltración. El muchacho guio el camino.

Detrás, el sonido de la puerta reventando hizo un eco que se extendió de forma amplificada. El sonido del metal contra el metal comenzó una vez más, incluso con la distancia. Tak y el resto no se detuvieron.

Llegaron hasta el fin del camino. Las olas chocaban y rompían contra el barranco. Al fondo había grandes rocas puntiagudas y letales que sobresalían sobre las aguas violentas.

Arriba se veía poco el palacio al que tenían que entrar. Era robusto y sólido, a pesar de los detalles poco cuidados como piedras que sobresalían de más, o la falta de ventanas. Cerca del borde del risco, sobresalía una estructura de madera improvisada. Era la vía de acceso que estaban buscando. El canal que servía como desagüe pendía sobre el barranco sin ningún tipo de apoyo, subiendo hasta perderse en un agujero hecho con herramientas y mano de obra humana.

Se movieron con cuidado para no caer por el barranco, dejando un espacio para no estorbarse. Ert dio unos pasos hacia delante, dejando ver con su antorcha la estructura. La examinó mientras el resto guardaba las distancias. Ert le hizo un gesto a Tak, quien avanzó hacia delante con cuidado y comprendiendo las intenciones de su amigo. Le tomó uno de sus brazos con fuerza. Ert con mucho cuidado puso sus pies sobre la estructura que llevaba los desechos del palacio. Puso todo su peso sobre ella, y dio un pequeño salto. La estructura rechinó, pero resistió. Ert le asintió a su compañero. Tak se dio la vuelta para poder ver al resto.




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