Merryl.
«No llore por sus muertos, alégrese en cambio» dijo el vagabundo con una sonrisa sincera. «¿Cómo voy a alegrarme?», respondió la princesa con cierta indignación. «Los muertos están en paz, ya no sufren. Somos nosotros quienes sufren las consecuencias. Esta guerra, por ejemplo. Alégrese, porque su esposo vivió una vida plena. No digo que no llore su pérdida, porque eso es imposible. Pero consuélese en el hecho de que él fue feliz a su lado; consuélese en el hecho de que su esposo será recordado como un buen hombre» finalizó el vagabundo.
Los cuerpos de los fallecidos y de los monstruos ardían en una pila inmensa. El humo negro se levantaba hacia el cielo constelado, fundiéndose en la misma noche.
Merryl estaba quieto, mirando directamente hacia las llamas. Se lamentaba no haber podido salvar a más gente. Apretó los dientes. Le dolía casi todo su cuerpo. Luego de la pelea, comenzó a trabajar junto a los supervivientes y al capitán en mover los cuerpos de los jóvenes para poder darles un funeral digno. O lo que se podía llamar digno. La mayoría de ellos estaban destrozados, y muchos otros estaban irreconocibles. El resto eran ya simples pedazos de carne.
Merryl dio unos pasos hacia atrás. Echo un vistazo a todos los que estaban rodeando el fuego y al resto que miraba desde la distancia. Una buena parte parecían perdidos, estresados y asustados. Era lo normal, cualquiera que hubiese presenciado lo que ocurrió estaría en el mismo estado mental. El shock pasaría en unos días, pero las pesadillas y los recuerdos los perseguirían por mucho tiempo. Inclusive de por vida.
Dio la vuelta y caminó cruzando el patio. Las manchas de sangre aún marcaban todo, desde el suelo hasta las paredes. El olor impregnaba el lugar con un sentimiento desagradable. Merryl nunca había estado en un sitio así. El hedor de la sangre no era algo a lo que estuviera acostumbrado
Caminó un poco más, hasta llegar a las escaleras que llevaban a las habitaciones. Su cuerpo cayó rendido sobre ellas. Miró a su alrededor, y las señales de la pelea podrían ser la única prueba de lo que aconteció. ¿Qué debía hacer ahora? Adalan seguía inconsciente, y no podía pedir su opinión al respecto. ¿Debían informar a la Orden? ¿Ellos tendrían alguna pista?
Aunque Merryl estaba más preocupado de lo que pasaría ahora. Se preguntaba si aquella situación se repetiría en las siguientes horas, o días, o semanas. Se preguntó si sus amigos estaban vivos. Esperaba con todo su corazón de que lo que fuera que ataco en el lugar no hubiese atacado en otros puntos también.
Cerró los ojos y suspiró, tenía que esperar lo mejor. Tenía que mantener la calma. Tan pronto tuviese la oportunidad de charlar con Adalan iba a volver a la capital. Aunque también le preocupaban los supervivientes. Si él se iba y esas cosas volvían a atacar, no había posibilidad alguna de supervivencia. Había muchas cosas que pensar. Hacía tiempo que su mente no estaba tan ocupada.
—Hey —dijo una voz débil—, así que estabas aquí.
Jip estaba delante de él, su hermano venía unos cuantos metros por detrás. Ambos se veían igual de cansados y aterrados que el resto. Ambos se plantaron delante de Merryl, uno a cada lado de las escaleras. Le sonrieron con mucha incomodidad.
—¿Cómo estás? —preguntó Jip con inseguridad—. Creo que esto no es lo que debería preguntar en una situación así —afirmó con una pequeña risa nerviosa.
—Yo estoy bien —respondió Merryl con sinceridad—, solo cansado. Me preocupa más el resto de gente en realidad, estas situaciones suelen calar fuerte en el subconsciente. Creo que es mucho peor en esta situación… Nunca había visto algo semejante.
—Dímelo a mí —bromeó Pip—. No puedo creer que hicieras retroceder a esa cosa. Eres asombroso —afirmó mientras se tocaba sus manos con nervios—. Pensé que nadie saldría vivo. Con sinceridad, pensé que íbamos a morir cuando vi a aquella cosa.
Jip miró triste a su hermano, pero en el fondo él opinó lo mismo. Miró hacia un lado, luego al suelo, y volvió a mirar a Merryl.
—Crees… ¿Crees que esas cosas vuelvan? —preguntó Jip con voz seca.
—De momento, supongo que no —respondió Merryl, aunque no seguro del todo—. Esa cosa dio a entender que iban a volver en algún punto. Sea lo que sea, tenemos que estar preparados para la próxima vez. En cualquier caso, yo estoy aquí, y la próxima vez le daré una paliza que no olvidará.
Ambos hermanos rieron con suavidad. Una sonrisa idéntica se dibujó en la cara de ambos mientras dirigieron la mirada al piso. Parecían más tranquilos.
—Veo que la reunión ya empezó.
Latimar apareció detrás de Pip. Llevaba una venda inmensa en lo que era su brazo izquierdo, y llevaba otra gran venda que sostenía el muñón. A diferencia del resto, parecía determinado, aunque había algo de miedo en su mirada.
—¿Cómo está la herida? —preguntó Pip, casi sin darse cuenta de la pregunta. Su hermano le dio una pequeña mirada para señalarle su impertinencia.
—Horrible, siento como si siguiera allí —respondió Latimar—. Aún pica, aún lo siento moverse. Será difícil acostumbrarme, pero no puedo derrumbarme aún.
Se hizo un pequeño silencio. Nadie sabía qué decir. Merryl sintió admiración por la fuerza de voluntad del capitán. Perder un brazo era algo que podría derrumbar a cualquiera, en especial a un soldado. Quizás tendría que adaptar toda su forma de pelea, y más aún, tendría que adaptar su forma de hacer su vida diaria. Merryl no quiso pensar en aquello.
—¿Qué planeas hacer ahora? —preguntó Merryl—. No creo que al rey le interese la historia de cómo unos monstruos casi nos matan.
—Aún no lo pienso —dijo mientras guardaba silencio—. Envíe a unos exploradores tan pronto tuve la oportunidad…, volvieron hace unos momentos. Las noticias no son buenas… humanamente hablando.
—¿Qué ocurrió? —intervino Jip con una mirada intranquila.