El Último Dragón

Capítulo 2: Otro monstruo

Al pequeño dragón le gustaba espiar a otros animales.

Los acechaba desde las sombras, a veces para cazarlos y otras veces solo para espiarlos. Era divertido aprender el estilo de vida de cada animal. Los conejos vivían en madrigueras, las serpientes cambiaban de piel y las aves cantaban cada amanecer. En su pequeña isla sin nombre, él aprendió a apreciar toda vida que lo rodeaba.

Nunca mató por diversión, solo por hambre. Y nunca a cazó a los más jóvenes, solo a los más viejos.

Y aunque su hambre era insaciable, a él no le gustaba matar. Porque matar es comerse a un padre, una madre, un hijo, una hija, un abuelo o una abuela. La familia del difunto lloraría. Aquellos llantos dejaban un sabor amargo en su estómago.

Así que decidió comer algo nuevo.

Las frutas caídas de los árboles comenzaron a ser parte de su menú. Ser capaz de comer algo diferente a la carne le alegró el corazón.

Cada noche de luna llena iba al pequeño lago para ver su reflejo. El agua era oscura y la luz muy tenue, pero esa imagen borrosa en el agua era todo lo que podía ver de sí mismo. Y mirando su deformado reflejo en el agua suspiraba pesadamente.

-Si tan solo… hubiese otro como yo.

Susurraba a la luna.

Él deseaba no ser el único monstruo en la isla.

Y sus plegarías fueron oídas.

-¡Monstruo!

Gritaron una noche los ciervos mientras huían despavoridos.

Un monstruo; otro monstruo en la isla estaba cazando esa noche. Con la emoción a mil corrió en busca del monstruo. Y lo que encontró lo deslumbró. Un hermoso patrón negro resplandecía bajo la luz de luna.

Bal, la pantera, estaba cazando esa noche.

-¡¿Eres un monstruo como yo?!

Preguntó el dragón con mucho valor.

-Lo soy, pero no soy como tú.

La joven pantera dejó su presa para ir donde el pequeño y examinarlo por todos los ángulos.

-No te entiendo…

El pequeño estaba muy confundido. Y no era el único, Bal también lo estaba. Ella, al igual que muchos animales, pensaba que “el monstruo de la cueva” era una bestia temible. El amenazante olor que rodea la entrada de la cueva hace huir hasta a los más valientes. Pero el monstruo que tiene delante de ella no es temible. El olor que desprende el pequeño es feroz, más su dulce voz infantil revela la verdad: Este pequeño monstruo negro solo es un cachorro.

-Pequeño, es tarde. Regresa con tu madre y padre.

-Yo… no sé dónde están.

Este pequeño cachorro estaba solo en este mundo.

“¿Eres un monstruo o no?”

Y con una triste sonrisa Bal le respondió:

-Sí. Todos los carnívoros somos monstruos. Y como monstruos debemos apoyarnos, ¿no crees?

-¡¡Sí!!

A los ojos de Bal, él era un pequeño cachorro ingenuo. Eso hizo que le doliera más el corazón.

-Mi nombre es Bal y soy una pantera. ¿Y tú?

-No tengo nombre y ¡soy un monstruo!

-Tengo mucho que enseñarte.

Bal había decidido cuidar de este extraño cachorro negro. Era su manera de dar las gracias por un viejo favor.

Y lo primero que hizo Bal, fue enseñarle que estaba cometiendo un error al creer que él era un “Monstruo”.

“La verdad es necesaria para la confianza”, es lo que la madre de Bal siempre les dice a sus cachorros. Y es una enseñanza que Bal nunca olvida.

-Pequeño, los herbívoros comen pasto y los carnívoros comen carne, ¿lo sabes?

-¡Sí, no soy tonto!

-Y los herbívoros odian a los carnívoros. Nos temen. Por eso llaman “monstruos” a todos los carnívoros. Es como un insulto hacia nosotros. ¿Entiendes lo que trato de decir? Tú no eres un monstruo. Así cómo yo soy una pantera, tú eres algo más. No sé lo que eres, pero te ayudaré a descubrirlo.

Bal no estaba segura de poder hallar la respuesta, pero estaba dispuesta a esforzarse por encontrarla.

El pequeño dragón, apenas pudo procesar todo esto. Estaba muy confundido, durante toda su corta vida había creído que era un monstruo, pero ahora descubre que estaba equivocado.

No supo que decir.

Y entre lágrimas huyó hacia su cueva.

Una vez en su nido, comenzó a llorar sin control.

Todo lo que creía hasta entonces era falso. “Monstruo” no era el nombre de su especie. “Monstruo” era un insulto de las presas hacia los carnívoros. Él no era un Monstruo. No sabía lo era y ni siquiera tenía un nombre.

-¡¿Quién soy?! ¡¿Qué se supone que soy?!

Frustrado comenzó a llorar hasta quedarse profundamente dormido. Por mucho tiempo siguió dentro de su cueva, no deseaba salir al exterior y tampoco tenía ánimos de cazar. Solo cuando ya no pudo contener más su hambre tuvo que salir contra su voluntad.

Al salir, lo primero que vio fue un enorme jabalí muerto en la entrada de su cueva.




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