El Último Dragón

Capítulo 3: Preguntas

-¿Quieres ir a cazar?

Preguntaba Bal, la pantera, cada noche.

Ella era una hábil cazadora. Con su increíble sigilo y paciencia, era capaz de atrapar desprevenida a cualquier presa grande o pequeña.

Todas las noches le enseñaba algo nuevo al pequeño. Desde trepar árboles, saltar grandes distancias y encontrar las mejores fuentes de agua fresca en la isla.

-Sí que tienes un gran apetito, cachorro.

Ni ella podía comer los huesos como él lo hacía.

-¿No quieres?, Bal. Los huesos son deliciosos.

-No, gracias. No quiero romper mis dientes.

-Más para mí.

Incluso a ella le daba miedo lo voraz que era el pequeño con su alimento. Los 3 jabalís que el pequeño dragón había atrapado estaban desapareciendo muy rápido. Para ella, medio jabalí le era suficiente.

-Bal, ¿por qué no he visto otras panteras como tú?

Su pequeño aprendiz era un cachorro muy curioso que rara vez se mantenía callado.

-Porque somos muy pocas. Y no nos gusta andar juntas.

-¿Por qué?

Preguntó el pequeño con la boca llena de carne.

-Porque somos territoriales.

-¿Este es tu territorio?

-No. Es el tuyo. Jajaja.

A Bal le gustaba mucho reír, era una joven pantera muy risueña.

-¿Él mío?

-Sí, toda esta zona huele a ti. Mejor dicho, huele a algo muy grande y feroz.

Ella había sido muy valiente al adentrarse en el territorio que todos temen.

-Ese es el olor de mi papá.

Bal apenas pudo tragar al imaginarse a tan horrible bestia.

-Vas a ser alguien grande…

Todos sus instintos se lo indicaban. Este pequeño cachorro estaba destinado a ser un gran monstruo.

-Bal, ¿tú crees que las aves sepan qué animal soy? Tú dijiste que ellas viajan lejos de la isla y lo ven todo.

El pequeño deseaba descubrir lo que era, solo así podría encontrar a otros como él.

-Puede que sí. Vamos, atrapemos algunas aves, cachorro.

Dijo mientras escondía la otra mitad del jabalí entre las ramas del árbol.

-Bal, ¿por qué nunca acabas tu comida?

-Porque le llevo un poco a mi madre y hermanas.

Bal tenía una familia, y ella se preocupaba mucho por ellos.

El pequeño dragón se alegraba por el gran significado de tan simple gesto. “Mi papá también guardó comida para mí”, pensaba con el corazón contento. Hubo, alguna vez, alguien que se preocupó por él y que lo amaba; esa verdad regocijaba al pequeño dragón.

-Bal, cuéntame más de tu familia.

-No es nada interesante. Mejor hablemos de otro tema. Por ejemplo, ¿por qué tienes alas si no sabes volar? Deberías aprender.

Bal siempre hacia eso. Ella evitaba hablar de su familia lo más posible. Lo hacía porque sabía que el pequeño no tenía familia. Su amable consideración dolía.

Pero era verdad lo que Bal decía. El pequeño poseía unas alas de murciélago en su lomo.

-Si algún día aprendes a volar, podrás irte de esta isla. Y quizás encuentres a otros como tú, cachorro.

Esa idea lo emocionó. Lo que más quería era estar con otros como él.

-¡Me voy a esforzar!

Dijo emocionado el pequeño mientras desplegaba sus débiles alas. Aún era muy pronto para volar. Sus alas debían llegar a crecer más grandes que su propio cuerpo para poder alzar vuelo. Solo el tiempo le ayudaría a volar.

Por ahora, todo lo que podía hacer era: caminar, saltar y nadar. Y contra todo pronóstico, él salió siendo mejor nadador que Bal.

-El agua está fría…

Se quejó el pequeño mientras nadaba en el río.

-Pareces un cocodrilo visto desde arriba.

Ella prefería evitar el agua lo más posible. Saltar entre las ramas era más agradable que el agua. El negro pelaje de Bal bajo la luz de luna era una vista que embelesaba al pequeño dragón. Las negras manchas de su oscuro manto parecían escamas en su infantil imaginación.

Tras caminar por casi una hora llegaron a su destino. La zona de árboles frutales estaba llena de pájaros que dormían muy cómodamente. Atrapar a uno no fue un problema.

-¡¡Auxilio!!

El problema era que atrapar a uno significaba despertar al resto de aves. Pronto, las bandadas de aves estaban agitándose por todo el lugar. Si no tenían cuidado se podían caer desde la alta copa del árbol.

Fue peligroso, pero lograron a atrapar a 3 aves para interrogarlos.

-¡Soy muy joven para morir! ¡No tengo carne, no me maten!

Grito uno desesperado por vivir.

-Aún tenía muchas canciones que cantar al mundo…




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