Tras varios días de llanto, el pequeño dragón al fin decidió buscar más respuestas.
-Bal, quiero seguir preguntando si otros animales saben algo de mí.
Eso le dijo a su amiga y eso hicieron.
Ya sea a la fuerza o con amabilidad, a todo animal se pusieron a preguntar:
-¿Sabes qué animal soy yo?
-¿Has visto a otro animal como yo?
Preguntó desde el animal más pequeño, hasta el más grande. A los habitan en madrigueras y a los que viven en las copas de los árboles. Muchos no supieron que decir, otros se desmayaban antes de responder y muy pocos dieron una respuesta.
El cocodrilo del río dijo:
-Tú eres el hijo de nuestro rey.
Esa respuesta lo dejó con la mente en blanco.
-Nuestros abuelos nos dicen, que un rey con escamas bajo del cielo e hizo su nido en la montaña más grande de la isla. Era una gran bestia con escamas negras y enormes dientes. Gobernó toda la isla por años, hasta que un día simplemente no regresó.
El pequeño no tardó en entender que el cocodrilo se refería a su papá. Desde aquel día, fue más seguido al río para escuchar las historias de los viejos cocodrilos.
Otro animal que dio una interesante respuesta fue la tortuga:
-¿Cuándo regresaste? ¿Conseguiste reunirte con tu amigo? ¿Y por qué estás tan pequeño? Te ves adorable, jajaja.
La tortuga estaba muy vieja y senil para poder tener una buena charla. Su sordera hacia más difícil hablar con ella. Pero el pequeño dragón se alegró de haber encontrado a alguien que sí conoció a su padre.
Cuando estaba desanimado por no haber encontrado las respuestas que quería, una gaviota le dio un consejo:
-Si preguntas tienes del pasado, pregúntale a la ballena. Las ballenas viven por cientos de años y no hay animal que sepa más que ellas.
Eso le dio esperanzas.
Desde aquel día, comenzó a nadar con más entusiasmo. Necesitaba ser un excelente nadador si quería encontrar a una ballena. Pero nadar contra las fuertes corrientes de la playa era muy peligroso.
Una noche, Bal decidió darle un consejo al pequeño.
Ella entendía las dudas en el corazón del pequeño dragón. Él era un cachorro diferente al resto, y lo único que deseaba era sentirse aceptado por otros. Y aún más importante, deseaba conocerse a sí mismo para aceptarse y dejar de sentirse un monstruo que no encaja en ninguna parte.
-Sé que quieres una familia. Otros que te comprendan y que se vean como tú. Pero los miembros de una familia no necesitan ser todos iguales. Ser diferentes está bien. Porque el amor de una familia no mira apariencias; ya que el amor es ciego.
Bal creía en esto desde el fondo de su corazón.
Ella, que había nacido diferente al resto de sus hermanos y hermanas, era una prueba viviente de que el amor no se basa en apariencias. El bello pelaje dorado de su madre nunca será tan negro como el suyo, pero eso no evita que se amen entre ellas.
El pequeño dragón solo pudo llorar en silencio mientras miraba las olas arrastrar la arena.
Bal… ¿tú me amas?
Susurro apenas con una voz entrecortada.
-Sí.
No había dudas en su corazón. Ella amaba al pequeño como a uno más de su manada. Fue una estricta maestra de cacería, una divertida amiga para jugar y una sobreprotectora hermana ante el peligro.
Bal ya consideraba al pequeño cachorro su familia.
Pero esto nunca lo dijo, aún calla todo lo que siente. Porque Bal tiene miedo de que su amor lastime al pequeño en el futuro.
Saber que era amado llenó de regocijo el corazón del pequeño dragón. Estaba llorando y por primera vez no era de pena. Estás fueron sus primeras lágrimas de alegría.
-Bal, ¡dame un nombre! ¡Quiero un nombre!
Bal dudo unos segundos.
Que cruel pedido era ese.
-Yo… no puedo.
Ahora ella quien lloraba.
-¡¿Por qué no?!
Era hora de ser sincera; Bal estaba lista para confesar una cruda verdad.
-Si te doy un nombre… Cada vez alguien diga tu nombre, tú me recordarás.
-¿Y qué?
-Cachorro… Mírame bien. ¿Cuántos años crees que tengo ahora?
El pequeño dragón no entendió la pregunta.
Pero hizo lo que Bal le dijo y la observó detenidamente. ¿Cuántos años tiene Bal?, es cierto que ya no es la joven pantera que conoció hace algún tiempo. Su cuerpo ya no es tan esbelto y sus dientes ya no eran tan blancos. Y entre más miraba el pequeño, más diferencias encontraba.
-Llevamos juntos más de 3 años. Aunque para ti, con lo dormilón que eres, creo que solo han pasado unos meses.
Que poco dura la felicidad.
Hasta hace unos segundos era infinitamente feliz de ser amado. Pero ahora, se sentía inmensamente infeliz por serlo.
#1940 en Fantasía
#987 en Personajes sobrenaturales
demonios amor y muerte, relatocortodevariaspartes, fantasía dragones magia
Editado: 24.04.2025