Bal tenía muchos hermanos.
El pequeño dragón no podía verlos, ya que sus ojos estaban cerrados; pero podía escuchar las voces de los curiosos cachorros rodeándolo. Eran todos muy ruidosos. Ahora entendía porque Bal siempre guardaba la mitad de su comida. Ella tenía una familia muy grande que alimentar.
-Perdona el alboroto, ellos son más movidos durante el día. Ya puedes abrir los ojos.
Cuando abrió sus ojos se encontró dentro del hueco de un enorme árbol. La poca luz del lugar le ayudó a examinar muy bien al ser que tenía delante de él.
-Es una pantera blanca…
Bal se apresuró en corregirle:
-No. Es un jaguar. Todos lo somos. Es un jaguar blanco. Hermano Nahuel, despierta.
-Estoy despierto. Vuestros pasos me despertaron. Por un momento no reconocí tu andar. Traes compañía hoy. Eso es raro viniendo de ti.
Los ojos de Nahuel también eran blancos.
-Como ves, mi hermano es ciego. También es un poco gruñón, pero tenle paciencia. Ya es la edad.
-Niña insolente. Solo tengo 8 años. Respeta a tus mayores, o se lo diré a mamá.
La apariencia de Nahuel era intimidante. Tenía una estatura más grande y un cuerpo más robusto que el de Bal.
-¿Así le hablas a quién te trae de comer? Nahuel, si quieres respeto, debes darlo primero.
La dueña de esa voz era una vieja jaguar dorada que caminaba lentamente. Los fieros ojos verdes de la madre fascinaron al pequeño dragón.
-Nahuel, niños. Todos, vengan y sean respetuosos. Este es nuestro pequeño benefactor. Si mi familia existe es gracias a ti.
Le dijo muy agradecida la madre de Bal al pequeño dragón. Ser lamido en el rostro con tanta gentileza lo dejó paralizado sin saber cómo reaccionar.
-Cuando Bal nació fui echada de mi familia. Los jaguares negros y blancos son un mal augurio. Era una joven con 2 cachorros que proteger. El padre no quiso ayudarme. Estaba sola y hambrienta. Una noche, intenté cazar un jabalí, pero casi soy yo la cazada. Fue entonces cuando tú saliste de la nada. Saltaste contra el jabalí y nos salvaste. Incluso, me dejaste la mitad del jabalí antes de irte. Está bien si no te acuerdas, pero Bal y yo nunca lo olvidaremos.
El pequeño dragón estaba sin palabras otra vez. Él no recordaba nada de eso. Y no sabía que decir ante tal sincero agradecimiento.
-Yo también estuve ahí… Ténganme en cuenta.
Se quejó Nahuel.
-Te recuerdo que tú estabas peor que yo. No dejabas de quejarte de hambre, hermano mayor.
Ambos hermanos parecían pelear mucho. Bal ya era una pantera de 6 años, era muy madura para su edad, pero frente a Nahuel siempre se comportaba como una niña malcriada.
-Hoy yo invito la comida. Traigan nuestra mejor carne.
Ordenó la matriarca y así todos lo hicieron. Esta vieja jaguar había creado su propia manada y conseguido su propio territorio solo por el bien de sus 2 inusuales hijos.
La comida de ese día fue muy bulliciosa y divertida. Solo cuando ya todos se fueron para continuar con sus deberes de cacería, Bal y el pequeño dragón pudieron hablar cómodamente con Nahuel.
-Quieres que te enseñe a caminar con los ojos cerrados. Eso es fácil. Mejor te enseño a cazar. No soy tan idiota como para ir por presas grandes, pero soy muy hábil cazando bocadillos.
Los ojos dorados del pequeño dragón se iluminaron.
-Y por eso está tan gordo…
-¡¿Qué dijiste?!
Ver a ambos hermanos pelear era muy divertido.
Fue así como conoció a su segundo maestro.
El último dragón de este mundo había conseguido nuevos amigos.
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Editado: 24.04.2025