El Último Dragón

Capítulo 6: Maestro

El sol dejó de ser su enemigo.

-Escucha, huele, saborea y siente. Despierta tus sentidos. Todo tiene un rastro, un olor, una presencia. Ahora imagina un mundo a través de todo lo que percibes.

Las enseñanzas de Nahuel fueron difíciles al principio. Pero con el tiempo, el pequeño pudo ver el mundo con los ojos cerrados. En la más profunda oscuridad, ahora él podía ver un mundo de olores lleno de colores.

Fue tan buen aprendiz que hasta Nahuel se sorprendió.

-A mí me tomó 2 años caminar sin tropezar. Pero tú ya puedes cazar, y solo vas un año aprendiendo conmigo. ¿He sido yo buen maestro? ¿O has sido tú un excepcional alumno?

-Quizás los dos. Tú eres un gran maestro. Y yo soy bueno olfateando.

Respondió contento a su maestro. Y ambas respuestas eran correctas. Nahuel fue muy atento en su enseñar y el pequeño tenía talento en aprender. Lo que ambos no sabían es que la sangre de dragón también tuvo mucho que ver en el asunto.

Los dragones son seres mágicos.

Ellos dominan la cúspide de la magia. Y no necesitan de sus ojos para ver el fluir de la magia en el mundo. Pero, aún era muy pronto para que el pequeño aprendiera magia.

En todo lo que podía pensar el pequeño dragón, era en pasar más tiempo con Bal. Ahora el sol ya no era un impedimento para disfrutar de sus días junto a ella y con el resto de la familia.

Bal y el pequeño dragón dormían por las mañanas y se despertaban por las tardes. No tenían un horario fijo para sus actividades, a Bal parecía gustarle jugar y dormir cuando se le apetecía. Su única responsabilidad era traer una parte de su cacería cada mañana.

Caso muy diferente era Nahuel, él tenía el deber de cuidar a los cachorros dentro del hueco del árbol hasta el regreso de sus hermanas. Ante cualquier peligro, él rugiría y protegería a los cachorros hasta que llegara la ayuda. Su deber era el más importante, porque decidiría el futuro de la manada.

Y las hermanas de Bal se turnaban en 2 grupos: Las que vigilaban dentro del territorio cualquier invasión de otro jaguar. Y el grupo de las cazadoras que traían la comida. Bal y otras 2 hermanas más tenían el trabajo de cazadoras nocturnas.

Aún si cada uno parecía vivir a su propio ritmo, cada miembro de la familia estaba muy bien organizado bajo la dirección de Balam, la madre de todos.

Y ahora, el pequeño dragón era también parte de la familia y aprendió mucho en su nuevo hogar.

Aprendió que cada miembro de la manada tiene responsabilidades que cumplir, y que cada rol es importante por más simple parezca la tarea. Comprendió la importancia de la responsabilidad, pero también a nunca dejar de jugar.

-Cazar es importante para vivir y jugar es vital para convivir.

Repetía Balam todos los días.

Así que cazaron para vivir y jugaron aún más.

Porque los pequeños recuerdos felices son los que unen a la familia.

-Una manada no se basa en apariencias. Mientras todos estén a gusto entre sí y cooperen por el bien de todos, serán una fuerte manada.

Balam lo repitió hasta el último día de su vida.

Las últimas palabras que le dio al pequeño dragón fueron:

-Pequeño, un mundo más allá del mar te espera, vayas donde vayas, siempre recuerda: Nunca te quedes en un lugar que no te haga feliz. ¿Lo recordarás?, Bairam…

Bairam.

El último dragón de este mundo había recibido un nombre.

Y una promesa que sería incapaz de olvidar.

Madre Balam partió de este mundo una noche de primavera.

Agonizó durante largas horas, por una herida que se hizo salvando a uno de sus nietos, solo cuando la noche llegó pudo irse tranquila. Es como si hubiese querido ver los dorados ojos del pequeño dragón por última vez.

Junto a toda su familia, el último dragón aprendió sobre el dolor de una perdida.

Fueron días muy tristes que sacudió a todos. Hasta el apetito se les había ido. Pero pronto, Nahuel, como él más viejo y único macho adulto de la manada, tuvo que levantar a su familia.

-Hermanas, es hora de cazar, los niños necesitan comer.

Dijo Nahuel a todas sus hermanas, mientras dejaba caer 3 conejos muertos frente a los cachorros.

Las madres, al ver como sus niños devoraban la carne, decidieron que era hora de cazar.

La manada estaba conformada por jaguares hembras, todas hijas de Balam. Los hijos machos hace mucho que se habían ido al poco de crecer. Los machos son muy territoriales y solitarios. Las hembras, por su parte, lo tienen más difícil sin un macho que reconozca a sus cachorros. Las peleas de los machos por nuevos territorios siempre dejan a las hembras y cachorros desprotegidos. Por eso, Balam creó una manada solo para sus hijas y sus nietos. Ahora era el turno de ellas continuar con su legado.

La siguiente jefa de manada fue Jary. La hermana más fuerte de manada y quién tiene un hijo con la mitad de su pelaje blanco. Esa fue la voluntad de Balam y así se hizo.

-¿Por qué no te escogió a ti?, Bal. ¿O a Nahuel?




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