Capítulo 3:
Álex recibió un enorme abrazo por parte de su madre cuando está bajo de la escaleras, sus ojos brillaban por las lágrimas y sus mejillas estaban coloradas al igual que sus orejas, luego le besó el rostro, ambas mejillas cubiertas por sus labios mientras decía lo atractivo que estaba y cuánto le había hecho falta aquellos años, la mujer había envejecido en aquellos años, su hermosos cabello rubio se había cubierto de elegantes canas que marcaban la trenza que coronaba su cabeza y unas marcadas arrugas de tristeza cruzaban sus labios y sus ojos, su piel era prácticamente pálida y había bajado mucho de peso, aún así estaba seguro que era la madre más hermosa que existía en la faz de la tierra, secando las lágrimas de la mejilla de su madre beso cada una de estas sin dejar de sonreír aunque sentía un fuerte nudo en la garganta.
—Ya deja al muchacho —Ordenó Oberón, su padre, estaba casi tan canoso como su madre y bajo sus ojos las marcas de la edad habían demacrado el rostro que alguna vez hizo furor entre las mujeres— Es bueno verte hijo, haz enorgullecido a la familia con tu trabajo en el Reino
—Gracias —Soltando a su madre se paró de manera recta e hizo un saludo que hizo nuevamente a su padre hinchar el pecho con orgullo— ¿Donde están los demás? No es que me desagrade veros, pero esperaba a mis hermanos también
—Tranquilo, los verás en la fiesta de esta noche —Respondió su madre sacando un pañuelo de su vestido y secando su rostro— Otmara se encuentra con su prometido, el Conde Saint, mientras tu hermano Gomaro está de caza con tus primos Duncan y Denis
—El muchacho tiene talento para eso —Explicó su padre orgulloso, definitivamente Álex temía por la salud del pecho de su padre— Hace una semana fue con ellos y él solo cazo hasta tres siervos, tus primos están encantados y claro los demás nobles con los que se rodea
—Cariño, es mejor que descanses de tu viaje, esta noche es muy importante —Su madre le cogió del brazo mientras subían por las escaleras cubiertas con pieles— No solo es la fiesta de bienvenida de tu travesía, tu hermana por fin dará a conocer su compromiso oficialmente con el Conde
Álex sonrió y besando la mejilla de su madre se despidió, dudaba poder descansar antes de la fiesta pero debía hacer el intento, lo más probable es que su regreso diera de qué hablar y eso era algo que disfrutaban muchos sus progenitores así que no lo dejarían marchar fácilmente de la recepción.
Su habitación no había cambiado mucho, las cortinas estaban abiertas y dejaban entrar la fresca brisa, su cama estaba repleta de almohadas donde acostumbraba reposar y en una de sus murallas estaba el dibujo del escudo que le representaría. Sonrío al verlo, definitivamente era un niño cuando todo aquello ocurrió y se fue al castillo, sus cosas llegarían después así que sacando su sobreveste, la cota de malla, el aketon, quitó sus botas quedándose solo con los pantalones y se sentó sobre la cama mirando sus manos sobre sus piernas.
¿Dormir? ¿Cómo podría hacer eso? Aún estaba en su recuerdo aquel tenebroso momento cuando el dragón dejó de moverse y luego de girar dos veces alrededor de un círculo imaginario se hecho con la cola envolviendo un dorado tesoro: un huevo. La bestia miraba aquel objeto y con su gran hocico comenzaba a acariciar con cariño, fue entonces cuando Álex vio algo sorprendente, el sonido del bosque volvía y sus habitantes también, incluso su caballo se había relajado y a pesar de respirar con dificultad ya no se movía inquieto.
Comprobando que los árboles a su alrededor eran capaces de ocultarlo, subió con dificultad a la rama más cercana para tener una mejor vista, sus manos sudaban, temblaban, sentía un horrible nudo en su pecho y sentía como quería romperse. Miró nuevamente al animal que aún acariciaba cariñosamente al huevo mientras unas pequeñas aves se subían a su lomo y comenzaban a acicalar sus escamas doradas.
En algún momento, aún mirando la bestia cerró los ojos y sin darse cuenta le imitó hasta caer en los brazos de Morfeo. Soñó con un hombre vestido de negro y con una espesa barba, una cicatriz dividía su rostro, parecía mirarle pero a la vez parecía ver detrás de él, un cálido viento movió sus cabellos desde su nuca y al voltearse se encontró frente a aquella bestia, sus ojos rojos brillaban de manera amenazadora y su hocico estaba abierto mostrando una hilera de dientes cubiertos de sangre, por instinto cogió su espada pero esta no se encontraba en sus cintura y temeroso comenzó a retroceder. El animal se deslizó por el suelo empujándose con sus grandes patas, se movió con sigilo y sus grandes alas se desplegaron haciéndolo ver más grande, de pronto el animal se detuvo, pareció mirarlo con curiosidad y Álex contra su instinto alzó su mano para mostrarle que estaba desarmado, fue entonces cuando el animal se acercó y abriendo su hocico intento comerlo.
Aterrado intento no caer de la rama, su pecho saltaba como loco y estaba seguro que su esfínter no soportaría otro susto de ese animal. Con cautela miró hacia el Dragón y observó cómo éste dormía profundamente y tomando el puño de la espada de Miguel el fiel suplico al señor que iluminará su camino y guiará su arma.
Unos golpecitos en la puerta de su habitación lo sacaron de los recuerdos, sacudió su cabeza e intentó colocar su mejor expresión de Caballero ganador antes de invitar a pasar a quién estuviera al otro lado.
—Álex —Era Otmara, pero no era la misma chica que había quedado en el la casa, ya era toda una mujer con su cabello negro trenzado, un vestido de fiesta celeste y su silueta que ya no era la de una niña— No quería molestar, solo quería ver cómo estabas
—Ven —El castaño le indico a la mayor que se acercará y parándose frente a ella la abrazó con cariño, sintiendo como está le abrazaba de vuelta colocando su cabeza en su pecho— Creo que estás más pequeña
Editado: 13.12.2019