El sabor de un nuevo comienzo

La brisa fresca de la mañana arrastró consigo un cóctel de aromas: mariscos frescos, vegetales rebozados y aceite caliente. Haruko caminó entre el bullicio de la gente y el vapor de los puestos del mercado Yotsugi, no dejaban de hacer llegar hasta donde ella todos aquellos olores tentadores. ¿Por qué no? —se preguntó—. Haruko se había jurado, bajo el cerezo, que aprovecharía al máximo aquella segunda oportunidad. Así que su primer acto de rebeldía sería devorar todo aquello que había evitado por años.

—Buenos días. Un plato de tempura, por favor —pidió, mientras sus entrañas revoloteaban en su interior al ritmo de los rápidos movimientos del anciano tras el mostrador.

—Enseguida, jovencita.

—Y... añada una órden de takoyaki. Espere, que sean dos... porfavor —rectificó, apretando las manos para disimular su ansiedad.

El vendedor alzó una ceja, incapaz de imaginar cómo aquella mujer tan pequeña y menuda albergaría tanta comida.

—¿Para llevar? —preguntó, curioso.

—No señor. Aquí mismo —respondió ella, desafiante.

—¡¿Segura?! —exclamó él, casi dejando caer la espátula dentro del aceite hirviendo.

—Sí —afirmó con una sonrisa que no admitía réplica. Se comería todo aquello aunque terminara después atascada en el baño.

—Aquí tiene. Que lo disfrute.

—Gracias, eso haré.

Cuando el anciano le entregó los platos, Haruko contuvo el aliento. Se veían deliciosas. Ante ella, las bolitas doradas de takoyaki humeaban bajo un remolino de katsuobushi, mientras la tempura crujía como hojas secas. Se reprochó mentalmente. ¡De cuántas cosas se había perdido por ser tan tonta! Llevó una de las bolitas a su boca y cerró los ojos dejándose envolver por todas aquellas sensaciones que le ocasionaba el jugoso pulpo, junto a la mayonesa cremosa y el jengibre picante deshaciéndose en su paladar. Aquel simple bocado le supo a libertad, a tiempo recuperado, a la vida que por fin mordía sin culpa. Y ese era solo el comienzo.

🌸🌸🌸