El Último Hechicero

Capítulo 7

Los días habían pasado muy rápido. Parecía como si fuese ayer que había acudido a tan glamoroso evento en el Odeum. Había oído que los espectáculos se continuaban estrenando y gente de distintos lugares se dirigía a verlos. Sin lugar a dudas, el Odeum estaba en su máximo apogeo.

Desde ese día, no había vuelto a experimentar ninguna situación parecida ni siquiera esos extraños síntomas. Se había mantenido alejado del fuego lo máximo posible, así que no podía decir que ya estuviese aliviado del todo. Tampoco sospechaba que, si tal vez se acercaba, padeciera nuevamente sus efectos. Por suerte, en la cantería de Mera, no había fuego. Su trabajo sólo consistía de hacer de albañil. Al principio, la cantería estaba muy descuidada y, no es por alabarse, pero desde que él estaba, había mejorado bastante. Tanto es así, que la misma Mera se dio cuenta. Sullivan estaba pensando en convencerla de ocupar a más gente que, no sólo lo ayudarían a él, sino que le serían de utilidad también a ella. Sólo que Mera debería asignar monedas de salario a los nuevos trabajadores que llegaran. Ya pensaría cómo podría convencerla de algo que la beneficiaría mucho más económicamente. Sullivan tenía muchas ideas en mente, no sólo se podría incrementar la producción de ladrillos sino también esforzar menos los músculos y evitar lesiones, hasta incluso poder dedicarse a aceptar más pedidos que puedan ser finalizados en menos tiempo.

Sullivan ya tenía ahorrada una mínima, pero no por ello, cualquier pequeña fortuna. Toda ganada honestamente y con el sudor de su frente. No acudía a la taberna y sólo se encontraba con Nelson cuando iba a visitarle. Tenía más control de su ingesta de alcohol y sólo compartía máximo dos copas de vino cuando iba a verle.

Con respecto a su padre, sí notaba los cambios en su salud. Se lo veía más deteriorado, aunque tratara de disimularlo. Sullivan sospechaba que ya no entrenaba a Wheeler, no porque este ya sea muy hábil en su dominio de la espada, sino porque ya no tenía las fuerzas suficientes. Eso le dolía mucho. Sin embargo, seguía igual de testarudo, trabajando todo el día con sus escrituras, de reunión en reunión y planificando con los soldados y guardias la seguridad de los habitantes de Babhur.

Ya sólo quedaban dos días para el cumpleaños de Wheeler y todo parecía indicar que se iba a tirar el castillo por la ventana en tal ocasión. Todos los criados estaban muy ocupados en la organización, pues tanto Wheeler como su padre Lyre, exigían un gran festejo.

Sullivan al principio no comprendía por qué tanto revuelo por un simple cumpleaños, si tan sólo cumpliría un año más de vida.

Pero le dolió mucho escuchar y más aún comprender las palabras de su padre:

—Puede que sea el último cumpleaños de Wheeler que presencie.

Se sintió mal de escuchar esa confesión y su voz cargada de sentimiento. Pero había razón en sus palabras, su padre también tenía que disfrutar de aquella celebración, aunque fuese la última. Por lo tanto, él no se comportaría de mala manera y actuaría bien frente a todos, aunque ello implicara fingir en gran parte. Wheeler y sus amigos le causaban desagrado, sobre todo Wisym. Todavía no podía creer lo hipócrita que era. Cuando demostraba que era un buen tipo frente a todos, en realidad, era un asesino. Sullivan vio hacía años atrás cómo asesinó a aquel joven. Fue en una fría tarde de invierno hacía dos años. Podía recordarlo como si fuera ayer y, por el modo en que lo hizo, dudaba que fuera la primera muerte que causaba.

Wisym Wythey era de la misma edad de su hermano. Amigos inseparables que se habían dedicado a hacer de la infancia de Sullivan un recuerdo amargo. Era robusto y su larga cabellera plateada era envidiada por muchos, incluyendo a otros amigos de Wheeler. Sus ojos eran unos orbes ambarinos y fríos que miraban sin disimulo haciendo sentir menos a quien tenía delante o se interpusiera en su camino. Tal y como supuso, debió hacer ese joven.

En aquella tarde, Sullivan salía de la taberna y notó una discusión así que se había escondido. Había reconocido la voz de Wisym y percibía que estaba enfadado. Nunca olvidaría aquella conversación:

—Acabaré con todos los de tu clase. El rey y todo el reino me lo agradecerán.

—¡Estás loco!

—No tanto como tú en atreverte a pisar estas tierras.

Desde el arbusto distinguió la daga que ocultaba en la parte de atrás de su armadura. Redujo al joven y con dicha arma blanca le quitó la existencia a base de una veloz punzada. Wisym huyó de allí con la daga mientras que Sullivan estaba petrificado. No sabía en aquel momento si ayudar al joven que estaba tendido sobre el suelo o abandonarlo. Era un completo desconocido y tenía miedo, mucho miedo. Jamás había presenciado situación semejante y ni siquiera estaba preparado para actuar frente a ello. No tenía idea de qué hacer hasta que se dio cuenta que el joven aún no estaba muerto pues se quejaba agonizando. Siempre recordaba aquel episodio y se reprendía por haber sido tan cobarde y no haberlo ayudado, pero el miedo fue más fuerte. Simplemente se quedó escondido hasta que el joven pereció. Sullivan nunca supo que fue veneno lo que utilizó Wisym para proporcionarle una horrorosa muerte a aquel desconocido. Lo que Sullivan sí sabía, era que debía andarse con cuidado con Wisym después de lo que había visto, y que siempre andaba armado.

Durante bastante tiempo, Sullivan se lamentó de haber presenciado aquella muerte. Pero lo que menos olvidaría serían todos los abusos que Wheeler y Wisym le propinaron de pequeño. Cómo lo engañaban de manera cruel, cómo jugaban con malas intenciones tratando de ahogarlo con agua, o lo peor de todo, aquella vez cuando lo abandonaron en la espesura del bosque y se les apareció el jabalí. Tal parece que asustaron al animal que no tenía culpa alguna más que intentar defenderse. Los tres corrieron, pero, para mala suerte de Sullivan, acabó enredado en una trampa de alambre de púas. Mientras él se había quedado atorado, tanto Wheeler como Wisym, reían y se burlaban. Sullivan intentando zafarse se lastimó considerablemente. Ese fue el origen de sus cicatrices. Afortunadamente, Nelson lo curó cuando como pudo llegó a su casa. Todo eso sucedió hasta que fue lo suficientemente maduro e inteligente como para darse cuenta de lo que en realidad eran "sus bromas amistosas".




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