El Último Hechicero

Capítulo 14

Sullivan esperaba pacientemente a que volviera a aparecer Wilty para desafiarlo. Sin embargo, ese día fueron otros los que se aparecieron.

Durante el día se presentaron varios. Parecía que en la Catastrófica Casa de Llamas todos suponían que no iba a soltar palabra. Todo comenzó en la mañana, cuando volvió a ver a Fredic, quien a pesar de sus insistencias no pudo conseguirlo. Luego se presentó el que pagó la bolsa de monedas a Mera y acompañó a Wilty cuando lo secuestraron. Al menos ninguno de ellos se atrevieron a golpearlo, pues para eso estaba el verdugo, a quien Sullivan no veía las horas de que apareciera.

No esperó que al atardecer se presentara Maya. Ella caminó hacia él con firmeza y sus botas resonaban en el trayecto. Su cabello suelto se deslizaba por sus hombros con rebeldía y su perfume floral se apropiaba del lugar. Le parecía hermosa, pero debía evitar pensar eso a toda costa. Se detuvo a poca distancia de él, quizá mucha menos de lo que esperaba, haciéndolo sentir más vivo que nunca, alterando sus sentidos y confundiendo sus emociones.

—¿Por quién fuiste enviado a espiarnos?

—No sé de qué hablas —respondió sorprendiéndose a sí mismo.

En los ojos de ella se despertó asombro y curiosidad pues había conseguido que hablase.

—Eres un Hart, hijo del rey. Y estás en nuestro territorio, Dock Ward. Sólo pudiste ser enviado aquí a espiarnos.

—Dock Ward... —repitió recordando que cerca de allí lo había encontrado su padre.

Muchas dudas atormentaban su mente. ¿Se encontraba en Dock Ward? En sus alrededores habitaban esa clase de hechiceros. ¿Estaría frente a ellos? Sería por eso que le trataban con tal rivalidad.

Salió de su pequeño trance cuando sintió cómo le rozaba la frente con los dedos. Había algo en ella que le ponía demasiado nervioso aun cuando era consciente de que sus cicatrices estaban a la vista. Su contacto cálido y la cercanía de su mirada le sobresaltaron tanto como el aroma que desprendía.

—Yo... lamento... —parecía estar en un debate interno donde no podía encontrar las palabras—. Cicatrizará pronto —finalizó dándole la espalda.

—No te preocupes por mí. Por quién deberías estarlo es por Wheeler.

—Lo dejé.

—Seguro le hiciste daño. No eres más que una espía —dijo con desdén.

—Lo soy porque fui entrenada para eso —añadió dándose la vuelta con brusquedad. Tenía los ojos humedecidos y parecía a punto de llorar, pero le miraba con rabia—. ¿Qué te trajo a Dock Ward?

—En primer lugar, ni siquiera sabía que estaba aquí. En segundo lugar, tuve que huir del castillo y, en tercer lugar, soy... soy un... —suspiró—. No sé quién soy.

La vio reírse mientras se secaba los ojos.

—Eres bueno fingiendo.

—No estoy fingiendo. ¡Digo la verdad!

—Niegas la verdad. Pero, al menos por hoy, hablaste.

—¡Espera! No te vayas...

Maya salió quedando a oscuras y solo de nuevo en aquel calabozo.

*****

Muchos en la Catastrófica Casa de Llamas sabían que había un esclavo y vivían preocupados de que escapase. No sólo sabían que lo habían encontrado cerca de Dock Ward, sino que podía poner en riesgo la seguridad de la cueva que protegieron desde hace tantos siglos. «¿Quién era realmente? ¿De dónde habrá venido?» Eran las preguntas que se hacía Cleantha. Ella todavía no le había visto. Era tan sensible que podría impresionarse. Continuó con la invención de aquel dispositivo que permitiría disparar dos flechas en lugar de una hasta que pudo distinguir sus pasos acercándose.

—¿Cómo es? —fue la primera en hablar.

—Alguien importante —respondió encogiéndose de hombros—. Y ahora es nuestro esclavo —añadió mordiendo una manzana.

—Pero, ¿cómo es él?

—No es tan alto, pero es grande. Pelirrojo y parece que está un poco más delgado.

—¿Parece? —preguntó Cleantha arqueando una ceja.

—Ahora que te veo... sus ojos son verdes casi iguales a los tuyos —aseguró mirándola fijamente y procedió a añadir—: Y también es callado, muy diferente a como le conocí.

—¡Espera un momento! —gritó eufórica—. ¿Le conoces?

—Sabes que estuve en el castillo de los Hart. Me topé con él algunas veces.

—¿Y es lindo?

Nara carraspeó atragantándose con la manzana mientras Cleantha se rio de ver sus enrojecidos ojos. Cuando recobró la compostura, respondió:

—No está mal.

Cleantha soltó un gritito que hizo que Nara rodeara los ojos.

—Pero tiene cicatrices y pecas —argumentó esta.

—¿Y le afectan?

—Para nada. Incluso las pecas le quedan muy bien.

—¡Nara Maya Hayhurst! —casi gritó de nuevo—. Tú nunca has hablado así de bien de nadie. Ni siquiera de tus pretendientes.

—¿Y qué tiene?

—Que nunca has puesto esa sonrisa tan boba en tu rostro.

—¿Yo?

Cleantha soltó un bufido.

—¿Le has torturado?

—Se nota que está muy dolorido. No me he atrevido a hacerlo.

—Pero Nara... tú odias a los Hart —murmuró.

—Sí. No sé por qué no he podido.

—Mmm.

Cleantha miraba divertida a su amiga. Jamás la había visto preocupada por nadie más que por sí misma y los de la cueva. Criándose juntas desde niñas, era extraño que una guerrera como ella sintiera compasión por primera vez en su vida. A no ser que otro sentimiento desconocido se esté apropiando de ella.

*****

No tenía idea de cómo los días habían pasado tan rápido cuando los había sentido tan lentos, aún más angustiantes que las torturas que estaba resistiendo.

Se sorprendió de la reunión que se llevó a cabo en el calabozo. Miró al frente donde todos le observaban. Esas nuevas caras y sus miradas le incomodaban de desagradable manera. Detrás de esas miradas se escondían distintos sentimientos. En la de los más pequeños: miedo, en la de los grandes: justicia, en algunas: indiferencia, y en otras: crueldad, como en la del mismísimo Wilty, la cual también era de completo ensañamiento. Todos sus intentos por desafiarlo habían fracasado y había pagado con golpes cada una de sus burlas. Sin embargo, había una mirada que lo desconcentraba. La de una mujer que no había visto antes. Era sublime. Su cabello pelirrojo resaltaba ante los demás y su frágil aspecto lo era más evidente por cómo le miraba. Sullivan no podía apartar su mirada de ella, y ella le miraba con compasión. Podía presentir que el sentimiento era genuino en sus dulces ojos.




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