El Último Hechicero

Capítulo 20

Se había vuelto frecuente para Sullivan asistir a la armería de Wellson. Don Bell le había indicado que también debería entrenar y enfrentarse en la guerra. Al principio dudó de sí mismo y de sus habilidades hasta que Fredic le aportó suficientes razones, sobre todo vengar a Wilty. Fredic le instruyó en el manejo de las armas. Se había convertido en su instructor personal. De todas las armas que venía probando, jamás imaginó que se desempeñara de manera aceptable con la espada.

—Bien, chico —dijo Fredic soltando una carcajada—. Parece que la espada se te da muy bien.

—¿Eso crees? —preguntó Sullivan mientras se aferraba a la empuñadura y lo que más hacía era resistir los ataques de su oponente.

Ambos chocaban sus armas y el eco metálico resonaba en sus oídos. En ese momento, Fredic dirigió un ataque en sentido horizontal a las piernas de Sullivan, quien lo esquivó saltando. Fredic notó que era suficiente y Sullivan se había cansado. Sostuvo la espada con sus dos manos y dirigió su punta para apoyarla sobre el suelo.

—¿Terminamos? —preguntó Sullivan abatido.

—Deberías tener más fe en ti mismo.

—Lo único que sé es que tengo hambre —contestó Sullivan viendo estallar en risas a su instructor—. ¿Qué?

—Aún falta para eso. También tienes que practicar cuerpo a cuerpo.

—¿También? —dijo Sullivan boquiabierto.

—Sígueme.

Fredic lo guio a otra parte de la armería de Wellson a través de una puerta. Mientras se encaminaba, Sullivan reconocía a estas alturas que no terminaría de conocer nunca esta gran cueva. En el centro de la habitación había dos cuadriláteros. Vio bancos donde estaban sentados algunos de los jóvenes con quienes había charlado últimamente. Ellos formarían parte del escuadrón que también daría batalla en la guerra. Sullivan llegó y se sentó.

—No, no, no. Debes pelear. Elige a un rival —le propuso Fredic.

Sullivan se levantó y fue saludando con un choque de puños a cada uno de ellos sentados. Lucían cansados, pero le respondían con gesto amable. Cuando llegó hasta el extremo final del banco, vio a Nara. Ella lo miró por unos instantes y se marchó a practicar lucha con otras mujeres.

Al final, tuvo que decidirse por uno de ellos para enfrentarse. Con miedo, se enfrentó no sólo al primero, sino a tres más de sus compañeros y resultó que el miedo se desvaneció para dar paso a la confianza, ya que sus bien ejecutados movimientos le beneficiaron y comprobó que sus sentidos estaban en plena forma. Esquivó patadas y las convirtió en llaves para inmovilizar a su rival. La sangre hervía en sus venas y sus músculos se ceñían de manera fuerte y de tal forma que prensaba a los contrincantes quienes pedían a Fredic abandonar el combate.

—Estupendo, Sullivan —dijo Fredic tendiéndole la mano para ayudar a levantarlo.

Un ruido seco y silbidos les hicieron desviar la vista en dirección al cuadrilátero de mujeres. Nara tenía inmovilizada a su compañera, quien palmeó tres veces el suelo en señal de rendición.

—Vaya, es fuerte —dijo Sullivan parándose.

Fredic comprobaba la escena y justo se le ocurrió una idea.

—¡Nara! —la llamó.

—Sí, señor —respondió llegando hasta ellos.

Tenía las manos a cada lado de su cintura y se la veía cansada. Las gotas de sudor se deslizaban por su frente y también bajaban por su cuello. Su respiración estaba agitada y su rostro lucía una gran concentración.

—¿Qué te parece un combate con Sullivan?

Se sorprendió por la propuesta de Fredic y vio una sonrisa en el rostro de Nara. Estaba sonriéndole y era la primera vez que ella le sonreía.

—Como ordene, señor.

Antes de poder protestar, Fredic lo empujó hacia el centro del cuadrilátero a donde Nara se encaminaba. La vio caminar de espaldas para luego girar y posicionarse frente a él. Estaban frente a frente, a la vista y curiosidad de muchas miradas atentas.

—¡Sullivan! —escuchó gritar a Cleantha—. ¡Mucha suerte!

Tan sólo asintió viendo a su oponente quien dejó de sonreír y volvió a adquirir concentración. Sullivan creyó que la batalla sería desigual, pero no tenía idea de a quien se enfrentaba.

Nara comenzó a atacarlo a base de patadas. Sus movimientos eran veloces y eficaces. Sullivan se cubría y no podía encontrar el momento oportuno para defenderse con una de las llaves que tanto había aplicado contra los muchachos. Cuando creía que podía atraparla, se le resbalaba o le esquivaba. Ella le miraba desafiante mientras se escuchaban los gritos eufóricos de Cleantha. ¿Pero a quién elogiaba Cleantha realmente? Era difícil saberlo ya que su mejor amiga se enfrentaba a su hermano.

En un descuido, Sullivan se tropezó y cayó de espaldas. Nara aprovechó la situación y ejecutó sobre él una llave que le otorgó ventaja. Sullivan estaba nervioso a causa de su cercanía. A pesar de estar ella a su lado, en una maniobra que le incomodaba, no podía dejar de verla. Ni siquiera fue consciente cuando cantaban los segundos finales para que dé señales de respuesta. Estaba completamente despistado y perdido en su rival.

—¡Última oportunidad! ¡Tres, dos, uno! —gritó Fredic hasta que palmeó el suelo.

Cleantha fue corriendo para festejar con Nara. Ambas se abrazaron y Nara sonreía con satisfacción a un Sullivan tendido en el suelo.

Fredic le tendió la mano.

—Nada mal, muchacho.

—Pero si no he ganado —se quejó Sullivan.

—Nadie resiste más de cinco minutos contra ella.

—Es... increíble —dijo cansado.

—Sí y ahora ve a bañarte que apestas. No vas a entrar así al comedor —respondió su instructor.

Sullivan se olfateó la ropa humedecida causando gracia en todos los presentes quienes reían. Por primera vez se llevaba la satisfacción de ver a Nara feliz.




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