El Último Hechicero

Capítulo 23

Al día siguiente del cumpleaños de Cleantha, Sullivan regresó a los jardines. Las nubes le conferían al cielo un color triste y gris durante esa mañana, pero necesitaba regresar allí para rememorar cada uno de los recuerdos de lo que había sucedido. Se sentía positivo, como si nada pudiera estropear la gran dicha que tenía.

Se acercó a los rosales y no pudo evitar preguntarse de qué color serían hasta que unos brazos lo envolvieron. Era Nara y le abrazaba por la espalda. Tomó sus manos y se las besó con cariño. Permanecieron en silencio unos minutos mientras Sullivan acariciaba sus manos. Abrió los ojos cuando ella se puso delante de él.

—Hola —lo saludó.

—Hola.

—¿Qué estás haciendo solo aquí? —le preguntó ella.

—Pensé que todo había sido un sueño —suspiró.

—Es real.

Ella le dedicó una sonrisa. Sullivan la arrimó a su lado y tocó una pequeña rama de la planta. Aunque gran parte de ella estuviera reseca, ante su contacto, la ramita cobraba fuerza y se aceleraba su desarrollo. Nara miraba con los ojos bien abiertos y un brillo de fascinación atravesó sus ojos al ver cómo esa rama rejuvenecía y le ofrecía a Sullivan una gran rosa de color blanco. Él la separó de la planta con cuidado y la olió. Luego se la regaló a ella, quien también aspiró de su aroma.

—Ahora me pregunto yo si esto es real —dijo ella examinando la flor.

—Es real —afirmó él dándole un beso en la frente—. ¿Te gustaría dar un paseo?

—Sí.

Entrelazaron sus brazos y comenzaron a caminar por los alrededores. Ella apoyaba la cabeza en el hombro de Sullivan.

—¿Cómo descubriste tus poderes?

—Alejado de todo y de todos.

—¿Has pasado mucho tiempo en el bosque? —preguntó mirándolo.

—Varias semanas desde que hui del castillo, pero el truco de la flor fue lo primero que aprendí.

—¿Puedes hacerlo con cualquier planta? —se interesó ella arqueando una ceja.

—No lo sé, pero en mi defensa puedo decir que hice que un árbol diera nueces.

—¿En serio?

Sullivan asintió.

—Quiero conocerte más —dijo Sullivan deteniéndose.

—¿Qué quieres saber de mí?

—¿Tienes familia? ¿Parientes lejanos? —apartó un mechón de su cabello y lo puso detrás de su oreja—. ¿Algún ex por el que debería ponerme celoso?

—¿Celoso? Tu ego va demasiado rápido —afirmó empujándolo con gracia—. Ni siquiera sé lo que somos.

—Entonces averigüemos qué podemos ser.

Ambos se perdían en la mirada del otro. Sullivan se inclinó para besarla y ella sonrió con anticipación. Le rozó los labios y entrelazó una de sus manos. Ella se aferraba a su cuello y todavía sostenía la rosa. Con su mano libre él acarició su cabello mientras le ofrecía sus besos.

—Eres el único que me gusta —dijo en sus labios.

Podía sentir su sonrisa en los labios y ella empezó a reír.

—¿De qué te ríes?

—Es que eres como Cleantha. Me haces decir la verdad —confesó ella sonriendo.

—Me gusta la sinceridad en la pareja —dijo él con voz dramática.

—¡Que no somos pareja! —exclamó ella golpeando su hombro en broma.

—Tengo la sensación de que lo seremos.

—Cállate —pidió tapando su boca—. Será mejor que regresemos —añadió apartándose.

—Sí, ya tengo hambre.

Nara suspiró frustrada.

—Ni siquiera es el mediodía.

Sullivan se rio mientras Nara le hizo una advertencia de que guardara silencio. Ella percibió el sonido de una armadura acercándose hasta que una figura apareció ante ellos. Era un cuerpo robusto cubierto por una indumentaria gruesa que lo protegía de pies a cabeza. Quien fuera que sea, sus intenciones no parecían buenas, ya que comenzó a reír.

Sullivan reconoció esa risa, pero estaba confundido. ¿Cómo lo había encontrado?

—Interesante... —dijo el soldado sacándose su casco. Su larga cabellera plateada hizo aparición, así como sus malignos ojos ambarinos—. Parece que estoy de suerte. Hoy podré matar dos pájaros de un tiro —volvió a reír clavándoles la mirada.

—Wisym... por favor, márchate —pidió Sullivan.

—He llegado demasiado lejos como para abandonar esto ahora —dijo colocándose el casco—. Siéntate, Sullivan, y disfruta el espectáculo —agregó desenvainando su daga.

Comenzó a caminar acercándose a Nara.

—Por fin tú, hechicera —la señaló con la punta del arma—. Ya nada me impedirá acabar contigo. Te destruiré igual que al otro.

Nara retrocedía más y más mientras Sullivan reflexionaba sobre sus últimas palabras.

—Te he seguido la pista, mejor dicho, la sombra, y me has llevado directamente a Sullivan.

—¡No! —gritó Nara con impotencia.

—Después de esto, acabaré con toda su clase. Wheeler me lo agradecerá.

Sullivan apretó los puños y sintió su cuerpo tensarse de furia, pero no podía actuar, ya que no era nada sin su espada y no creía que los brazaletes que tenía puestos fueran a serle de mucha ayuda.

Wisym se acercaba cada vez más a Nara casi arrinconándola.

—No prolongues más tu sufrimiento. Ríndete como el otro.

«¿El otro? ¿Podía ser que fuera...?» se preguntaba Sullivan. «¡El hermano de Nara!» pensó descubriendo la verdad por sí mismo.

—¡Tú! —exclamó Sullivan—. ¡Asesinaste a su hermano!

—Claro que sí. Puede que ya haya perdido la cuenta, pero recuerdo a su insolente hermano.

Nara quedó estática y casi tan inerte como una roca. No entendía por qué la verdad la había paralizado tan de golpe después de todo este tiempo buscando vengar a su hermano. Tenía al asesino frente a frente y se hallaba completamente desprevenida y vulnerable.

Sullivan se encontraba conmocionado también mientras que su corazón galopaba en su pecho incluso doliendo, pero antes de que Wisym tomara ventaja, sus brazaletes brillaron. La energía viajó como nunca antes por sus extremidades y de sus manos surgieron cadenas de fuego que inmovilizaron a Wisym. La daga cayó al suelo mientras Wisym tironeaba a Sullivan resistiéndose, pues la armadura lo protegía.




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