Tras casi un año de beber la sangre de dragón, el ex Héroe Sigurd se percató que tenía un gran problema que se salía de sus manos: él era no era capaz de tener hijos.
Ninguna de las mujeres de su harem quedó embarazada tras 6 meses de cautiverio. Su castillo se estaba terminando de construir, pronto se coronaría rey y un rey necesitaba descendencia. Interrogó a varios expertos hasta al fin tener una respuesta:
-Las mujeres normales no pueden contener su gran poder mágico, señor… Quizás las magas o brujas sean mejores opciones para concebir.
Dijo el aterrado médico de la corte real.
-¡Quiero a todas las magas sagradas que mande la Iglesia a subyugarme! ¡Y a todas las brujas que puedan atrapar! ¡AHORA!
Ordenó y así lo hicieron.
Fue una maga sagrada con un alto nivel divino quién le dio a su primer hijo. Y ese niño fue bautizado con la sangre de dragón.
Pero no era suficiente.
¿Y si este niño moría?
Necesitaba gente de confianza en este reino donde todos lo odiaban o temían. Así que se obsesionó con la idea de reinar junto a sus nobles hijos e hijas.
-Mi hijo será un Gran Duque, dos serán Duques, el resto recibirán títulos de Marqueses o Condes, o puede que Barón, jajaja, depende de sus desempeños~. Y princesas, un castillo no es nada sin princesas~.
Sigurd soñaba con una gran familia, ¿y por qué?
Su reino estaba aislado del mundo, la barrera mágica que los encapsulaba le impedía ir al exterior, cazar animales no era tan divertido y necesitaba pasatiempos para relajarse. Sin mucho esfuerzo encontró entretenido su planificación familiar.
Fue así cómo empezó la cacería de brujas en el reino de Gudbrand
Después de que la Iglesia dejara de mandar tropas para subyugar al “Monstruo del norte”, ya no quedaban magas sagradas para secuestrar, así que Sigurd se enfocó en cazar brujas.
El extremo norte del continente había sido desde siempre una zona aislada con poca población y el lugar preferido de las brujas para esconderse del mundo. Cuando Sigurd fundó su reino y la barrera mágica se levantó, las brujas quedaron atrapadas en el norte junto a un rey psicópata.
Ellas que vivían escondiéndose de la maldad del mundo, ahora no tenían donde esconderse.
Y todo empeoró tras la muerte de la reina.
La joven maga sagrada, que era fiel creyente de Dios, no pudo soportar la idea de volver a engendrar otro hijo para ese monstruo inhumano. Ser considerada la esposa de ese rey hereje era una ofensa a su fe.
Ella murió al caer de una torre.
Tras la muerte de la reina, el rey enloqueció aún más. Y ordenó encerrar a todas las brujas bajo el Templo recién construido.
-¡¡Llévenselas a todas a los calabozos del Templo!! ¡No volverán a ver la luz del sol nunca más!
Cada bruja que era atrapada fue llevada a los lúgubres calabozos que abundaban debajo del Templo maldito.
Pero esto no fue suficiente para el rey.
Ya habían pasado 5 años desde la muerte de la reina y ninguna otra mujer volvió a darle un hijo.
El rey estaba enfurecido y en un arranque de locura comenzó a dar sangre de dragón a las prisioneras. Después de todo, el cadáver de Nox todavía tenía mucha carne y sangre que dar.
Las brujas fueron forzadas a beber sangre de dragón solo para poder darle hijos a ese monstruo.
Pero no todo salió como el rey Sigurd quería.
Muchas brujas murieron apenas tomaron esa sangre maldita o durante los primeros meses de embarazo. Era como si Dios quisiera darle una advertencia, la sangre putrefacta del cadáver de un dragón no es algo que deba dar vida.
No obstante, Sigurd nunca se rendiría en su locura. Y gracias a su terquedad, sus preciados hijos e hijas empezaron a nacer.
Ninguna madre sobrevivió al parto.
Los pocos bebés que nacieron no eran humanos. Esos monstruos con dulces apariencias desgarraron y devoraron a sus madres al nacer.
Un infierno en vida se estaba dando debajo de aquel Templo.
Los gritos de agonía resonaban entre los pasillos de piedra de aquel laberinto, el llanto se podía sentir en la humedad que se respiraba y las maldiciones susurraban más fuerte a medida que te adentrabas en la profundidad de aquel infierno. Y fue el cadáver del último dragón el recipiente que absorbió todo el odio de las brujas.
Cada una de ellas maldijo a Sigurd y a su descendencia hasta sus últimos alientos.
Hay una verdad absoluta que todos deberían de conocer:
Nunca hagas enojar a una bruja.
Tarde, pero llega, Sigurd no logró su tan ansiada inmortalidad.
Tras 99 años de reinado, Sigurd fue brutalmente asesinado por su segundo hijo.
Un nuevo rey fue coronado, con el tiempo este cayó y otro tomó su lugar. Y esta historia se repitió por más de mil años. Mientras la locura de este reino aumentaba con cada nueva generación.
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Editado: 25.04.2025