El Último Héroe

cap. 4: Mi Birsha

Ni la intensa helada del extremo norte pudo congelar el tiempo.

Los niños rápidamente estaban creciendo.

El duque de las cordilleras estaba en constante guerra territorial con los condados vecinos, los hombres fueron obligados a enlistarse, lo cual llevó a un aumento de viudas que quedaron solas en sus hogares.

Mezclarse como una viuda con hijos fue fácil para Bertha.

Al principio temía que la estuviesen buscando, pero nunca lo hicieron; fue dada por muerta en el incendio y el nacimiento de Brunhild fue un secreto que se llevó su madre a la tumba.

Bajo las altas cordilleras ella crio a sus hijos.

-¡Brunhild! ¡No te vayas lejos, niña! ¡Es peligroso!

Brunhild era una niña alegre llena de energía que nunca obedecía. Era como un potrillo libre que hacía todo lo que su corazón quería. Una ráfaga libre dispuesta a tumbar todo obstáculo que tuviese al frente.

-¡¿Cuántas veces debo decirte que no pelees?! Eres una niña, las niñas no pelean con los niños.

-¡Él empezó, mamá! ¡Me insultó! ¡Dijo que mi cabello parecía popo de ganado!

La pequeña Brunhild le gustaba resolver todo con golpes. Fue el temor de los niños de su edad.

-Eso no importa. Tu cabello es muy difícil de teñir, no puedo ni decolorarlo, vas a tener que aguantarte.

-¡Mi cabello es lo de menos, mamá! ¡Ese gusano intentó golpear a mi Birsha! ¡Eso no lo iba a permitir!

-Lo siento… es mi culpa…

Contrario a Brunhild, Birsha era un niño tímido que rara vez hablaba. Debido a su peculiar color de ojos, tuvo que crecer fingiendo ser ciego ante otros. Ni la magia podía opacar el brillo de esos ojos dorados. Y fue por eso, que se vio forzado a usar vendas para cubrir sus ojos.

-¡No es tu culpa, mi lindo Birsha! Ese gusano pensó que podía intimidarnos y recibió su merecido. ¡Que dé gracias que solo le quité un diente!

Las palabras de Brunhild enojaron a su madre, pero secretamente hicieron feliz a Birsha. Ambos niños habían crecido juntos llenos de amor y habían desarrollado un vínculo más fuerte que la sangre. Especialmente Brunhild, ella vivía atesorando a su lindo Birsha.

-Basta, Brunhild sabes que no puedes alterarte. Tu magia es inestable cuando te alteras. Mírate, tus ojos vuelven a ser negros otra vez.

La niña se quedó refunfuñando al mirar su reflejo en el pequeño espejo de mano. Había aprendido magia desde muy pequeña con el único propósito de esconder el color de sus ojos. Pero la magia inestable de la niña tenía sus límites, especialmente si es para esconder el rasgo de una maldición.

-Espero que los otros niños no lo vieran.

-¡No te preocupes, mamá! ¡Cerré mis ojos cuando empecé a enojarme! ¡Lo golpeé a puro instinto!

Bertha no sabía si reír o suspirar por lo absurda que era su orgullosa hija.

Y así, el lento pasar del tiempo siguió su curso.

Cuando los niños cumplieron 15 años, Bertha tuvo una seria conversación con ambos.

-¡¿No somos hermanos?! ¡Mi lindo Birsha~~!

-¡Brunhild!

Lloraron los chicos fuertemente abrazados.

Bertha tuvo que dar una larga explicación para calmar a sus hijos. Y cuando todo lo relacionado con sus orígenes fue explicado, pudo por fin hablar del tema que más le preocupaba actualmente.

-Concéntrense, por favor, esto es importante. Brunhild, tú como mujer debes de comprender lo peligroso que sería que tuvieras hijos y por eso no quiero que tengas novios. Además, eres muy joven para eso.

Esto preocupaba a Bertha, porque a pesar de la personalidad explosiva de Brunhild, ella era la joven más bonita del pueblo y los hombres que la cortejaban eran muchos, aunque luego salían huyendo al ver lo violenta que era.

-Hijos… Ya lo sabía, pero nunca me había puesto a pensar ello.

La distraída Brunhild miró a Birsha.

La idea de ser madre rondó por la cabeza de Brunhild desde aquella tarde y nunca desaparecería.

Una nueva obsesión estaba creciendo dentro de ella.

-¡Brunhild! ¡Ponme atención!

-Oh~. Ahora sé por qué siempre me gritas. Es porque yo no soy tu hija, jajajaja.

Escucharla decir eso le dolió en el corazón a Bertha.

-Brunhild… Mamá siempre va a ser mamá. Ella no te dio a luz… pero le debes la vida… Sin ella, tú y yo nunca nos hubiésemos conocido.

-¡Tienes razón, mi Birsha! ¡Lo siento! ¡He sido desconsiderada con mi salvadora! Aceptaré silenciosamente mi castigo.

Las palabras de Brunhild alegraron a Bertha, pero la preocupación de su mente aumentó aún más. Ella se había percatado con los años que la testaruda Brunhild solo escuchaba las palabras de Birsha. El fuerte vínculo que los niños compartían era algo que la asustaba.

Ya se estaba arrepintiendo de confesarles de que no eran hermanos de verdad.

-Ve a recoger leña para la cena. Y si logras cazar algo no me enojaré, pero que otros no te vean.




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