Birsha estaba muy callado.
De por si era un joven de pocas palabras, pero ahora su silencio estaba acompañado de un semblante muy serio e irritado.
-Mi Birsha, ¿qué te pasa? ¿Te sientes mal? ¿Alguien te ha molestado?
Brunhild fue la primera en darse cuenta en que Birsha estaba raro.
-No me pasa nada… Iré por agua.
Brunhild no tenía dudas de que Birsha le estaba escondiendo algo. Así que decidió descubrirlo por su cuenta, y por eso se pudo a husmear entre las cosas de Birsha.
El lugar favorito de Birsha para esconder sus secretos era debajo de su colchón. Es un hábito que adquirió desde la niñez, cuando su madre le quitaba sus libros para quemarlos. A Bertha no le gustaba que Birsha recibiera regalos del demonio porque estos no dan nada gratis. El pequeño fue más inteligente y los escondía debajo de su colchón para que su madre no los encontrara; al crecer pudo hacer una pared falsa en su closet para esconder la gran cantidad de libros que había acumulado.
Aquel closet era como una pequeña biblioteca única en su tipo, porque en todo el reino de Gudbrand no existían bibliotecas ni libros.
Birsha realmente ama sus libros, eso lo sabía con certeza Brunhild.
Y por eso, supo de inmediato por qué su Birsha estaba molesto.
Uno de los preciados libros estaba golpeado, sucio y casi destrozado, aunque aún conservaba sus hojas y el contenido era legible.
-Mamá ha debido romperlo.
Es la única explicación que Brunhild encontró a esto. Porque su lindo Birsha nunca dañaría uno de sus amados libros.
-¿Lo puedo arreglar? ¿Cómo lo hago? Birsha siempre dice que el “papel” es muy delicado.
Y las cosas delicadas no iban con ella.
-No entiendo a mamá. Birsha es su hijo, ¿por qué no lo deja tener lo que quiere? Que frustrante~.
Recostada en la cama le dio una ojeada al contenido del libro.
Pero no era capaz de entender nada, porque Brunhild no sabía leer.
Brunhild era analfabeta, al igual que casi todos en este loco reino. Los únicos que sabían escribir eran los secretarios del rey y algunos nobles, ellos eran quienes escribían los decretos locos de sus jefes y redactaban el registro de la familia para los árboles genealógicos.
Birsha intentó enseñarle a Brunhild a leer y escribir; pero, sin importar cuanto se esforzase por complacer a su lindo Birsha, la cabeza de Brunhild no servía para aprender debido a la maldición. Sufre horribles dolores de cabeza cada vez que piensa demasiado.
-¿Qué debería hacer?~ Oh… mi cabeza. Aguántate… todo sea por mi Birsha~.
-¿Me llamaste?
Al verla mirando ese maldito libro Birsha puso una expresión que dejó paralizada a Brunhild.
-Yo… no lo rompí. Ya estaba así…
-Lo sé… Deja eso y vete a ayudar a mamá.
Obedeció y se fue.
“Mi Birsha… es adorable~.”
Está era la primera vez que lo veía tan enojado.
-¡Me puso la piel de gallina!~ Jajaja~.
Brunhild fue muy feliz en los siguientes días.
Por supuesto, no podía disfrutar por completo esta felicidad porque su lindo Birsha no salía de su enojo. Así que decidió vigilarlo en secreto, algo que ya solía hacer, pero que ahora era más discreta y persistente.
“Hoy va a ser el día~.”
Pensaba la joven con emoción mientras miraba a Birsha encontrarse con el demonio detrás de su cabaña. Brunhild esperaba que el demonio le diera nuevos libros a su Birsha y que eso lo animara. Con sigilo se metió en el cobertizo de los animales para escuchar mejor la conversación que tendrían.
Birsha estaba tan enojado que cuando vio a su maestro corrió hacia él. Y a diferencia de otras veces que suele contener su voz para que su madre no los descubra en sus encuentros secretos, está vez no pudo evitar gritar la pregunta que lo estaba atormentando durante ese mes.
-¡¿Por qué me lo dices ahora?! ¡Maestro! ¡Yo no quiero ser un Héroe!
Tras la ira vino la pena. No pudo contener más sus lágrimas y lloró sentado en la nieve.
-No quiero… matar demonios…
No quería matar a su maestro.
-¡Mejor nunca lo hubiese sabido! ¡No quiero este destino! ¡No quiero salvar a nadie! ¡Odio este reino! ¡Odio a mis malditos ancestros y a esta sangre de dragón que corre por mis venas! ¡Esos herejes merecen sufrir! ¿O acaso Dios quiere que los mate a todos para sacarlos de su sufrimiento?... ¿Él quiere volverme loco?
Apretando sus dientes el demonio miró la desesperación del joven muchacho.
-Quizás.
Birsha miró a su maestro al escuchar su seca respuesta.
-El Señor… no odia la locura. Confía en él, el Señor sabe lo que hace, nunca nos da retos que no podamos superar y él recompensa nuestros esfuerzos. No digo que sigas el destino escrito en el libro, porque no es necesario. Eres un mortal, Birsha, tú posees Libre Albedrío. Puedes elegir tu propio destino.
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Editado: 23.05.2025