Fueron 2 meses maravillosos en su vieja casa.
Vivieron como un feliz matrimonio sin preocupaciones en aquella vieja cabaña llena de recuerdos. Durante esos días pacíficos, revivieron viejas rutinas del hogar. Era una vida muy aburrida para alguien tan violenta como Brunhild, pero hasta ella pudo disfrutar de la serenidad si estaba al lado de su amado Birsha todos los días.
Incluso, renovaron sus votos y celebraron una nueva boda en el Templo del Señor. Fue una boda perfecta, tal como Birsha siempre la idealizó. Ver a Brunhild con un vestido blanco aceleró su corazón aún más que cualquier afrodisiaco. Y ambos prometieron ante Dios amarse eternamente.
Durante 2 meses, fueron plenamente felices.
Y cuando tocó la hora de partir, hasta a Brunhild le dio pena irse.
-Tenemos que volver~. ¡Pero primero vayamos a matar a esos herejes! ¡Ya quiero arrancarles el corazón!
Las ansias de la batalla borraron toda pena en el corazón de la Santa.
Partieron hacia la capital un mes antes del Aniversario del reino de Gudbrand. Tenían planeado viajar con calma y explorar la capital por si era necesario idear una ruta de escape. Birsha estaba siendo muy precavido porque el enemigo al que enfrentarían sería el rey.
“Ese monstruo llegó al poder tras matar al antiguo rey y a todo aquel que lo ha retado por el trono. No debemos subestimarlo.”
Pensaba muy cauto el Héroe.
El día que el castillo abriría sus puertas para recibir a todos los descendientes de Sigurd estaba pronto a llegar.
La Santa y el Héroe no fueron los únicos emocionados por ese día. El rey de Gudbrand lo estaba esperando con ansias mientras afilaba su preciada espada.
Faltando menos de una semana, Brunhild y Birsha llegaron a la capital.
Tuvieron que disfrazarse para no llamar la atención y poder pasear tranquilamente en las calles concurridas. La ciudad estaba muy movida por los preparativos para el Aniversario del reino. Las decoraciones festivas y los puestos de comida estaban llenando las calles. La joven pareja se divirtió unos días y pasearon lejos de las calles principales para no tener la desgracia de toparse con otro descendiente de Sigurd. Lo que más le preocupaba a Birsha era encontrarse con algún descendiente que tuviese tan buena nariz como Brunhild.
Tras matar a tantos nobles, Birsha descubrió que no todos tenían tan buen olfato como su esposa. Eso ayudó mucho para matarlos desprevenidos. Y quienes sí poseían un excelente sentido del olfato eran las mujeres, aunque no todas. Descubrir esto fue muy esclarecedor para Birsha, ahora entendía porque él no podía igualar el sentido de olfato de Brunhild. Y se resignó a nunca ganarle en una competencia de rastreo.
-Avísame si hueles a alguno de ellos.
Le susurró Birsha a Brunhild antes de entrar al Templo del Dios Sigurd.
Ahora que estaban en la capital, visitar este hereje Templo era algo que no debían perderse. Tenían que aprovechar los días antes del Aniversario del reino, porque después no podrían. Los nobles descendientes de Sigurd estaban ya llegando a la capital y el Templo de su maldito ancestro sería uno de los lugares obligatorios que visitarían.
Por fuera, el Templo del Dios Sigurd se veía impresionante como construcción y las estatuas de dragones que lo decoraban eran muy realistas.
“Aunque la más impresionante es la estatua de la plaza principal.”
Eso pensaba Birsha mientras evaluaba la calidad de los artistas que debieron trabajar en esta absurda construcción por pedido de un hereje que se creía un Dios.
“Debía estar muy loco para autoproclamarse un Dios.”
Insultaba a Sigurd por sus adentros con mucha rabia.
Pero, lo que Birsha no esperaba es que al entrar al Templo del Dios Sigurd todo su cuerpo se sintiese enfermo. Había un hedor nauseabundo que le hacía doler la cabeza y apretaba su estómago. Sentía un asco indescriptible y todo lo que podían ver sus ojos dorados era un miasma negro y putrefacto por todas partes del Templo. La voz del sacerdote que estaba dando la misa y los murmullos de los creyentes hizo arder la sangre de Birsha.
Quería matarlos a todos y destruir el Templo con sus propias manos; pero se contuvo lo mejor que pudo para no causar una conmoción y arruinar sus planes.
“¿Cómo pueden llamar a esto un Templo?... ¡Eso es una ofensa a los Dioses! ¡Malditos herejes!”
-Esposo…
Al ver a Brunhild sangrando profusamente por la nariz, se apresuró a sacarla de ese inmundo lugar.
“Esto es malo.”
Si tan solo una gota de sangre quedaba en el Templo, o en la ciudad, podría alarmar a otros descendientes de Sigurd con buen olfato.
Birsha, con prisa, le dio un trozo de su capa para que lo usara como pañuelo por el momento.
-Mis ojos…
Brunhild apenas podía abrir sus ojos o mantenerse en pie. Ella estaba tan mal que tuvo que cargarla en sus brazos todo el camino hasta el hotel donde se hospedaban. Una vez a solas en su cuarto, pudo atender su sangrado como debía.
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Editado: 23.05.2025