El Último Héroe

Cap. 20: El último descendiente

El Dios de este mundo hizo descender una espada para su primer Héroe.

Cuando el primer Héroe nació, una reluciente espada dorada descendió por obra divina frente al Altar Mayor de la Santa Sede. Hubo muchos testigos santos que dieron fe de su descenso divino y todos dijeron haber escuchado la voz de Dios diciendo:

“Esta es la espada del Héroe. Aquel que nació con mi bendición y posee ojos dorados acabará con el mal.”

Al escuchar esas palabras, se buscó al niño elegido por todo el mundo y no tardaron mucho en encontrarlo. Aquel niño bendecido de ojos dorados fue adorado como un enviado de Dios y entrenado para usar la espada sagrada de Dios.

Eran tiempos turbulentos, el mundo estaba siendo invadido por demonios. La gente asustada depositó todas sus esperanzas en ese niño. Esperaban que el Héroe acabara con el Rey Demonio y que salvara al mundo usando la espada de Dios.

Y así fue.

Todos los Héroes lucharon usando esa espada para matar demonios.

Hasta que el sexto Héroe, Sigurd, usó esa espada sagrada para matar a un dragón y se volvió loco.

Fue un gran golpe ser traicionados por su Héroe, pero lo que a la Iglesia más le dolió fue perder la espada sagrada que Dios les había dado.

Los Héroes pueden volver a nacer, pero esa reliquia sagrada era única.

¡Y Sigurd se había quedado con la espada de Dios dentro ese reino de locos!

Tras muchos intentos de someter a Sigurd para recuperar la espada sagrada de Dios, la Iglesia decidió rendirse.

¿Y qué fue de la espada sagrada?

Ahora esa espada era un símbolo, más importante que una corona, que representaba al rey de Gudbrand.

La sagrada espada de Dios ya no era empuñada por Héroes, si no por los malditos reyes herejes del reino de Gudbrand.

Aquella espada sagrada había matado innumerables demonios anteriormente, fue usada contra un dragón y se bañó con su resentimiento; además, había probado la sangre maldita de los descendientes de Sigurd por casi 2 mil años.

Esa espada ya no tenía nada de sagrada.

Se había convertido en un arma maldita que deseaba la sangre maldita de dragón.

Brunhild pudo sentir y ver que esa espada era peligrosa al empezar su pelea con el Rey. Pero a diferencia de Birsha, entre más ella transformaba su cuerpo, más perdía la poca racionalidad que tenía. Su mente se dejó opacar por la locura lentamente. Y con el pasar de las horas, olvidaba los riesgos y peleaba a puro placer sin importarle los daños en su cuerpo.

Llegó a un punto en que olvidó tener miedo a la espada.

Estaba tan absorta en la pelea y en sus deseos de ganar, que cuando vio la espada venir hacia ella, usó las gruesas escamas de sus antebrazos para cubrirse. Pero, eso no fue suficiente para detener el avance de la espada.

Birsha vio con horror como esa espada estaba enterrada en el pecho de su esposa.

-¡¡YO SOY EL REY DE GUDBRAND!

Gritaba el Rey al sacar la espada ensangrentada del cuerpo de la Santa. La cantidad de sangre que salía de su delgado cuerpo era absurda.

-¡¡¡BRUNHILD!!!

Usando un ataque de rayo mandó a volar lejos al Rey y corrió hacia su amada esposa. Al tenerla entre sus brazos pudo ver lo serio que era esto, la espada había atravesado completamente el corazón de Brunhild y lo había partido a la mitad.

Fue una muerte instantánea.

Brunhild estaba muerta.

No tuvieron ni tiempo para despedirse, aun así, Brunhild sonreía, porque había logrado escuchar la voz de su amado Birsha antes de morir.

-No… No…

Birsha se negaba a creer lo que veía.

El cuerpo de su amada esposa estaba muerto y su alma se estaba desvaneciendo entre sus brazos. Ni siquiera pudo quedarse con el fantasma de su amada.

En ese momento, Birsha lo comprendió todo.

La Santa había completado su rol en este mundo.

-¡NO PUEDES HACERME ESTO! ¡SEÑOR!

Con toda la rabia de su ser, Birsha maldijo a Dios mientras abrazaba el cadáver de su amada Brunhild.

-¡Te lo mereces, perra loca! ¡YO SOY EL REY DE GUDBRAND!

Afirmó el asesino de su esposa al apuntarlo con la espada maldita del Héroe Sigurd. Esa maldita espada había atravesado el corazón de Brunhild, así como alguna vez atravesó el corazón de Nox.

Birsha no pudo contenerse más y su grito se convirtió en un rugido que resonó en el cielo y miles de rayos cayeron sobre toda la capital del reino de Gudbrand.

Ahora sí, el Rey había muerto.

En una caótica noche oscura, había perdido todo lo que amaba.

Así como Birsha era la obsesión de Brunhild, ella era la obsesión de Birsha.

Un mundo sin el otro, no era un mundo donde Birsha quisiera estar.

¿De qué sirvió ser la marioneta de Dios si este no le permitió ser feliz? Si ese iba a ser su futuro, entonces frustraría los planes del Señor acabando con su Héroe.




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