El Último Héroe

Epílogo

Al abrir sus ojos, lo primero que vio fue a Brunhild.

-¡Birsha!

Lo llamaba su esposa al correr hacía él.

-¡Brunhild!

Con suma dicha corrió al encuentro de su amada para tenerla otra vez en sus brazos.

La felicidad que ambos sentían era indescriptible. No podían parar de llamarse mutuamente mientras sus manos se desesperaban por aferrarse al cuerpo del otro.

Este reencuentro era real y no un sueño.

Una vez más, su amada esposa estaba entre sus brazos y podía besarla tan profundamente como la primera vez. Birsha sentía que la vida volvía nuevamente a él.

Y lloraron de alegría por estar nuevamente juntos.

-Brunhild…

Ahora que la veía con más calma, podía afirmar que ambos estaban muertos. Solo eran un par de almas que conservaban la apariencia que tuvieron en vida, ya no había carne en ellos. Estaban muertos y eso qué importaba, Birsha sabía que la muerte era el único camino para volver a encontrarla.

-Te extrañé, no quiero soltarte, pero… Él te está esperando. Ve con él y luego eres mío para siempre.

Le dijo su amada esposa. Birsha pudo notar que los ojos de Brunhild ya no estaban tan locos como antes y que su alma estaba limpia de todo pecado. Al verla señalar hacia un árbol, él agudizó su vista para ver la lejana figura que estaba de pie mirándole.

-Él…

-Sí, es él. Ve, date prisa. Es un tipo muy ocupado~.

La radiante sonrisa de su esposa no había cambiado. Birsha soltó la mano de su esposa y comenzó a caminar hacia el árbol de hojas blancas.

El paisaje a su alrededor era blanco y brillante, era una imagen nostálgica porque le recordaba la nieve. En ese momento, un pensamiento vino a su mente:

“El mundo es hermoso cuando es blanco.”

Sí, a Birsha le gustaba el color blanco.

Con pasos lentos caminó entre las nubes blancas que destellaban colores arcoíris. Y cuanto más se acerca al árbol, más pensamientos venían a su mente y antiguos recuerdos que no eran “suyos” comenzaron a surgir.

Mirando a Dios, sus recuerdos de varias vidas pasadas se hicieron presentes.

Un ansioso Birsha comenzó a correr hacía el Señor.

“¡Ya lo recuerdo!”

Cuando la Maldición del Dragón estaba pronta a romperse, él le rogó al Señor que lo enviase como su Héroe. Se ofreció voluntario a una misión que le traería sufrimiento. Y “Brunhild” también se ofreció a ir con él.

¿Y por qué hicieron eso?

Porque ambos amantes deseaban salvar a su hijo.

Con lágrimas en los ojos, el Héroe cayó a los pies de su Dios.

-¡Lo siento! Yo… lo odié. Mi Señor, ¿cómo pude?... Perdón, blasfemé contra usted, perdí mi fe…

Su devoción a su Señor había flaqueado durante esta misión.

El Dios de largos cabellos negros lo levantó del suelo y limpió sus lágrimas con sus propias manos.

-Bienvenido, Byrsa…

Lo llamó Dios con tanta ternura como la primera vez que lo salvó de la muerte eterna. Los Dragones no tienen Almas, pero este Dios hizo posible lo imposible. Salvó la consciencia de los Dragones asesinados por los mortales y los convirtió en un nuevo tipo de Almas. Y dotó a estas Almas con Libre Albedrío para que vivieran tantas vidas como quisieran y para gozar de la eternidad en el Cielo.

Así de grandioso es el Dios a quien adora.

-Fue una vida muy difícil, lo sé, yo lo comprendo y me disculpo.

-No, Señor, no tiene que disculparse. Fue mi Maldición la que casi acaba con un mundo, era mi deber corregir mi error.

Y con una cálida sonrisa el Señor lo abrazó.

-No es un error sentir ira cuando te hieren. Te lastimaron más de lo que pudiste soportar. Tu dolor y odio no te cegaron, lograste volver amar a los mortales.

Gracias a la nueva oportunidad que el Señor le había dado, pudo volver a convivir entre mortales y volver a sentir aprecio por las almas.

-Aún odio a los Herejes.

-Jajaja, eso nunca va a cambiar, es parte de tu naturaleza.

Los Dragones odian la maldad, porque fueron creados para eliminarla.

-No fue fácil, pero lograste lo que deseabas. Tu Maldición ha acabado, tu hijo ya no estará solo y un mundo se salvó gracias a ti, Byrsa.

Le dijo el Dios de ojos claros y brillantes como las estrellas.

-No… Tú lo hiciste, Señor. Tus planes siempre son perfectos. La felicidad de mis hijos es gracias a ti.

-Este es el logro de todos, tienen que celebrarlo.

“Tan modesto como siempre, Señor.”

A diferencia de otros Dioses, su Señor no era presuntuoso.

-Es hora. Tengo que volver, vayan con “Bertha” para despedirse. Brunhild, es todo tuyo, cuídalo bien.

-¡Sí, Señor~! ¡Lo haré muy feliz~!




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