El último Lumiel

Capítulo 4

Harry se esforzaba por liberarse del agarre de Robert, pero este era demasiado fuerte. Era obvio que la fuerza física no iba a servir de nada. El Lumiel tenía que recurrir a una estrategia. Como se le ocurrió una gritó:

—¡Es un monstruo! ¡Esa mujer es un monstruo! — Robert mantuvo su agarre —. ¿Para qué carajos quieres verla?

—Ella puede revivir a los muertos — le respondió Robert. Su voz se quebró levemente.

—Supongo que sus trucos de magia no funcionan con ella misma.

Harry sonrió victorioso. Se sentía orgulloso de haber matado a ese monstruo y no se iba a disculpar al respecto. Solo dejó de hacerlo cuando Robert presionó su cuello con más fuerza.

—¿Acaso quieres comprobar el nivel de fuerza que tienes que aplicar para romper mi cuello? Yo responderé esa pregunta por ti: solo un poco más.

—Mi esposa…

—¿Qué?

—Glenda Leary es la única que puede devolverle la vida a mi esposa — un par de lágrimas cayeron del rostro sucio de Robert. Estas se mezclaron con su sudor —. Ella murió de una enfermedad desconocida. Solo tenía treinta y un años cuando dejó de respirar.

“Igual que yo, solo que yo moriré más joven”, pensó Harry.

—Lo siento tanto — dijo Harry con sinceridad. Sinceramente quería que lo soltaran —. Uno tiene que aceptar la muerte porque esta llegará a nosotros hagamos lo que hagamos. Si yo acepté la muerte de esa bruja creo que tú podrás aceptar la muerte de tu esposa. Como consuelo podrás llevarte todas las manzanas que quieras. Ya sabes dónde está la puerta. ¡Ahora suéltame!

Harry volvió a intentar zafarse del poderoso agarre. Fue inútil. No consiguió mover ni siquiera uno de los dedos de Robert. Este lo acercó a la altura de sus ojos. Harry se preguntó: ¿Cómo es que el azul puede ser tan amenazante?

—¡Voy a quemar este maldito jardín! — había tanta verdad en las palabras de Robert. Un mechón entero de pelo amarillo cayó al suelo.

—No, por favor. No — Harry no paraba de temblar.

—Dime donde está su cadáver.

—¡Está muerta! No hay nada más que puedas hacer.

Robert sonrió, la sonrisa creció hasta abarcar una porción generosa de su cara. Harry lo vio, a Robert le faltaran varios dientes pero eso no le quitaba lo amenazante. Esa mueca cruel perseguirá a Harry en sus pesadillas por un buen tiempo.

—La muerte es solo el principio — daba la impresión de que quería probar esa afirmación. Robert presionó más fuerte el cuello de Harry.

—¿Qué vas a hacer? — preguntó el Lumiel esforzándose por respirar. Conozco un hechizo que regresa a los muertos a la vida por unos días. Resucitaré a la bruja, la llevaré a mi aldea y ella hará su magia con mi esposa. Y si no quiere hacerlo, la obligaré — Robert acercó a Harry a su rostro sudoroso —. Y ahora, monstruo vegetariano, dime donde está.

Harry señaló la puerta del suelo como pudo. Con su pata y su ala.

—No la he movido de ahí. Lo juro.

A Harry solo le importaba su jardín. Ese loco estaba dispuesto a cumplir su promesa.

Sin soltar a Harry, Robert entró por la puerta. Bajó por las escaleras recién barridas y se encontró con un lugar totalmente diferente al que Harry le había narrado. Todo se veía más limpio e iluminado. Unas antorchas proporcionaban una cálida luz anaranjada. Los cadáveres de los niños brillaban por su ausencia, al igual que los rastros de polvo. El pasillo fue limpiado con una precisión maniática.

La única suciedad eran las huellas de Robert. Harry no pudo evitar mirarlo con odio.

—¿Tú limpiaste eso? — le preguntó Robert.

“Y gracias a ti voy a tener que volverlo a hacer”, pensó Harry.

El Lumiel asintió.

—Cuidar del jardín me daba mucho tiempo libre y todos esos cadáveres me causaban miedo y ansiedad. Así que limpié todo este sótano — la voz de Harry se volvió más aguda —. Esos pobres niños están ahora en un mejor lugar.

—¿De veras? — preguntó Robert con una pizca de empatía en su voz. Todavía lo agarraba con firmeza. No pensaba soltarlo hasta que haya revivido a Glenda.

—Son abono — respondió Harry con naturalidad —. Son una fuente nutritiva de alimento para mis plantas. ¿No crees que iba a desperdiciar tantos cadáveres, no es así?

Robert no dijo nada, aunque una parte de él quería romperle el cuello al animalito. Como si de una rama se tratase. Los dos llegaron al dormitorio principal. La puerta seguía semi abierta. Harry le explicó que trató de cerrarla varias veces, pero que jamás funcionó.

—Por favor — le suplicó Harry mientras Robert empujaba la pesada puerta para abrirla en su totalidad —. No lo hagas. El mundo es un lugar mucho mejor con ese monstruo muerto.

—No mi mundo.

Abrió la puerta.

—¿Qué carajos? — se preguntó Robert sin aliento.

Sus ojos se abrieron de tal forma que daba la impresión de querer salirse de sus orbitas. El dormitorio de la bruja estaba igual de limpio que el resto de la casa. Los suelos estaban libres de polvo y las paredes carecían de manchas de sangre. Harry lo había pintado de un adorable naranja. La cama estaba tendida con mucha precisión. Cualquiera se preguntaría si un militar lo había hecho si no supiera el contexto. Los muebles de huesos estaban bien organizados; y el resto de los huesos estaban separados por formas y tamaños. Los cráneos formaban una grotesca y limpia pirámide.




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