El último mago

Capítulo 1

GREENWICH VILLAGE, NUEVA YORK

ACTUALIDAD

 

La luz solar se colaba por el hoyo de la ventana dándome justo en el rostro, el reloj marcaba las siete de la mañana.

Maldición.

Me levante de golpe haciendo que la cama de madera hiciera “crack” mientras mi cuerpo se desprendía de esta, ya estaba media hora atrasado para ir a la universidad, en estas situaciones sí que se necesitaba una mamá, omití el pequeño rastro de soledad que se dispersaba por el sótano, la casa en donde vivía se componía por dos plantas, aparte del sótano que tenía una entrada de salida directamente hacia afuera de ella, y una pequeña escalera oculta que llevaba hacía la sala.

Arriba se encontraba la hermana de mi mamá, la tía Nathaniel, su esposo Robert, y su hijo Jack, todos juntos conformaban los Miller, las personas más perversas, vil y canallas que he podido conocer, después del fallecimiento de mi madre ellos tomaron posesión de la herencia que me correspondía sólo por ser adoptado, dijeron que eso no me pertenecía, y con ello se volvieron amos de esta casa, entre otros intereses económicos, obligándome a vivir en el sótano como un errante.

 

Me bañe y cambie lo más rápido posible, corrí hacía la estantería deteriorada metí lo necesario, una libreta y un lápiz, una vez más corrí hacía la puerta y cerrando está detrás de mí me dispuse a ir a la universidad, dicen que los primeros días son los más fatídicos que sólo te deseas regresar a secundaría, pero este día lo sentía extrañamente benévolo.

En mi recorrido por las calles de Greenwich notaba las pequeñas hojas danzantes con el viento, siempre sentí cierta conexión con la naturaleza, los animales, y mi propia especie, como si todo lo demás esperara siempre por mí, como si tuviera siempre esta fuerza y poder dentro de mí, algo especial…

 

La campana se hizo presente mientras corría por el campus, la segunda hora estaba a punto de comenzar y me tocaba biología, en el quinto piso, mire las escaleras con una mueca de dolor anticipada por mis piernas, y sí volví a correr como sí no hubiera un mañana, cuando por fin había llegado a la puerta no pude frenar las ganas de tomar aire, mis pulmones pedían a gritos el oxígeno que no llegaba.

Abrí la puerta de un solo golpe y vi las miradas de todos recorrerme, la voz de un señor al lado del pizarrón me hizo voltear.

 




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