El último mago

Capítulo 9

Las llamas estaba consumiendo el piso, pero seguía sin importarme, estaba tan cansado ya no podía aguantar más. Sabía que si seguía así podía comenzar un incendio, hasta podía quemar vivos a los Miller. La idea no me pareció mala por unos segundos, pero ese no era yo, jamás sería yo.

Caí de rodillas calmado todo el huracán de emociones que llevaba por dentro, el fuego seso inmediatamente, el sótano estaba casi completamente negro, no podía seguir así.

Recogí mi ropa y pertenencias, todo lo que podía llevarme en la maleta gris y vieja que me habían comprando mis padres cuando fuimos de viaje al caribe, suspire viendo el cuadro de mamá, no podía llevármelo por lo grande que era, salí del sótano por la puerta que conducía directamente a la calle, el frío consumió un poco mi interior, cerré los ojos al contacto, no había sentido en mucho tiempo esta clase de paz.

La casa de Andry era un poco más grande que la mía, dos pisos componían a esta pero el jardín principal era gigantesco al igual que el trasero, piscina y otros lujos la adornaban. Toque a la puerta dos veces, Andry tenía su pijama puesta y su cabello rojizo recogido en una coleta.

—Te dije que vinieras con todo, más no que te mudarás —Me dio una gran sonrisa, pero su sonrisa se desvaneció al ver mis lágrimas—¿Que ocurrió?— Agarró mi maleta, y nos adentramos a la casa.

Con Andry no me daba vergüenza llorar, era la única que podía verme de esta forma, tan destruido vuelto nada, menos que nada.

—Los Miller —Dije entre hipos—Me acusaron de algo que no había hecho sólo para votarme al fin— Me encontraba cabizbajo.

—Subamos y me cuentas con más calma—La voz de Andry era tranquilizadora, de esa que decía "Todo estará bien" "Yo te cuido" Subimos las escaleras de madera pulida, la casa de Andry era muy bella, el azúl vibrante adornaban las paredes, los muebles blancos y grises adornaban la sala, mientras que luces colgaban de la cocina llena de mármol. Cuando por fin llegamos al cuarto de Andry, me jaló hacía la cama, y se puso en disposición para escucharme, ella estaba acostada mientras que mi cabeza descansaba en su abdomen, sus manos acariciaban mi cabello.

—Cuentame bien lo que paso—Rompió el silencio Andry.

—Llegue hoy de la universidad, cuándo entre a mi cuarto todo estaba vuelto mierda—Hice una pausa—Luego escuche a los Miller discutir así que decidí subir—Paré, sentía que las lágrimas iban a volver en cualquier momento.

—Todo va a estar bien Ryan, yo estoy aquí contigo— La voz de Andry era tan comprensiva y pasiva que me calmaba, así que proseguí relatando.

—Nathalien me comenzó a decir que era un ladrón por robarme la cadena de Jack, yo no entendía nada, les dije que yo no robe nada pero no me hicieron caso, Robert me trato horrible, mi tía hasta me dio una bofetada—La abracé, y ella me devolvió el abrazo—Me echaron, dijeron que me largara— Un silencio se hizo presente, pero no era de los incómodos, era de esos compresivos, de esos que te susurran te entiendo. Andry se despegó un poco de mí, mientras me miraba a los ojos.

—¿No paso nada más?— Dijo Andry.

Imagine el cuarto en llamas después de haber explotado, pero no podía contarle eso, no podía decirle causalmente, "Hey, esque también tengo poderes, y cada vez son más y diversos" Y no porque me tomaría por loco, sí no que ni yo mismo me lo creía todavía.

—Nada más—Logre mentir.

Sus ojos me recorrieron, pero al final lo acepto sin decir más.

—Tengo que buscar ahora un lugar para vivir— Suspire.

—Te puedes quedar aquí hasta que encuentres un lugar—Me dio un beso en la mejilla.

—Muchas gracias, ¡Te adoro!— Grite, y la cargue.

Después de un largo paseo con ella en mi espalda, subimos las escaleras una vez más pero estaba ves para quedarnos allí.

—¿Qué era lo que me ibas a decir?—Le dije a Andry jadeando.

Ella se quedó pensando por un momento, se acomodo un poco el cabello, abrió la boca y después la volvió a cerrar.

—Se me olvido—Sonrió.

—¿Te creo?— Alcé una ceja.

—Creeme— Saco la lengua.

—¿No tienes como hambre?— La carita de Andry de perrito mojado me lo decía todo.

—¿Quieres que te cocine señorita?— Su sonrisa se agrandó y la mía hizo lo mismo.

—¿Panqueques?— Seguía sonriendo.

—¡Panqueques!— Grito ella, reafirmándolo. Después de comernos unos ricos panqueques míos, porque ella no sabía ni batir un huevo, nos acostamos en su cama, no era la primera vez que dormíamos juntos, Andry era como mi hermana y siempre lo hacíamos desde pequeños.

—Dulces sueños hermanita, te quiero— Dije besándole la frente.

—Dulces sueños, hermanito— Dijo ella devolviéndome el beso.




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