Claustrofobia a Bordo
La transición del aire seco de Asia Central a las entrañas metálicas del Submarino El Fantasma fue abrupta y chocante. La nave, un coloso nuclear de la clase Akula modificado por Nido, era un laberinto de tuberías, válvulas y acero frío. La atmósfera estaba cargada de ozono, combustible diésel y la tensión silenciosa de la tripulación.
El Capitán Sergei no era un hombre de hospitalidades. Su cabina de mando era un santuario de luces rojas y paneles analógicos. Sus dos únicos tripulantes, un joven oficial de sonar llamado Ivan y una ingeniera taciturna llamada Lena, reflejaban la eficiencia helada de su capitán.
Kira, Vance y Nido se apiñaron en un diminuto camarote asignado.
—Las condiciones son... óptimas para el sigilo —murmuró Nido, ajustando su silla junto a un torpedo inactivo—. El revestimiento anecoico de este submarino es legendario. Somos invisibles.
—La invisibilidad no es el problema. La autoridad lo es —dijo Kira, con los brazos cruzados.
Kira sabía que, aunque Sergei era el capitán, ella era la líder de la misión. La tensión entre ellos era tan densa como el aire reciclado.
La Prueba del Capitán
Kira se dirigió a la sala de control y encontró a Sergei observando los monitores del sonar.
—Capitán, necesito tener acceso al mapa de ruta y al sistema de navegación. Somos los únicos que conocemos las coordenadas precisas de Arcadia —declaró Kira sin rodeos.
Sergei, sin girarse, respondió con voz grave y un marcado acento. —Mi submarino, mis reglas, Capitana. Yo les daré la velocidad y la profundidad. Ustedes me dicen dónde ir. Mi tripulación no tomará órdenes de pasajeros.
—Si no llegamos a Arcadia, su vida no valdrá nada, Capitán —replicó Kira, acercándose.
Sergei finalmente se giró. Sus ojos grises, curtidos por años bajo el agua, eran una pared. —Y si me expongo por una misión que no entiendo, mis hombres morirán por una causa que no conocen. Muéstreme la amenaza.
Kira entendió que Sergei no necesitaba dinero, sino confianza y justificación. Ella se apoyó contra la consola y, por primera vez, le mostró el pergamino atlante y las imágenes filtradas por Nido del Núcleo de Oricalco.
—Esto es un arma global. Su fuente de alimentación está en Arcadia. Si no la desactivamos, El Cónclave tiene la capacidad de crear un colapso energético que sumirá al planeta en la oscuridad.
Sergei miró la imagen del Núcleo durante un largo momento. —Nunca creí en fantasmas. Pero la historia, Capitana, a veces tiene dientes.
Los Ojos de Victoria
La tregua se rompió por la voz tensa de Ivan, el oficial de sonar.
—Capitán, tenemos un contacto. Rápido. Silencioso. Clase Shadow.
Kira se tensó. El mismo tipo de lancha ultrarrápida que Victoria Aelarion había usado en el Mediterráneo.
—Victoria nos está cazando. Sabía que usaríamos esta ruta —dijo Vance, su voz aguda por la preocupación.
Sergei no perdió la calma. —Ellos son rápidos. Nosotros, invisibles. Ivan, profundidad de emergencia. Veinte grados abajo. ¡Lena, silencio total!
El submarino se inclinó violentamente, descendiendo a la profundidad de colapso. En la oscuridad, Kira, Vance y Nido se aferraron a las barandillas.
En el sonar, el eco de la lancha Shadow se acercó, pasando justo por encima de ellos. Podían escuchar el pulso débil del motor de plasma del enemigo.
—¡Nos han detectado! ¡No visual! ¡Pero saben que estamos aquí! —gritó Ivan.
Sergei miró a Kira. —Victoria tiene tecnología que oye donde el sonar se queda ciego. Necesitan más profundidad.
—Y la tripulación de la lancha Shadow sabe que a esa velocidad y profundidad, un submarino Akula no puede girar ni evadir —añadió Kira, la tensión del combate regresando.
Sergei asintió, una rara señal de respeto. —Mi submarino no puede girar, Capitana. Pero sí puede escupir.
Rápidamente, Sergei manipuló un panel.
—¡Tubo tres! ¡Dispersión de contramedidas! ¡Fuego!
En lugar de un torpedo, el submarino lanzó una nube de pequeñas esferas de titanio que crearon un eco masivo y caótico en el sonar. El objetivo de la lancha Shadow se volvió incomprensible.
—Contacto perdido —dijo Ivan, aliviado.
Sergei se reclinó en su asiento. —Hemos ganado tiempo. Pero Victoria tiene paciencia. Este juego es largo.
Kira asintió, ganándose el respeto de Sergei. —Ahora que el juego es largo, Capitán, vamos a necesitar un plan de batalla para la inmersión final.