Un mes después.
La pequeña cabaña de madera se alzaba en los acantilados de la costa de Noruega, con vistas a un fiordo tranquilo y desolado. La elección de "La Vigilancia" era perfecta: un lugar hermoso y totalmente desconectado del mundo.
Kira, vestida con ropa casual, miraba el océano. Las cicatrices de la batalla no eran solo físicas; el sacrificio del Capitán Sergei y la brutalidad del combate en Arcadia pesaban en su alma.
Nido, que había supervisado la evacuación final de los restos de Arcadia, se acercó a ella con un informe final.
—El Cónclave está terminado. La caída del Generador de Impulso paralizó su red de energía global y expuso a los Ancianos restantes. La Aethel Logística se ha desmoronado —dijo Nido, con una rara nota de satisfacción.
—¿Y Victoria? —preguntó Kira.
Nido suspiró y deslizó un pequeño pendrive cifrado a Kira. —Ella escapó, sí. Nuestros satélites la rastrearon en un submarino de bolsillo, rumbo al sur. Pero ahora está sola. Sin red. Sin aliados. Solo una fugitiva con un cuchillo de plasma y un odio profundo.
Kira guardó el pendrive. Sabía que no se había terminado, solo se había simplificado: la amenaza global se había convertido en un enemigo personal.
La Carga de Elías
Vance estaba sentado junto a la chimenea, contemplando el pergamino de metal. Lo había recuperado de las profundidades de Arcadia. El mapa ya no mostraba rutas de escape ni ubicaciones de núcleos; ahora mostraba un único y enigmático símbolo: un ojo dentro de una espiral.
—El Legado. Eso es lo que has estado mirando desde que llegamos —dijo Kira, sentándose a su lado.
—El Ojo de Aelarion. Es una advertencia, Kira —explicó Vance. Su voz era más firme, más decidida. El "profesor" había muerto en Arcadia; había nacido un guerrero.
—El Cónclave era solo el custodio equivocado. Victoria fue la ambición equivocada. Pero el Legado Aelarion —la tecnología, el conocimiento, el poder— aún existe. Está esperando al guardián adecuado. Y ese soy yo ahora.
Kira entendió. Su misión de "salvar el mundo" había terminado, pero la misión de "vigilar el legado atlante" recién comenzaba.
—Entonces, ¿qué hacemos ahora? ¿Esperar a que Victoria nos encuentre? —preguntó Kira.
Vance tomó la mano de Kira, sus ojos azules fijos en ella. —No. Ella vendrá por el Ojo de Aelarion. Y cuando venga, estaremos listos.
Se levantó y miró por la ventana, hacia el horizonte inmenso.
—Esta ha sido nuestra primera batalla, Capitana Rourke. Ahora nos toca construir el campo de batalla para la segunda. Ya no trabajamos para nadie. Solo para nosotros.
Kira sintió una oleada de emoción y una adrenalina renovada. Tomó la mano de Vance, sintiendo la promesa de un futuro peligroso, pero compartido.
FIN