Aquella tarde de finales de noviembre la chica de cabello castaño brillante había decidido salir a dar un corto paseo. El otoño era su época favorita y ver cómo las hojas cambiaban de color conforme pasaban las estaciones siempre le había fascinado. Le gustaba el tono rojizo que adquirían las hojas en otoño. Le gustaba que no hacía tanto frío y que no hacía tanto calor. Pero ahora esa época estaba acabando, tan solo quedaba poco tiempo, las hojas iban cayendo y olvidando una temporada.
Ya casi comenzaba invierno.
Ella siempre salía por las tardes, le gustaba salir de casa unos momentos y olvidar todos los problemas que habían en ese lugar.
Tomaba su celular y sus audífonos para ir escuchando música en su caminata, pero en esa ocasión había querido disfrutar del ambiente. Escuchar el susurro del viento y el ruido que hacía el ambiente.
Iba caminando de manera despreocupada, llevaba su abrigo favorito y en el había un hilillo en el que siempre se entretenía jugando.
Jugaba con el sin ni siquiera percatarse de lo que pasaba a su alrededor cuando, de pronto, sintió que chocó contra algo… o alguien.
Levantó la mirada enseguida y detalló a la persona que estaba frente a ella.
Era un chico muy alto, su cabello estaba enredado por la ventisca, era de color café oscuro, después estaban sus ojos del mismo tono, sus pestañas eran bellísimas, eran más largas que la de ella e incluso ella sintió un poco de envidia, sus labios eran perfectos, tenían la proporción adecuada, el labio inferior era más grueso que el otro y su nariz era incluso atractiva.
Cuando ya hizo toda la revisión, ella se disculpó con un torpe lo siento.
Tan solo fue una fugaz mirada que él le había dado, pero ambos continuaron en su camino.
Ella volteó hacia atrás, pero él nunca lo hizo.
Si al menos hubiera volteado, él se daría cuenta de que aquella chica se estaba desvaneciendo lentamente a unos cuantos metros de él.