💛Capítulo 4: Varios rayos de sol atrás.
Hay amores que es mejor no vivir o al menos, en mi caso, nunca dejar que crezcan.
Desde que Atlas se marchó sin despedirse no he podido estar para nada tranquila y aunque Tony intente subirme el animo es casi imposible, más sin embargo puedo notar como ella se ve más decaída, algo triste.
—¿Te ha llamado? —. Fue lo que pregunté al entrar en su habitación.
Venía a su casa de jueves a sábado en el horario de la tarde ya que esos días mi padre llegaba realmente tarde del trabajo y para mí es deprimente quedarme en casa aburrida sin nada que hacer además de lamentarme por no confesarme ante Atlas. Ella estaba recostada de lado en su cama abrazada a una almohada viendo una foto de Atlas y ella de pequeños.
—Se le ha dañado su teléfono. —. Dije en medio del llanto.
Ellos crecieron juntos a pesar de la gran diferencia de edad que Atlas le lleva a Tony y junto pasaron la muerte de su madre en compañía de su padre. Siempre se tuvieron el uno para el otro en cualquier momento del día. Recuerdo que una noche que me quedé a dormir con Tony Atlas entró en medio de la noche para acompañar a su hermana, siempre se hacían compañía.
—¿Y que dice el Sr. Robinson de todo eso? —. Me senté a su lado para darle mi apoyo, aunque no sea para nada buena con las palabras.
—Papá está realmente preocupado, quiere viajar a Liverpool pero yo no quiero quedarme sola.
—Siempre puedes quedarte en mi casa. —. Le animé, a Tony siempre le gustó quedarse en mi departamento.
—El dato está en que quiero ver a mi hermano pero… pero no sé si quiera verlo en ese estado. —. Farfulló triste, pero, ¿De que estado habla ella?
—¿A qué te refieres, Tony? Atlas es tu hermano y es tu deber verlo, independientemente si está ojeroso por el estrés universitario.
Ella resopló y se giró a verme, tenía sus lindos ojos color ocre rojos e hinchados por todo el llanto que tiene desde el primer instante en que Atlas subió al avión.
—Hay ciertas cosas que es mejor nunca sepas, Asíc.
Auch.
Quise rebatir diciendo que puedo comprenderla pero terminé mordiendo mi lengua, comprendo que ahora no se sienta para nada bien y es por eso su actitud.
—Bien…—. Le di su espacio para que pueda recordar a su hermano.
Si ella que es su hermana lo echa de menos hasta el punto de deprimirse imagínense a mi que estoy totalmente enamorada de él y nunca pude decirle como me sentía por miedo arruinar mi amistad con Tony. Ladee mi rostro viendo una foto estilo Polaroid que hay en la cabecera de la cama de Tony y es una en dónde salimos nosotras con su hermano. Mi mejor amiga sonreía viendo a la cámara y Atlas igual, mientras que mi mirada estaba puesta en el chico que en ese momento tendría unos diecisiete años.
Y pensar que ahora tendría unos 27 años.
Atlas en todo este tiempo cambió mucho físicamente y hasta de actitud, y es comprensible dejó de ser un niño para pasar a ser un adulto independiente del que ahora no tiene tiempo para nada. Ya lleva varios años fuera de aquí y hasta ahora Tony le ha dado su depresión, es decir se marchó cuando recién cumplía 19 y fue rápido.
Nunca supe a dónde hasta hace unos segundos y fue por Tony.
—¿Tu en algún momento superaste tu amor por mi hermano? —. Surgió el tema. Miré a Tony y ella ahora me veía interesada en hablar, viene a mi lado y se recuesta en la cabecera de la cama a mi lado.
—¿Tu estás…? —. La verdad no quiero que mi amor platónico por Atlas arruine mi amistad con Tony.
—No me molesta más bien me genera curiosidad saber que te hizo amar a mi hermano, si era un chico de pocas palabras y poco sociable.
La verdad a mí me costó mucho darme cuenta de que amaba a Atlas y fueron semanas de negación y temor, temor porque no quería que mi mejor amiga se enojara conmigo y le dijera a su hermano y se pusieran en contra. Si, muy dramática, pero ya han ocurrido varias cosas que no quiero vivir.
—Quizás haya sido su forma de tratarme tan desinteresadamente, siempre siendo atento a su me encontraba bien. Atlas es un chico con muchos valores que me hicieron comenzar a quererlo. Cuando supe que lo amaba sentí mucho miedo porque no quería perderte, Tony, y además siempre fui consciente de que no tenía oportunidad con él. —. Inhalé profundamente pensando en él y en cada cosa que me hace amarlo.— Siempre amé la forma en la que el color de sus ojos resaltaba cuando el sol pegaba sobre ellos, por su sonrisa toda única. Su tono de voz siempre me pareció el mejor sonido, me causaba mucha seguridad escucharlo hablar.
—Te encanta, eh. —. Tony ríe y yo me ruborizo.
—Mucho pero se que con él no hay oportunidad. Es decir, ya es todo un adulto y yo una niña inexperta que no conoce nada del amor más que la simple fantasía que se creó con el hermano mayor de su mejor amiga.
—Y poética. —. Ambas reímos, la verdad me hizo bien saber que ya no está llorando.— Y te agradezco que ames a mi hermano de ese modo, Asíc. Espero que si Atlas no se enamora de ti busque a una chica que diga tantas cosas lindas de él con solo pensarlo.
Y fue así que pasamos la tarde aquel cuatro de agosto en la casa que pertenece a su familia desde hace muchos años.
Los días fueron pasando y con ello los cambios de humor que experimentó Tony Robinson, vivía en depresión pegada al celular esperando llamadas y no se pero para mí ya nada estaba bien y que a Atlas le está pasando algo en Liverpool y ella para no hacer que me de un infarto evita decirme.
Y justo hoy entró al aula con esas típicas expresiones que denotan su gran preocupación y aunque intenté morderme la lengua para no invadir su espacio personal terminé preguntando.
—Atlas está enfermo. —. Soltó en medio de un llanto descomunal. Es una fortuna que solo seamos nosotras dos en el aula.