💛Capítulo 6: El sexto rayo de Sol.
Él no me soltaba y yo siendo sincera tampoco quería que lo hiciera.
Enrollé mis brazos alrededor de su cuello dándole el paso a qué profundice el segundo beso que nos damos. Él lo hace teniendo un poco de cuidado con su brazo lastimado y de que nadie nos vea o de lo contrario se arma. Sin embargo a mi todo eso no me importaba ahora, en el presente solo puedo pensar que estoy besando de quién estuve enamorada toda la vida, finalmente me encuentro entre sus brazos.
—Eres preciosa. —. Susurra en medio del beso antes de hacerme retroceder y quedar entre la puerta de la recamara y su cuerpo.
Toqué su mejilla aún dejar de besarlo, estaba algo áspera por la barba incipiente, más no me importó .
Ya cuando parecía que el beso iba a profundizarse más los toques suaves a la puerta nos hizo apartarnos asustados. Él yendo a fingir que veía el mural que Harriet tiene mientras que yo fingía limpiar un estante de libros.
—Hermano. —. Se anuncia Tony al entrar, al principio se sorprende al verme en la misma recámara con su hermano.— ¿Asíc? No sabía que habías venido.
—Harriet solicitó verla, nuestro padre la recibió. —. Explicó rápidamente Atlas. No pude evitar bajar la mirada a sus labios hallándolos hinchados y algo rojizos, oh madre de Dios, si así están los suyos no quiero imaginar los míos. Avergonzada fingir continuar limpiando.
—Bueno. Yo venía a decirte que papá quiere que se vayan ya, la cita es en media hora y no puedes llegar tarde.
—Lo comprendo, hermana. Tu te quedas con Asíc y Harriet…, prometo no tardar. —. Lo último lo susurró solo para que yo pudiera escucharlo.
—Te esperamos en cinco así que apresúrate. —. Tony sale no sin antes verme por encima de su hombro; ella sabe que aquí ocurría algo.
Ahora que ella había salido pude respirar con más calma aunque no tanto ya que a los segundos traía a Atlas pegado a mi brazo y con sus labios a la altura de mi oído.
—Vuelvo a certificar que el sabor de tus labios es mi favorito, y aunque haya pecado al besarte frente a una fotografía de mi difunta esposa no paro de pensar en lo colada que estás dentro de mi. —. Deja un beso en la comisura de mis labios y sale de la recámara.
Me sostuve de la estantería para evitar caerme de espaldas porque no podía creer que de verdad había estado permitiéndole a Atlas Robinson besarme. Inhalé profundamente y no pude evitar pegarme brinquitos de niña feliz, esto es lo que la Asíc de quince años siempre soñó experimentar y lo hizo con el amor de su vida.
A los segundos me encuentro con todos en la entrada despidiendo a Atlas, Harriet al verme bajo el umbral corrió hacia mi haciendo que su familia vuelva a verme, en especial aquel del que no podía parar de mirar. Él sonrió de lado y agitando su mano se despidió de mi y se marchó.
—¿Hay problemas con que Max venga? —. Me pregunta dulcemente Harriet al entrar.
—Por mi no pero, ¿Tu padre te concedió el permiso? —. No pasaría por encima de Atlas nunca, es su hija y él verá lo que está bien y lo que no.
—Dijo que si, solo que debía preguntarte a ti primero.
¿Qué?
—Harriet, linda, en todo caso te debió decir que a mí es quien debes pedir permiso. —. Se metió entre nosotras Tony.
Harriet negó lentamente y volvió a decir lo mismo.
—Mi papá dijo Asíc no Tony, y como Asíc me dio permiso ya iré a confirmar con Max. —. La niña salió de la sala a su habitación.
Yo me iba a otro lado a esperar que ella me necesite cuando Tony vuelve hablar.
—¿Qué hacías con mi hermano en la recámara de Harriet? No intentes confundir sus sentimientos, Asíc. Con mi hermano no. —. Su tono amenazante me llamó la atención.
—Jamás haría algo que pueda lastimarlo y lo sabes.
—¿Y Harriet donde queda? —. Dice. — Ella no necesita de una madrastra, tu eres su niñera así que confórmate con eso.
Ella abandona la estancia para ingresar a la que supongo es la oficina de su hermano.
Y quisiera enojarme y reclamarle pero simplemente no podía, ella tiene razón. Ni en esta ni en otra vida podría reemplazar a Eleonor en la vida de Atlas y Harriet pero me conformo con saber que ambos están bien conmigo.
El chico Max llegó a los segundos que Harriet llamó y ahora yo los acompañaba en el jardín a petición de Atlas que no los dejé solos ni por un segundo.
Yo veía a Harriet ruborizarse por lo que Max le susurraba y no me cabe la menor duda de que ella está interesada en su mejor amigo.
💛
Harriet Robinson.
💛
—Y lamento si hice que todos ahora sepan de ti, no fue en mal plan y lo sabes, Harriet. —. Fueron las palabras que utilizó Max para disculparse.
Y quiero decirle que ya no importa, que ahora estamos nuevamente juntos y que espero que siga siendo así por toda la vida pero las palabras no me salen y me quedó atemorizada. Inhalé profundamente deslizando mi mirada al frente en lugar de ver aquel par de faros azulados que no hacen más que escrutar cada parte de mi alma. Él me conoce mejor que mi padre, incluso mejor que mi tía Tony.
“Eres aquel diario abierto del que trato de esconder de los ladrones que buscan robarte de mis manos.
Tan solo soy un codiciado pirata con el botín más preciado en todo el mundo en sus manos; y ese eres tu, Harriet.”
—¿Le has pedido perdón a Travis? —. Deshice del tema con la mención de aquel al que mi mejor amigo no puede escuchar sin que le nazcan las ganas de abofetearlo.
—Eso nunca. —. Farfulló entre dientes enojado.
—¿Entonces como piensas que te perdone, Max? —. Lo miré severamente.
Max y yo somos amigos prácticamente desde que estábamos en las panzas de nuestras madres, nacimos con un día de por medio en el mismo mes. El 24 de abril llegué yo y él llegó el 26 de abril él. Mi padre y el suyo son grandes amigos y mi madre lo era de la suya. Crecimos juntos, jugamos juntos y cuando estábamos más pequeños él solía quedarse acá en casa y teníamos pijamadas.