💛Capítulo 7: El séptimo rayo de Sol.
“Me has roto el corazón y es algo con lo que puedo vivir” Asíc Williams.
Han pasado dos semanas desde la confesión de Atlas y sigo sin creer que él tenga Alzheimer. De verdad que es imposible verlo y creer que vive día tras día con una enfermedad que hasta ese momento creí que era común en ancianos de mas de 65 años de edad. Sin embargo me he puesto a investigar más sobre aquella rara mutación y todo lo que me pudo decir ese día es cierto y lo peor es que a él no le ayuda su enfermedad cardiovascular.
—Te buscan en la entrada. —. Dice mi padre antes de salir de mi recámara.
Me importó poco andar en mis pijamas por lo que terminé saliendo de ese modo hallando al amor de mi vida en la sala de mi casa viéndose totalmente irresistible y con un ramo de tulipanes amarillos. Me quedé sin palabras y mi padre desde una esquina lo aniquila con la mirada.
—Atlas.
—He venido a pedirle a tu papá su permiso para que seas mi pareja, Asíc.
Se de su afán en vivir su vida al máximo antes de que pase a no recordar ni su propio nombre pero ya a qué quiera que seamos algo más que simples amigos me asusta.
—Has hecho llorar a mi hija desde que tenía nueve años y pretendes venir nueve años después a pedirle que sea tu novia no me parece lo adecuado, Robinson, y lo sabes. —. Refutó mi padre todavía enojado.
—He hablado con su hija y le he explicado mis problemas y ella los aceptó, ya Asíc tiene 23 años y es lo suficientemente madura y adulta como para saber si aceptarme nuevamente en su vida, Sr. Williams.
Había una densa incomodidad rodeándonos por lo que tuve que intervenir antes de que ocurra una tercera guerra mundial.
—He aceptado a Atlas en mi vida. —. Fui al lado del castaño permitiéndole rodear su brazo en mi cadera, bajo la atenta y furiosa mirada de mi padre.
—¿Te has vuelto loca, Asíc? —. Tragué pesado y tomé a Atlas antes de que se fuera contra mi papá.— Jura que si te marchas con este insolente te olvidas que tienes un padre.
¿Él lo ha dicho? ¿De verdad se pondrá en esa posición?
—¿Lo dices en serio? —. No lo podía creer y él se cruzó de brazos.
—Muy en serio. Te va arruinar tu vida si llegas a irte con él.
—Yo la quiero. —. Dice Atlas interviniendo nuevamente siendo el centro de la mirada de mi amargado padre.
—Ahora la quieres, ¿Y cuando estés en medio de una crisis qué? Ella va a sufrir y es algo que no puedo permitir. Tu más que nadie debes de comprenderme, Robinson. Tienes una hija y estoy seguro que nunca aceptarías que se quede con el hombre al que ama pero que le hace daño.
Observé a Atlas y ahora se veía indeciso; mi padre le ha dado en su punto débil.
Atlas es muy protector con Harriet y estoy segura que nunca le permitiría a su única hija que se fuera con un hombre al que ella ama pero que también le hace mucho daño emocionalmente.
—De amarla como dices no lo dudas tanto. —. Habla nuevamente mi padre.
—Me has dado con lo más preciado de mi vida, no puedo comparar a Harriet con alguien más porque no ganaría la otra parte. Sin embargo si quiero genuinamente a tu hija y se del daño que le hice pero merezco remediar mis errores.
—Los puedes remediar pero que sea alejado de mi hija, ganándose su amor como corresponde. —. Mi padre me saca del lado de Atlas y me pone del suyo resguardándome del castaño.
—Mi tiempo es corto y no puedo perder un segundo de el y si mi forma de demostrarle mi amor a su hija no le parece adecuado pues es su problema, a mí solo me importa lo que Asíc quiera.
De pronto las miradas de ambos hombres recaen sobre mi y es ahí donde sentí el verdadero horror.
—¿Tu que quieres, Asíc? —. Me pregunta Atlas.
Se lo que quiero y a quien quiero y si mi padre no puede aceptarlo pues es una lastima para él, pero no puedo cohibirme a sentirme enamorada y con ganas de estar con el hombre al que siempre amé.
—Te elijo a ti. —. Dije, con mi mirada puesta en él.
Atlas sonrió y desvió su mirada a mi papá que no paraba de reprocharme con su mirada lo mala hija que fui al no elegirlo a él
—Lo que nos diferencia a usted y a mi es que yo si aceptaría al hombre del que mi hija esté enamorada y no la pondría a escoger. ¿Te vienes conmigo? —. Vuelve a preguntar ahora viéndome.
—A dónde sea pero que estés tu.
Llevábamos media hora fuera de mi casa con mis cosas puesto que mi padre al estar decepcionado decidió que no quería verme más nunca, puesto que le he faltado al respeto. Atlas amablemente me pide que me quede con él y es lo que haré aunque será raro verlo ahora todos los días y ver a Harriet cada segundo del día.
—Es un cambio un poco grande para tu hija.
Atlas conducía su auto concentrado, tenía mucho cuidado puesto que conducía con su brazo bueno.
—Ella lo va a comprender, ya tuve mi charla con ella.
—Atlas…
—Harriet, está grande, Asíc. Ella sabe que le he sido fiel a su madre desde que nos casamos y será siempre pero tengo derecho a ilusionarme nuevamente y que mejor con la mejor amiga de mi hermana.
Golpeé con gracia su brazo ganándome una risilla de su parte.
—Basta de chistes.
—Vale pero ella lo sabe y mi familia igual, así que probablemente Tony te llame para darte algunos consejos y tips.
—¿Son feas tus crisis? —. Sentí miedo.
—Me desconozco en ellas y desconozco a todos. Ella suele pasársela llorando por no reconocerla. Debes ser fuerte, Asíc, muy fuerte porque no es fácil lidiar con alguien que padece de Alzheimer.
—Traes una niña y dos enfermedades incluidas, ¿Qué mas escondes? —. Pregunté con ironía.
—Mucho cariño para darte, mi cielo. —. Me guiña un ojo haciendo que me ruborice.
—Ya…—. Susurré tímida y él se ríe de mi.
Llegamos a la hora a su casa y hallamos a Douglas Robinson esperando por nosotros. Harriet dormía en su habitación y Tony se había regresado temprano a casa de padre por lo que Douglas se quedó con la niña. Atlas le pide a una chica del servicio que suba mis pertenencias a su habitación en lo que hablamos con su papá.