El último rayo de Sol.

Capítulo 16: El decimosexto rayo de sol.

💛Capítulo 16: El Decimosexto rayo de Sol.

La peor parte de toda esta situación es que nadie podría igualar su dolor al mío, yo apuesto lo que sea que estás personas que ahora me están acompañando no saben cómo me siento o de lo mal que lo estoy pasando. Tanto el padre de Atlas como mi vecina están a mi lado tratando de hacerme sentir acompañada y no sola, pero no me entienden.

Mi padre me dejó sola, me dejó a la deriva en este mundo tan cruel y sin su protección.

Y en medio de mi tormenta personal Atlas aparece al igual que un rayo de sol en pleno tormenta, pero ya no me sentía feliz o bien, tan solo podía pensar en que estaría atando mi vida junto a la suya que es igual de riesgosa y complicada. Su Alzheimer no es un juego, su condición cardiovascular no es un juego. Estoy a la expectativa de perder al amor de mi vida.

Estaba en la cuerda floja si continuaba mi relación con Atlas.

—Mi vida.

Su voz era un bálsamo para mis oídos, para mí dolor, pero también el amargo recordatorio de que esto es pasajero y en menos de lo que canta un gallo él me va a olvidar, nos olvidará.

—Tenemos que hablar. —. Le dije, tratando de mantener la cordura. Él entendió y dejó a Harriet con su abuelo en lo que nosotros regresamos.

Fuimos a la capilla del hospital donde está solo, a diferencia por un padre que al vernos nos saludó e ingresó a su oficina. Atlas se mantenía callado y a la espera de que yo hable, mientras que para mí está siendo muy difícil articular palabras sin arrancarme a llorar.

—Está siendo muy difícil para mí, Atlas…

Inicié hablando, no le veía a la cara por miedo a no ser lo suficientemente valiente.

—¿Asíc?

—Yo quiero terminar nuestro compromiso y alejarnos por siempre.

Me estoy condenando a la soledad eterna pero hago lo que sea necesario para proteger mi corazón de vivir otra pérdida. Mi padre se encuentra entre la vida y la muerte y Atlas igual, no puedo permitirme a mi misma sufrir una segunda vez.

—¿Qué cosa dices, Asíc? Si es por lo que ocurrió en la madrugada quiero que sepas que fue momentáneo, más nunca volverá a suceder.

—Es tu condición. —. Le doy la cara y… grave error. Atlas me veía entre confundido y herido.— Estoy perdiendo a mi papá, durante estos nueve años lo abandoné por egoísta. Lo abandoné para mantener vivo en mi tu recuerdo, lo hice a un lado en un momento crítico de su enfermedad para irme contigo. Y… yo no quiero ver cómo día a día tu Alzheimer te mata…

Había dicho que lucharía por mantenerme a su lado sin importarme una mierda su enfermedad pero sinceramente no puedo continuar. No puedo hacerme eso a mi.

—Asíc…

Ignoré su súplica y dije lo que me juré nunca decirle a Atlas.

—Hemos terminado y está vez es para siempre.

Sequé una pequeña lágrima que había bajado y cuando le pasé por un lado, la presión que ejerció en mi brazo me detuvo.

—Habías dicho que nada en el mundo nos podría separar.

Me zafe de su agarre y dije:

—Quizás te mentí.

Y siendo la última vez que nos veríamos me dediqué a guardar en mi memoria cada rasgos de Atlas. Desde su bello rostro hasta aquel lunar cerca de sus labios, mantendría en mi memoria el como se sintió ser besada por él y ser amada.

Regresé con el resto y Harriet quiso acercarse a mi pero al verme con mis ojos llorosos supuso que nada salió bien de nuestra conversación. Me senté junto a mi vecina buscando un poco de consuelo a su lado. A los minutos Atlas aparece, no nos miramos, no nos hablamos, es como si no existiéramos entre nosotros.

—Es hora de irnos. No hacemos nada aquí. —. Le escuché decir a su padre.

—¿Atlas, Wilson está…?

—Él tiene a su hija, es lamentable que ella pase por esto pero así es la vida. —. Le escuché interrumpir a su padre.— Es hora de volver a casa, a dónde pertenecemos.

—¿Liverpool? —. Preguntó, escéptica, Harriet.

—A dónde sea menos aquí.

Él toma a su hija de la mano para salir de la sala sin despedirse de mi, es Douglas Robinson quien se acerca a nosotras dos.

—No se lo que haya pasado con mi hijo, pero de parte de la familia Robinson le deseamos que tenga una vida próspera y sentimos la pérdida de su padre.

—Gracias, pero no es necesaria su lástima.

Yo me alejé de aquella silla y no regresé hasta que Douglas Robinson se haya marchado. Me quedé juiciosamente delante de la puerta de aquella habitación donde mi padre lucha por su vida a la espera de un milagro, a la espera de que él vuelva a casa conmigo.

—Espero hayas tomado la decisión correcta, Asíc. —. Me dice mi vecina, antes de ir a la cafetería del hospital.

💛

Y justamente el día 23 de noviembre del año 2018 mi padre muere debido a su mismo cáncer.

Los únicos que fuimos al entierro de mi padre fueron sus antiguos amigos de oficina, la vecina que me acompañó durante toda mi agonía, Cameron y Teo. Fueron pocas personas pero no me importa, lo único que quería era que mi padre tuviera un descanso digno. Lo poco que supe de los Robinson y fue por Cameron, es que ellos se fueron del país a Liverpool, incluida Tony.

Ella terminó con Cameron y le dijo que si volvía ella misma lo buscaría y volverían a estar juntos, pero de ella no volver en cinco años es él libre de rehacer su vida al lado de alguien más.

—Lo siento mucho.

Teo me abraza y se queda conmigo.

—Yo necesito a mi padre con vida, no en el cementerio.

—Ten el consuelo de que estuviste a su lado en sus momentos más vulnerables y que lo diste todo por él.

Teo continuó a mi lado despidiendo a las personas que asistieron al funeral y fue amable al llevarme al departamento en el que antes vivía con mi papá. La casa estaba a oscuras y llena de tantos recuerdos, esos que ahora me duelen el doble. Me abracé a mi misma al detenerme frente a la sala de estar, dónde meses atrás Atlas le pidió permiso a mi padre para estar conmigo, di unos cuantos pasos hasta su habitación. Las sábanas aún mantienen su loción y en el closet aún están sus prendas, sobre el buró están sus anteojos.




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