El último rayo de Sol.

Capítulo 17: El Decimoséptimo Rayo de Sol.

💛Capítulo 17: El Decimoséptimo Rayo de Sol.

He ido al médico al sentirme realmente mal y han deducido que aún estaba en mi etapa de resignación del duelo, no sentía que ninguna comida me llenaba, así como habían veces donde la comida no me apetecía. Por un segundo contemplé el miedo de un embarazo pero afortunadamente no fue así y aquella vez cuando aún seguía con Atlas igual fue falsa alarma.

Nunca estuvimos embarazados.

Teo ha sido mi aliado en esta aventura de aprender a vivir sin mi papá y sin ningún miembro de mi familia, me ha brindado su apoyo incondicional y su cariño infinito, la verdad no puedo pedir más. En ocasiones caigo en la tentación y lo comparo con Atlas. Y que gran diferencia. Atlas me daba un amor intenso y lleno de dolor e incógnita por su enfermedad, mientras que Teo me da un amor pacífico y duradero.

No he sabido absolutamente nada sobre los Robinson y amablemente le he pedido a Cameron que no los mencione cuando me visite, quisiera borrarme la memoria y olvidar lo bueno y lo malo que viví al lado de ellos. Inhalé profundamente y cerré de mala gana mi agenda, estaba en el balcón y vaya que la vida es un asco, me daba tanta rabia recordar sobre Atlas, sobre mi padre, sobre lo querida que antes me sentía.

Ya no lo amo como antes pero si que le guardaba aprecio, me enseñó que por más enamorada que este nunca merece una cuarta parte del amor que doy, que debo ser una conformista. Y es doloroso. Le di nueve años de mi jodida vida para que a la final él haya hecho su vida al lado de alguien más, haya tenido una niña sensacional, haya avanzado, mientras que yo me quede atrás.

Me abandoné a mi misma para guardar el recuerdo de mi enamoramiento, Tony diariamente alimentaba aquella dulce ilusión con falsas esperanzas y sinceramente no está bien, ambos jugaron con mi tonto e indefenso corazón que no hacía más que quererlos ingenuamente.

—Ya Atlas no podrá encontrarnos.

Nos mudamos juntos a un apartamento en California, alejados del mal sabor que mi antigua ciudad me ha dejado, de aquellos recuerdos que son más tristes que buenos. Todos los domingos religiosamente visitaba a mis padres, los llenaba de flores y hablaba con ellos como una cotorra durante dos horas y luego volvía a mi casa.

Ha pasado un mes desde la muerte de mi padre y desde que los Robinson han abandonado al igual que una tormenta mi vida.

Es 23 de diciembre y no siento en lo absoluto el espíritu de la navidad, pero Teo si, e insistió en decorar nuestro departamento y solo para no matar aquella ilusión lo permití.

—¿Cameron vendrá a cenar con nosotros? —. Me pregunta y yo la verdad no tengo idea.

—Probablemente vaya a insistirle a Tony. —. Respondí a la defensiva, regresando a la cocina.

Preparaba galletas caseras con ralladura de limón, internamente me encontraba teniendo una crisis ya que eran las favoritas de mi padre y de Atlas.

¿Qué hacía recordando a las dos personas más importantes de mi vida, y que ahora no están?

El simple hecho de extrañarlos a ambos me hacía sentirme enojada conmigo misma, porque a la final no he podido sanar y a ninguno de los dos los he sacado de mi mente, de mis recuerdos, ni de mi vida. Están iguales a un tatuaje, los llevaré en mi piel de por vida porque han dejado una marca imborrable.

—Linda.

Ignoré su llamado para sacar las jodidas galletas del horno y dejarlas enfriar sobre la barra, le pase por un lado a Teo e ingrese de nuevo a la habitación principal, que compartimos.

En menos de un mes ambos nos casaremos por el civil y así formar una familia juntos, según Teo es la única alternativa para que yo pueda sanar mi dolor interno.

Pero no es así, no es tan fácil como él lo hace ver.

Había planeado casarme hace un mes con el amor de mi vida y ahora ya no, ahora estoy comprometida con un hombre que me ama más que a nadie en el mundo pero que yo ni siquiera soporto, que no puedo tolerar, que no puedo amar. ¿Es egoísmo de mi parte quedarme aún sabiendo mis propios sentimientos? Si, soy una egoísta pero tomaré la oportunidad, no quiero que todos piensen que le ando guardando luto a Atlas.

Aunque la realidad sea esa.

—¿Qué sucede, preciosa?

Teo se recuesta a mi lado en la cama tratando de acercarse y ver si me siento enferma, pero yo no denominaría mi malestar con algún catarro.

—Solo es mi periodo.

Vaga justificación a mi odio interno por mi misma, por la vida y por Atlas.

¿Qué le costaba ser normal?

—Linda, se que andas hormonal pero tratemos de no perder la comunicación y nuestra costumbre de resolver nuestros problemas al momento.

Me agobia, me agobia que quiera ser una lapa pegada a mi diariamente. Me agobia el hecho de que ahora mi espacio personal no existe, Teo se ha encargado de invadir cada espacio en el que encuentro paz volviéndolo una misma tempestad.

—No soy tu rival, soy tu esposo.

Un esposo que no pedí tener, un esposo que no amaba.

—Lo se, y lo siento. Solo quisiera que me dejes sola por una hora, al menos para poder relajarme.

Él no parece contento pero termina accediendo.

—Si necesitas algo me encuentro en la sala armando el pino navideño.

Él deja un pequeño beso sobre mi cabello y sale de la recámara, lo cual ahora me permite respirar más relajada y sin sentirme presionada a quererle. Decidí que me vendría bien un baño de agua helada, es lo único que puede relajarme. Sin embargo al entrar al baño mi teléfono comienza a sonar, internamente me irrité.

—¿Quién? —. Contesté, de mala gana.

—¿Ahora resulta que piensas casarte con otro? —. Oh madre mía, de todas las personas que puede reclamarme y juzgar mi decisión tenía que ser él el que me llamara.

—Lo que haga con mi vida no te importa. —. E iba a cortar, de no ser que lo que dijo a continuación hizo hervir mi sangre.

—Es increíble que hayas mandado todo a la basura conmigo para quedarte con un hombre tan inseguro como Teo, merecías mucho más que a un mequetrefe que no te querrá ni una cuarta parte de lo que yo te quise.




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