El último recital

La muchacha

          Daira saltó de la cama cuando escuchó la última alarma que la despertó. Ya se habían pasado de las siete treinta! El trabajo la esperaba y no debía llegar tarde. Se quedó dormida como una tonta, culpa de las novelas románticas que leía antes de dormir. Esta vez la historia la atrapó tanto que no podía dejarla a medias. Al menos debía esperar a que los protagonistas se dieran el primer beso. Se vistió rápido, entró al baño, se peinó los cabellos oscuros y ondulados al descuido y salió volando. En la esquina del barrio tomaría un taxi, aunque le costara más. Luego ya vería como recortar ese gasto. Anotaba meticulosamente todos sus gastos y pendientes en un pequeño cuaderno para no perder el control de nada.
          Alquilaba sola en un departamento diminuto que tenía lo básico. No le daba para más el presupuesto con lo que ganaba en una pequeña oficina perteneciente a una compañía de seguros en la que hacía las veces de secretaria, telefonista, asistente, agente de seguros. Sólo trabajaban allí cuatro empleados, por lo que se hacía muy obvio cuando alguno faltaba. Se dijo que un día debía ampliar sus horizontes y buscar algo mejor. Había estudiado mucho, se sentía preparada para todo: sabía escribir bien sin errores, traducía textos sencillos de inglés, manejaba cuentas y facturaciones y de niña tomó algunas clases de música un tiempo hasta que su madre ya no pudo seguir pagándolas, por lo que quedó a medio camino pero el sabor de la música siempre quedó en su boca.

          Mientras estaba en el taxi que logó ganarle a un señor sin cabellos, sabía que le quedaban aproximadamente veinte minutos de viaje. Intentó relajarse y se puso los auriculares, quería escucharlo a él. Necesitaba alimentarse de su voz en aquella mañana que ya había empezado mal mientras intentaba recordar si anoche habia soñado con él como tantas otras veces. "Corazón roto" empezó sus acordes suaves al principio, con una solitaria guitarra que seguro rasgaba él para luego estallar la canción con furia en pleno estribillo. Mientras entonaba en su mente la letra que hablaba de que alguien no logró romper de todo el corazón de un hombre solitario, quien seguía entero a pesar de todo, trató de meterse en e corazón del enigmático hombre que pedía a Dios escuche sus ruegos. ¿Tan mal le fue en la vida a una estrella famosa y rica que lo tenía todo? ¿Qué mujer osaría romper el corazón a este fabuloso hombre de mirada penetrante y labios bien formados? Hasta donde sabía no se la había conocido novia oficial y mucho menos se había fotografiado con mujer alguna en el tiempo que llevaba en la cima del estrellato. 

          Ni cuenta se dió que suspìraba fuertemente, tanto, que el taxista se dio vuelta a mirarla. Ella estaba en trance, aislada en un escenario imagionario con él al lado. "Lo amo", pensó ensimismada e imaginándose miles de escenas de novelas baratas en la que ellos dos eran los protagonistas principales. Decidió que tal vez un día se animaría a hacerse su primer y único tatuaje y sonrió cuando supo lo que escribiría en alguna zona de su cuerpo: "Danny". Empezó a sentirse mojada y se ruborizó de solo pensar en los sueños que tenía en las largas noches en las que se dormía pensando en él.
          Se deleitaba escuchando aquella música que no podía hacer. Llenaba su Ipad de canciones que le gustaban. Trataba de estar siempre actualizada y era exigente a la hora de seleccionar lo que escuchaba. Un día, ojeando los estrenos de discos, vió un video de una banda nueva que estaba surgiendo. Miró su nombre en los títulos: "Snob"...se volvió loca!! Empezó a buscar información en internet acerca de este grupo de muchachos que eran furor en Europa. Su vocalista, Danny West, era alucinante, tenía una presencia que dejaba sin aliento a las mujeres que lo miraban. Alto, bien formado, ojos verdosos, labios carnosos, el cabello castaño siempre rebelde. Cuando lo vió por primera vez en el video de presentación, se quedó sin poder respirar. Sabía que era imposible, pero aún así se permitía soñar despierta con él.

—No sé porque, Danny West, pero te amo! —le dijo a la fotografía de fondo que tenía en el celular en la que la estrella se había sacado recientemente luego de ducharse durante el último recital. Estaba más guapo que nunca, a sus treinta años se había convertido en un hombre con todas las letras. La muchacha de veinticinco años continuó suspirando el resto del camino...
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