El último recital

La seguidora

          Nuevamente miró el mural lleno de artículos y fotografías. Algunas eran de hace años, otras mas recientes. Suspiró y cerró la puerta de un tirón. Moira apresuró sus pasos porque iba otra vez tarde al trabajo. Ella también amaba en secreto a Danny West. Desde que lo vió por primera vez supo que era el hombre para ella. Cantaba de marvillas y su voz le causaba orgasmos, por eso se cuidaba de no escucharlo durante las horas de trabajo. Un día se atrevió a mandarle una solicitud por las redes sociales y desde que él se la aceptó, se sentía en las nubes. Podía ser eso o las drogas que consumía. Ese día no durmió ni comió. Supo que él sentiría lo mismo por ella en cuanto la conociera un poco más. Iba cabizbaja absorta en sus pensamientos cuando chocó contra alguien en la calle atestada.
—¡Mire por donde camina!! —escuchó que le gritaban.

          Ella solo sonrió y levantó el dedo de en medio en señal de repudio. ¡No sabían quien era ella!!! ¡La futura esposa de Danny West!! De ser una muchacha de Bajo Fondo que se había dedicado a la prostitución durante su adolescencia porque su madre necesitaba dinero para drogarse, iba a pasar a ser famosa y millonaria. Sus cabellos oscuros y su piel morena eran descendencia de latinos que llegaron por un mejor futuro. Lo único que lograron fueron endeudarse más, a su padre lo mataron en la cárcel y su madre se vio en necesidad de ofrecer a sus hijas de doce y trece años a hombres desdentados que podían hacerle lo que quisieran, siempre y cuando pagaran el paquete y lo que éste incluía. En ocasiones, para aquellos con menos dinero solo se les permitía mirar mientras ellas se desnudaban tras un vidrio mugriento para que no las tocaran. Cuando mostraban los billetes adecuados, podían hacerles lo que quisieran. 

          Ya de eso habían pasado muchos años pero el sexo por dinero era lo único que podía ofrecer. Todos los hombres le parecían asquerosos y libidinosos. Al único que le daría sexo gratis sería a Danny, pensó poniéndose la mano en la sonrisa y lo haría volver loco con todo lo que había aprendido con tantos años de experiencia.

          Empezó a lloviznar levemente y como usaba maquillaje barato empezó a correr por su rostro el rimel negro de los ojos. Era una imagen espeluznante, recordaba al personaje de Hayley Queen en Escuadrón Suicida. No le importó. La única persona que le importaba le había aceptado la solicitud y eso era todo lo que necesitaba. Entró al pub en el que trabajaba, con su jefe gritando tras ella pero ni supo que le dijo. Estaba en su mundo, el de ella. "No", se corrigió en su mente..."el nuestro, de él y mío...solo mío".
 




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