Daira estaba ensimismada resolviendo las indemnizaciones de algunos clientes. Debía llevar las cuentas de los montos y los medios para realizar los pagos. Estaba mordiendo la tapa de la lapicera, los cabellos rebeldes se habían salido de lugar. Se encontraba toda encorvada mirando más de cerca los números que tenía ante sí, cuando entró el cartero. Dejó la bolsa sobre la mesa de entrada. Bety recibió la documentación y empezó a seleccionar para enviar a los distintos departamentos.
—¡Esto es para tí! —dijo golpeando la mesa con el sobre. Daira se sobresaltó porque no se había percatado de lo que ocurría a su alrededor. Estaba con los auriculares puestos y escuchaba a Danny en su oído.
—¿Qué es? ¿Por qué a mi?..—.Abrió sus grandes ojos verde-miel pensando que era una carta de despido. Su mente empezó a pensar a cien kilómetros por segundo en todas las faltas que podría haber tenido para hacer su trabajo. Tenía muchas deudas, no estaba en condiciones de quedarse sin trabajo en estos momentos.
—Ábrelo y sal de dudas —dijo Bety, retirándose a la entrada.
Con dedos temblorosos logró abrir el sobre. El mismo decía:
"ESTIMADA, POR LA PRESENTE, EL PRESIDENTE DE LA COMPAÑÍA CORPUS SOLICITA A UD SE HAGA PRESENTE EN LA OFICINA PRINCIPAL DE CIUDAD POZOS EL DÍA 07 DE JULIO A HS 8 PARA UNA ENTREVISTA LABORAL"
Eso era todo, no explicaba nada más. No sabía para que era la entrevista ni como debía ir ni que esperar. Quedó el resto del día temblando. Temía que se tratara de lo peor. Estaba muy nerviosa, por lo que decidió que a la salida del trabajo pasaría a ver a Richard, su amigo de siempre. Estaría atendiendo su bar, allí siempre se relajaba porque había cantantes en vivo y buena música. Dejaría para el día siguiente su investigación sobe la empresa para la que trabajaba, necesitaba empaparse de todo lo que más pudiera para tener una idea más concreta sobre el monstruo al cual se enfrentaba. No encontró nada acerca del dueño actual de Corpus. Lo último que se publicó fue la muerte de Peter West y la pompa de sus funerales. Lo demás era un silencio sepulcral.
Lo dejaría para mañana, sin dudas.
A la salida se dirigió directamente al bar "Las cañas", en una de las zonas más lúgrubes de la ciudad. Sin embargo, a pesar del ambiente, asistía mucha gente, sobre todo los fines de semana. Richard se encargaba de buscar bandas o cantantes de poca monta para atraer a sus clientes, creía que era el secreto para mantenerse siempre vigente.
—¡Hola, amoor!!! —le gritó de detrás de la barra cuando la vió entrar. Enseguida se le abalanzó y le estampó un beso pintado en la mejilla. Se había puesto un labial rojo pasión esta vez.
Ella lo miró con ternura y le devolvió el favor. Solo que a esa hora ya se había comido todo el maquillaje y estaba hecha un desastre.
—Amigaaa, ven aquí —la llamó para que fueran detras de la cortina roja que separaba el bar de la parte interna del local. Allí tenía un par de sillones, una mesa desportillada, una pequeña cocina para hacerse un café cuando podían tomarse un descanso él, el barman y los dos grandotes de seguridad. Algunas noches se tornaban difíciles cuando el alcohol empezaba a hacer efecto en los clientes.
Sirvió un té caliente a Daira y ésta lo recibió agradecida y le dió un pequeño sorbo. Estaba dulce y tenía olor a hierbas, pensó que era lo que necesitaba para relajarse un poco. Richard sabía que ella no bebía alcohol así que no encontró otra manera de ayudar a su amiga de la infancia.
—Parece que un camión te pasó por encima, amiga —le dijo a la muchacha acurrucada en el sofá más grande.
—¡Estoy desesperada!! Tengo un miedo atroz a que me despidan. Hoy me llegó una carta del presidente de la compañía diciendo que debo presentarme en dos días en las oficinas centrales.
—¿Y por qué crees que el presidente de una importante empresa te escribiría una carta solo para decirte personalmente que estás despedida? Sé que eres muy buena en todo lo que haces, mi amiga, pero creí que eras más inteligente. ¡Despabílate!!!! Miró a la hermosa muchacha de piel nívea y que jamás usaba cremas ni productos de belleza admirando su belleza natural. Pensó que si le hubieran gustado las mujeres, sin duda Daira sería la primera en la que se fijaría.
—¿Entonces crees que puede ser para algo más? —preguntó anhelando una respuesta positiva. Por eso le gustaba Richard, siempre tenía una dosis de optimismo para compartir con quienes lo rodeaban. A pesar de su dura niñez en una familia de muy bajos recursos y de haber sido abusado decenas de veces, aún tenía la entereza para continuar siempre adelante.
De niños, jugaban juntos en las calles de tierra, compartían todos los juguetes, incluso las muñecas de ella. Nunca vió nada raro en que a un varón le atrajeran sus vestidos y carteras de juguete. Para ella Richard era su amgo incondicional y nada más.
Daira continuó suspirando un rato más y luego decidió ayudarlo a atender a los clientes que ya empezaban a llegar porque el show principal era en menos de una hora. Un muchacho con los largos cabellos oscuros subió al improvisado escenario del bar junto a su armónica. La música empezó y ella perdió la noción del tiempo hasta que el cansancio la hizo despedirse con otro beso ruidoso e irse directamente a su departamento y a su cama rendida.