El último recital

La mudanza

          Se reunieron los tres junto a Mike para finiquitar los pormenores de las tareas asignadas. Ella trató de concentrarse en lo que se hablaba pero era inevitable que no volteara a mirar el rostro del hombre por quien se había desvelado tantas noches. Tenía miles de historia inventadas en las que los protagonistas eran ellos dos. Muchas veces se despertó sudorosa y mojada pensando en el sueño que tuvo con él. "Danny...Danny", el nombre que le pondría algún día a un hijo si lo tenía. Amaba todo de él, en realidad del personaje, del artista. Este hombre de carne y hueso que estaba frente a ella no se le parecía en nada. ¡Era un impostor! 

—...entonces..se mudará hoy mismo. Mike irá con usted para que ayude a llevar lo necesario a la mansión...—le estaba diciendo Danny mirándola.

          Ella dió un respingo en la silla. ¿De qué le hablaba aquel hombre?

—P-perdón...¿Qué dijo? —preguntó con los ojos bien abiertos.

—Señorita Carson, me temo que muchas veces no podré repetir una orden...debe estar más atenta —le dijo un tanto irritado.

—S-si, por supuesto, Dann..digo, señor West. Le pido disculpas...

—Le decía que deberá mudarse a una de las habitaciones de la mansión, ya que su trabajo inicia desde el  momento en el que abro los ojos.

          Ella se sobresaltó. Jamás pensó  que eso estuviera dentro del contrato de trabajo. De ahora en más debía prestar más atención a lo que firmaba.

—S-si, por supuesto, jefe. Lo que usted diga.

—Entonces, no sigamos perdiendo más tiempo. Le daré el resto del día para mudarse y acomodarse. Cómprese lo que considere necesario para iniciar la jornada de manaña. Me levanto a las siete en punto. Empiece registrando eso en una agenda y de allí iremos paso a paso. ¿Entendió? 

           Se despidieron formalmente y salieron con Mike al estacionamiento. Este sí que iba a ser el primer día del resto de su vida.

          Fueron a su departamento y trató de guardar lo más que pudo en la única maleta que tenía. Nunca imaginó que le tocaría mudarse en algún momento. Seleccionó lo necesario y salieron rumbo al sur adonde se alzaban las casas de las familias más ricas de la ciudad. Las calles fueron cambiando a medida que se acercaban al barrio privado de Villa Delix. Una barrera les cerró el paso y un guardia de seguridad salió extendiendo el brazo en señal de alto.

—¡Señor Mike! —le dijo cuando se acercó al auto. ¿Adónde se dirige?

Voy a la mansión West—le dijo y le extendió el pase que tenía como visitante VIP. También mostró el de ella. Daira se sorprendió por la eficiencia de Mike. Con razón era el principal hombre de confianza de Danny. También lo había sido de su padre. Lo miró extasiada, era como una versión masculina de ella, solo que él vestía elegantemente y era muy refinado. ¿Sería casado? Se dio cuenta que no sabía nada de nadie. Estaba como en una nube, toda atontada por lo rápido que sucedía todo. Tendría que buscar unos minutos para relajarse y así poder empezar la jornada que se abría ante ella con renovadas energías.

—¿En qué piensas? —le preguntó de repente y ella dió un pequeño salto y por un momento fuvo el presentimiento de que había hablado en voz alta todo lo que había en sus pensamientos.

—Nnada...estoy nerviosa porque todo es nuevo para mí. Además, ¿crees que es fácil trabajar para una superestrella como lo es Danny West?

—Jajaja, no te preocupes tanto. Danny es un mortal como cualquier otro. Yo te voy a asistir en lo que pueda. Te dejaré mi número y cualquier consulta la haces sin problemas —le dijo prestando atención al rostro de la muchacha.

Era muy hermosa, muy natural, nada que ver con las plásticas con las que acostumbraba a retozar. Se dió cuenta que Daira era una muchacha única, un verdadero diamante sin pulir. Maldito Danny, siempre tuvo buen gusto con las mujeres. Y esta chica no entraba en los estándares que él manejaba. ¿Por qué la había elegido? Tuvo unas ganas locas de protegerla de todo.

—¡Gracias! Me quedo más tranquila. Sólo necesito adaptarme a lo nuevo, me cuesta mucho salir de mi rutina diaria.

          Y siguieron el resto del trayecto en silencio.

          Al llegar a la entrada de la mansión, puso los ojos como platos. Se admiró de lo grande del lugar y lo bello del jardín. No dijo una palabra, pues, simplemente no le salía ninguna, seguía shockeada con todas las novedades que le tocó afrontar en este día.

          Salió una señora muy pulcra a recibirlos.

—Soy Annette, el ama de llaves —se presentó. Tengo órdenes de llevarla a su habítación. Sígame, por favor.

          Mike le acarreó el bolso por las escaleras y las siguió.

—¿Cuándo traerá el resto de sus cosas? —preguntó Annette sorprendida del poco equipaje que traía la mujer.

—Esto es lo único que necesito, señora Annette —le contestó.

          El ama de llaves asintió brevemente sin detener la marcha. Iba por delante y esbozó una sonrisa. Le gustaba esa muchacha, era muy diferente a todas las que había conocido en la mansión.

          Llegaron a un pasillo y le indicó cual era la puerta de su habitación, dejándola en el umbral y retirándose para continuar con sus tareas. Daira casi se desmaya cuando vió lo hermoso que era todo. ¡No podía creer! Se acordó en ese momento de su amigo Richard y cómo le gustará conocer el lugar donde ella pasaría al menos cinco días a la semana. A menudo fantaseaban que vivían en castillos con príncipes encantados y sacaban de revistas o de páginas de internet artículos de decoración y elegían cómo seria su cuarto o el living.
          Mike se fue dejándole su número anotado en un papel y ella se dispuso a pasar por su momento relax. Tomaría un baño, meditaría unos minutos y tal vez caminaría por el jardín hasta la hora de dormir. "Mañana estaré como nueva", se dijo.




 




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