El último recital

El visitante

         "Las Cañas" había crecido exponencialmente, Richard y Daira debieron ambientar una habitación con un poco de comodidad para ganar tiempo y dormir allí lo más que pudieran para poder soportar el ritmo de la noche y del resto del día.

          Daira se pasaba haciendo las compras para proveer la despensa de bebidas con y sin alcohol del bar. Hubieron de tomar más personal de limpieza y seguridad y el día era un movimiento de cajas y parlantes y cables hasta llegada la hora de la apertura al público.

         La mujer de cabellos negros entró tímidamente observando todo a su alrededor. Se sentó en un taburete al lado del bar y pidió solo agua...por ahora. Sólo quería mirar y encontrar a la muchacha que tanto buscaba. La vió entrar y salir con vasos y botellas. Ya iniciaría el número central, debía hacerlo antes que se llenara más de gente. Oteó en busca de las salidas que había o de un lugar donde esconderse depues de que lo hiciera. Se disponía a seguir a la chica que iba dispersa pensando en el acto de apertura, cuando sintó un leve movimiento, como si alguien se acercara tras ella. Se quedó pensando si debía continuar o revisar antes y ver si todo estaba bien. Al darse vuelta bruscamente, casi choca con el hombre que le habia quitado el sueño tantos años. Ahí estaba él. Casi no lo reconoció con su ropa deportiva, gorra y anteojos oscuros, pero era inconfundible para ella. "Aunque llevara disfraz", se dijo.

        ¿Qué estaba haciendo en un antro como ese?  Enonces rrecordó a la muchacha. ¡Él tambien iba por ella!! No entendía nada. "¡Pero si él dijo a la televisión que habían roto el compromiso!!! ¿por que estaba allí"? En su cabeza sonaban atropelladas cientos de preguntas.  Tuvo miedo de que le leyera el pensamiento y además ya había demasiada gente por lo que se hacía cada vez más peligroso cumplir con su misión.

        Lo mejor sería retirarse de allí y volver en otro momento. Se fue silenciosamente, como llegó. Y nadie lo notó. Ni siquiera Danny, quien se sentó en una mesa del rincón a observar todo. No quiso llamar la atención así que llegó solo, dejando a sus guardaespaldas en el auto apostado a un par de cuadras de allí, si veía fea la cosa los llamaría.
        Buscó lo que tanto quería con la mirada, tratando de mirar de soslayo para que algún curioso no reparara en él. Sabía que su aspecto había cambiado mucho desde que era un hombre de negocios, pero siempre habría alguno que lo reconocería, como sin duda habia pasado el día de la cena de gala.

           Decidió acercarse al bar para preguntar por la mujer. Estaba un hombre o mujer, no sabría describirlo, con labios pintados de rojo y los cabellos tambien de un color chillón...
—Disculpe, busco a Daira. ¿Sabe si ella está aquí? —trató de hacerse escuchar a pesar de la música estruendosa.
Richard se quedó mirándolo con el vaso que estaba secando en el aire...
—Disculpe, busco a Daira —repitió pues pensó que no lo había escuchado.
—Mmm...voy a fijarme si vino a trabajar hoy. Señor, ¿quien es usted? —trató de disimular que lo había reconocido. ¡Casi se le transforma la cara!! ¡No podía creer que Danny West estuviera aquí!!! 
—Sólo dígale que es un viejo amigo, por favor. Necesito hablar con ella urgentemente —dijo con premura.

         Richard observó sus facciones casi perfectas y se perdió en sus ojos verdosos, se guardó un gritito de sorpresa y salió corriendo a buscar a Daira.
         En ese momento el presentador arriba del escenario daba inicio a la noche de cantos, Richard detuvo la marcha en el mismo instante en el que el locutor anunciaba...
—¡Con Uds...Daira Carson!!!!!!! —gritó con entusiasmo.

           Y vió a su amiga subiendo por los improvisados peldaños, mirando hacia abajo pero con un calor en las mejillas que se la veía tierna y con ganas de protegerla.
          Al escuchar su nombre, Danny, que intentaba cubrir su rostro con la visera de la gorra que se había puesto, miró rápidamente hacia el escenario y la vio.

          Justo donde estaba parada, una de las luces daba directamente sobre ella, dándole un aura angelical. Se había puesto un vestido suelto color salmón, con vuelos en la falda, que se movían al son de la respiración de los allí presentes. Le dio mucha curiosidad escuchar a la musa que lo había despertado...

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.