—No voy a hacerlo, Daira, no insistas —decía él mirándola fijamente con sus verdes ojos.
—Pero por qué, Danny? Sería para ayudar a mi mejor amigo. Richard lo necesita —rogaba ella con la mirada baja.
—No voy a subirme al escenario...ese tiempo ya pasó para mi —seguía diciendo él, no muy convencido.
—Noo, por supuesto que no, eso jamás se va...—espetaba ella acariciándole el brazo.
—Lo dice una artista experimentada, ¿no? —le dijo él divertido.
—No soy experimentada ni nada pero puede ser una oportunidad para volver. Piénsalo, Danny. A mí me haría muy feliz...—y salió de la oficina dándole un beso en la cara.
Antes de esto...
La situación de "Las Cañas" aún era endeble. Si bien con los cambios y la renovación de la clientela habían aumentado los ingresos, debieron hacerse muchas inversiones que dejó a Richard y a Daira prácticamente en la ruina. Si bien había retomado el trabajo en la empresa, aún no podían absorber todos los gastos que se hicieron. Richard aun debía dinero del préstamo que había tomado y mientras más se retrasaran mayores serían los intereses.
—¿Por qué no le pides a tu novio que haga un show aquí? —dijo Richard con los ojos grandes, muy inspirado y aparentemente muy seguro de que sería posible.
—Nooo, no Richard —se opuso categóricamente Daira. —Si bien Danny ha retomado sus prácticas y ha estado componiendo creo que aun no es tiempo de volver. Si vuelve debe dejar la empresa y las acciones caerán en picada. Recuerda que solo se harán efectivas cuando nos casemos.
—Sería una buena oportunidad para ensayar y poner a prueba su talento —dijo levantando las cejas hacia arriba.
—No creo, Richard. No creo —dudaba Daira.
—Pídeselo y verás que él accederá. Ya tu sabes, usa esa magia que tienes con él, pilla —expresó codeándola y haciendo muecas con la cara.
Daira se puso como un tomate. No podía creer que Richard se expresara así de su relación. En realidad era la primera vez que ella tenía una relación por ello no habían tenido oportunidad de hablar de un tema como ese. Pero Richard la conocía bien y últimamente Daira andaba por las nubes y se sonrojaba a menudo cuando estaba en un letargo sumida en sus pensamientos recordando lo maravilloso que la pasaban cuando estaban juntos. Sin dudas Danny era el amor de su vida y esperaba ella serlo también en la vida de él.
Moira se acercó como una más de las fans que se agolpaban afuera de "Las cañas", como tantas otras, solo quería verlo a él, por lo que poca atención prestó a la banda cover que estaba de refuerzo. Miró por encima en puntillas para tratar de avistarlo. ¿Cuánto más tardaría? Estaba ansiosa y se tocaba debajo de la ancha chaqueta que se había puesto.
El gran día...
Poca publicidad se hizo del evento. Nuevamente Danny West se presentaba y esta vez en un pequeño bar de Bajo Fondo a pedido de su futura esposa, la señorita Daira Carson. A pesar de ello el recinto estaba colmado. No entraba un alfiler más. La voz se corrió como reguero de pólvora. Todos querían estar en el regreso del artista. Nuevamente tuvieron que hacer un despliegue de seguridad en las calles aledañas ya que la capacidad de Las Cañas no podría acoger a tanta gente.
—La odio —murmuró al pensar que Daira era la causal de todos sus males. De todas maneras nadie la escuchaba por la gritería y la música.
Mientras, en un improvisado camerín estaban dando los últimos retoques al vestuario y maquillaje de Danny. Marcel se movía como una mariposa revoloteando de la emoción. No volvería al viejo estilo pero debía parecerse al cantante que todos estaban acostumbrados. Le maquillaron alrededor de los ojos para que su rasgo más distintivo resaltara: sus verdosos ojos. Daira se encargó de buscar ropa que encajara con el look rockero aunque un tanto más sobrio que el de antes. Ahora también debía guardar conductas y apariencias ante el mundo de los negocios. Un cambio muy drástico podría acarrear problemas con algunos socios y clientes más convencionales.
Daira lo miró anonadada cuando estuvo casi listo. No pudo evitar que unas lágrimas se derramaran de la emoción. Él le sonrió por el espejo. Era la primera vez que no sentía un vacío en su interior antes de salir a cantar. Y, lo más importante, estaba completamente sobrio. El hecho de que no fuera convocado mucho público le daba mayor confianza y sentía que al fin podía hacer lo que le gustaba sin sentir presión. Le recordaba a sus inicios cuando la emoción lo embargaba a lo máximo.